El año había comenzado bien, seamos sinceros, por un lado la noticia estelar era el desafuero de Godoy Toscano y por el otro supongo que algo en alguna parte del mundo relacionada con Berlusconi. Nadie, nadie en realidad tenía el más mínimo interés por África del Norte una vez del hiperbombardeo mediático de Sudáfrica durante el mundial, el mundo necesitaba voltear los ojos hacia otro lado, algo menos estresante.
Pero no, tenía que ser un civil, una persona como todos nosotros, un verdadero boludo que consideró como supremo acto de protesta prenderse fuego a sí mismo, y junto con él haciendo pelota a la única región estable de África. Comenzó con Túnez, siguió con Egipto y ahora andamos con Libia. Supongo que en el futuro los historiadores (tal vez el único gremio que está condenado a llegar tarde a las cosas, justo cuando dejaron de importar) harán comparaciones tal vez pertinentes con las revoluciones de 1848, con el detalle de que las consecuencias serán otras.
Las revoluciones que se dieron en Europa en 1848 fueron movimientos de clases medias encaminados a debilitar al Estado en pro de una industrialización masiva de corte liberal (y para los “socialistas” de hoy, recuerden que el liberalismo en el XIX era la izquierda); sin embargo, los movimientos masivos de 2011 tiene como fin la consolidación de una tendencia sin futuro ni nombre. Estados Unidos mira con cierto agrado estos movimientos tal vez sin entender mucho que digamos que estos regímenes eran su mejor muro de contención contra el radicalismo islámico. La proscripción de los partidos islámicos, el acercamiento o por lo menos la aceptación con Israel, el disentimiento con Irán y el coqueteo con el neoliberalismo fueron las herencias de gobiernos que solo podían asegurar dicha estabilidad por medio de la supresión de la democracia. El pueblo pide libertad, pero en la embriaguez de esta le entregarán las riendas del Estado tal vez a los menos indicados que se encargarán de exacerbar sentimientos hostiles hacia occidente.
Hasta ahora son algunas las lecciones que se aprenden de todo esto, entre ellas no es el poder de movilización de los jóvenes, sino que la sociedad puede ser irracional en cualquier momento y entregarse a exigencias que suenan más a imitación de las del vecino que a situaciones internas; otra es que esta revolución de los “jazmines” logró como mayor éxito la caída de Hosni Mubarak para entregar pacíficamente el control del país al ejército que presto se puso a trabajar con el gabinete de Mubarak sin destituirlo pero sí anuló la constitución, felicidades Egipto, de la sartén al fuego. También es manifiesta la debilidad de ciertos estados que al primer twitteo se tambalean y como otros dicen “ahh no, aquí no”, el Gadafi de siempre, el viejito bonachón de librito verde que hace volar aviones.
Cosas más cosas menos es como la gente de la noche a la mañana cambia de palabras y significados, sean honestos y con una mano en el corazón ¿cuántos de ustedes llamaban “dictador” a Mubarak antes del mes pasado? Pero no, como está de moda, hoy día el intelectual más comprometido ignora sus posturas anteriores y de golpe se da cuenta que en el mundo árabe hay dictaduras. Si mañana una revolución tira a Chávez será dictador, pero hoy todos hablan del presidente bolivariano.
Nadie sabe lo que pasará con esa región, tampoco nadie se atreve a considerar que los jóvenes en su impulso libertario entregarán la soberanía al radicalismo islámico, discursos populistas anti sionistas y reivindicaciones de Saddam Hussein. Es irónico pensar que justo cuando estos gobiernos iniciaron las guerras contra Israel se acabaron, pero tampoco desvaloro la acción de los jóvenes, allí no hay nada de CIA detrás o conspiración judía internacional. Estos movimientos son auténticos, y por eso peligrosos, debido a que nacen más del impulso irracional que de una aspiración a futuro. Es una falacia eso del pueblo al poder, porque invariablemente sea el escenario que sea, éste tiene que ceder el Estado a algún grupo o partido que se encargue de reorganizarlo e imponer leyes, la alternativa es la anarquía. lo peor que le puedes hacer a una nación, es permitirle a la nación misma gobernarse por sí sola sin tener en mente cuál es la forma que le quieran dar y dejar el Estado de derecho como tema de segundo nivel en la agenda para beneficiar la libertad, siempre es necesario un medio represor que mantenga elementos del status quo y evite los excesos a los que llegaría un pueblo ebrio de libertad, pero en fin, es cosa de sentarnos a mirar tranquilamente como todo se va a la mierda y con la expectativa de ver si en Venezuela el olor a flores llega a las computadoras. El resto es historia.