Leer a Murakami siempre es una experiencia agridulce. En realidad no se explica por qué le gusta a uno, en un cierto sentido las historias no rayan en la originalidad (y al mismo tiempo la rebasan), tampoco tienen personajes psicológicamente atrayentes (y siempre van más allá). Cuando uno toma un libro X de este autor, en realidad se aburre a las primeras páginas, pero algo de ese tedio narrado produce cierta inconformidad con que eso sea lo único que pasa; uno decide seguir con la lectura esperando que suceda algo interesante.
En este sentido el autor que más se le parecería es Stephen King, las novelas de King son relativamente historias aburridas de personas aburridas que de repente pasa algo inexplicable que altera esa cotidianeidad. El caso de Murakami es similar, vida de personas comunes y corrientes que les pasan cosas nada comunes y nada corrientes.
Acabo de terminar 1Q84, la acabo de terminar y en realidad no creo terminarla en un buen tiempo. El caso es éste, el autor japonés editó una gran historia llamada 1Q84 en tres volúmenes en Japón, pero por una broma cargada de malicia, la edición española e inglesa solo cuenta con los libros 1 y 2. Es decir, si bien la historia es redonda y culmina como debe de culminar, quedan ciertos cabos sueltos (y de carácter importante para la historia) que no se resuelven, y que hipotéticamente tendrían que encontrarse en la resolución final del libro 3. Libro que aún no ha sido traducido. Si obviamos ese “problema” que puede ser fácilmente obviado, nos podemos adentrar en la novela.
La historia comienza cuando termina 1984, en realidad transcurre en 1984, pero para los personajes 1984 desaparece, se convierte en una versión amorfa de lo que es 1984, el mismo año, pero con elementos que no pertenecen a este. La vida de dos personas, Aomame y Tengo (el libro se divide en parte y parte, donde la mitad de la historia es narrada por Aomame y la otra mitad por Tengo). Aomame es una asesina a sueldo que mata a esposos que abusas de sus parejas y Tengo un aspirante a novelista que carece de ambiciones. Los dos tratan de vivir vidas solitarias y monótonas, pero una serie de detalles al principios irrelevantes, los irán adentrando en una realidad que es su realidad pero que ha cambiado; 1984 se convierte en una fantasía y los protagonistas se adentran en un mundo que bautizarán como 1Q84.
1Q84 inicia cuando a Tengo se le encarga adaptar un texto escrito por una adolescente titulado La crisálida del aire, novela de fantasía de una pequeña niña y su relación con la Lítel Pípol, unos diminutos seres sin origen aparente ni un fin explicado en su totalidad; paralelamente, a Amomame se le encarga acabar con el líder de una secta religiosa que guarda una macabra relación con el mundo que ha dejado de ser.
En un escenario en el que la religión y la ciencia comparten habitación, al mismo tiempo que el terror y la cotidianeidad se debaten entre quién controlará la vida de los protagonistas.
Murakami es un autor rico en detalles, se lleva una página en narrar una escena que en la mente no requiere más de dos renglones, pero parte de su fuerza radica en esa forma de describir con naturalidad la vida de la gente, y sí, no diré esa pedantería de intelectuales tipo “lo hace uno viajar al mundo que describe” (separen, una novela por mejor escrita que esté, no puede hacerlo a uno sentir cosas). Lo que sí provoca es interés en saber qué se narra, añadiendo retoques de erudición dentro de las conversaciones (como sucede en una charla normal, se habla y se aprende, pero nunca se aprende demasiado como para parecer mentira).
De cierta forma 1Q84 no tiene tintes orwellianos, pero relativamente existe cierta figura de Orwell flotando en la narración, la idea de que el Gran Hermano se traduce en cierta sensación de asfixia entre los protagonistas, todos se sienten vigilados pero ninguno logra conocer al que lo hace. Vivir en un mundo en el que te sabes observado, invadido, del que no te puedes escapar. Al mismo tiempo adentrarte en ciertos mecanismos de resistencia, cometer crimentales y reescribir el pasado a cada paso.
Cierro filas con los críticos al decir que esta es la mejor obra del autor, lo sé, realmente no la he terminado (hasta que no se le hinche traducir a alguien el libro 3). Pero por lo menos ya puedo sentarme a mirar la luna y esperar a que sean dos. El resto es historia.