A todos nos pasó, no podemos negar que en algún momento de nuestra
juventud jugamos con la hipótesis del fin del mundo, después de todo, la idea
no era descabellada conforme veíamos el caos del planeta y le añadíamos un
profundo provincialismo al gritar a los cuatro continentes que fueron nuestros
mayas los que lo predijeron antes que todos. Soñar con un gran cataclismo
global que se lleve al mundo es una fantasía que alguna vez tuvimos en la mente
como una escapada a todos los males de la sociedad, un gran diluvio y borrón y
cuenta nueva.
Obviamente yo creí en su momento en la profecía maya, y junto a
ella en un conglomerado de creencias eclécticas que tenían como único fin
perpetuar mi prejuicio con respecto al fin del mundo porque, si ya tengo una
idea preconcebida sobre un tema ¿Para qué necesito criticar mis fuentes? Así,
para corroborar a los mayas entró San Malaquías y sus profecías de los papas,
sumado al “Papa negro” (de ese realmente nunca he sabido quién fue el primero
que aplicó ese concepto pero, por fortuna, ya era un ser racional cuando se
eligió a Obama presidente, ya que, como era de esperarse, algunos juntaron a
Obama con que gobernaría en 2012 y... pues... es negro. También Nostradamus
entraba en el coctel, aunque él entra en cualquier bebida esotérica.
Fue el tiempo en que me enamoré de una raeliana y, ergo, entraron a escena los extraterrestres, las “energía” y toda la parafernalia de los cuarzos y las vibras aderezadas con explicaciones disparatadas a la Pirámides de Egipto y los campos de maíz en Inglaterra; todo esto, como explica Umberto Eco en El Péndulo de Foucault funciona porque no se contradice, y todo es una repetición entre los implicados para que cada uno le dé la razón al otro a cambio de que aquel haga lo mismo con uno.
Fue el tiempo en que me enamoré de una raeliana y, ergo, entraron a escena los extraterrestres, las “energía” y toda la parafernalia de los cuarzos y las vibras aderezadas con explicaciones disparatadas a la Pirámides de Egipto y los campos de maíz en Inglaterra; todo esto, como explica Umberto Eco en El Péndulo de Foucault funciona porque no se contradice, y todo es una repetición entre los implicados para que cada uno le dé la razón al otro a cambio de que aquel haga lo mismo con uno.
Llegó el 2000 y los tres días de obscuridad de “predijo”
Nostradamus (el sábado leí la misma “predicción” para el 2012), estos nunca
llegaron, pero ¡Para eso es la fe! Cosa de decir que hubo un error con los
cálculos o, simplemente, no volver a tocar el tema y pasar al fin del mundo
siguiente, como el Y2K y el apocalipsis al que nos llevaría la sociedad de
consumo y nuestro fanatismo por las maquinas, pero los relojes funcionaron y la
sociedad sobrevivió una vez más pero... un martes 11 de septiembre de 2001 una
vez más estuvimos seguros de que el fin llegó, de que la Tercera Guerra estaba
frente a nosotros y que hasta Nostradamus la había “predicho” (con Nostradamus
el entrecomilladlo es indispensable, sobre todo porque por lo general él no
escribió las “profecías” más mediáticas).
Los ecos de Marte retumbaron en la tierra y marchamos a Oriente
para defender la idea de la libertad occidental, Afganistán, Irak, una Segunda
Intifada Palestina, todo listo para la guerra nuclear, pero de nuevo no,
seguimos esperando y esperando y en 2002 y 2004 la naturaleza reaccionó,
un virus llamado SARS nos invitó a creer que la gran plaga había comenzado para
llevarnos, pero nada, tampoco el gran Tsunami de 2004, como creímos que sería
la gran señal de un desastre ambiental de proporciones bíblicas, pero hoy nadie
recuerda eso. En 2008 las alarmas sonaron de nuevo, el cataclismo no vendría
del cielo ni del infierno, sino de la abstracción de los mercados y el fin del
mundo iniciaría con un colapso financiero tan, pero tan grande que volveríamos
a nuestro estado natural tal y como lo definió Hobbes.
Nuevamente nos equivocamos, pero a cuatro años del 2012 estábamos
seguros que el final estaba más cerca de lo que pensamos porque cada evento que
no acabó con el mundo se convirtió en un engranaje dentro de un complejo
sistema que nos reventaría en la cara. Después de todo ¿No estaban ya los
cuatro jinetes del apocalipsis cabalgando por la tierra desde 2000? Peste tiene
nombre de SARS y H1N1; Guerra nombre en farsi; Hambre se llama crisis
financiera y Muerte es un sentimiento que acompaña al hombre desde el inicio de
los tiempos hasta el final de los mismos, así es y así será por los siglos de
los siglos amen.
Llegamos al 2011 con expectación de ser el último año completo
porque el siguiente terminaría diez días ante ¿Qué hacer, cómo vivir, a dónde
ir? De repente el mundo se llenó de apocalípticos que construyeron refugios
subterráneos y acaparadores de víveres para el tiempo que se avecina,
obviamente, nadie les comentó que si era el fin del mundo, también se los
llevaría a ellos, porque se acaba el mundo...
Luego estuvieron los optimistas, recuerdo que cuando me burlaba
hace unos pocos años del 2012 (cuando ya estaba curado de milenarismos), un
amigo, de esos que se sienten intelectualmente superiores a todos me corrigió
la plana al decirme que los mayas lo que predijeron era el fin del mundo “tal y
como lo conocemos” lo que indicaría que ellos predijeron que evolucionaríamos a
un estado superior de conciencia... claro que sí campeón. Pero ojo, ese
comentario refleja algo que pocos cuestionan, es decir, mientras más lejos
estaba el 2012 más creíamos en la profecía por la distancia, nadie cuestionaba
lo que decían los mayas, solo lo matizábamos para decir que el fin del mundo no
sería tal como fin de la humanidad, pero nunca cuestionábamos la profecía
porque satisfacía nuestro chauvinismo provincialista de “México lo dijo”.
Ahora, aunque hay reportes de crisis de histeria colectiva y
compras de pánico, tampoco son de la magnitud de la que todos esperaban, digo,
a estas alturas yo creía que las personas regalarían sus posesiones materiales
y las féminas vírgenes no querrían abandonar el mundo sin antes conocer los
placeres del himeneo. Yo esperaba estar listo para aprovechar esa parafernalia
apocalíptica y aprovecharme de la buena fe de los milenaristas (¿Quién soy yo
para cuestionar las creencias de los demás?), Pero pasan los días y una tersa
calma se apodera de todos, pareciera que nadie quiere admitir su error, que
todos los que creyeron en el apocalipsis maya han superado el asunto y ahora se
están centrando en algún otro cuento ¿Tal vez la guerra en Siria o un conflicto
con China?
Retomando ¿Podemos culpar a los mayas de nuestra propia estupidez?
Ellos, de entrada, nunca dijeron nada de lo que creen los tarados que dijeron,
no es su culpa que una camarilla de idiotas crea firmemente en el fin del mundo
o, en su versión light del “cambio de conciencia”. Yo fui de esos idiotas un
tiempo, pero luego de ser bautizado en el Jordán académico renací con mejores
ideas, pero eso no es lo preocupante, sino la propia humanidad, francamente,
una especie que cree en una mentira a pesar de la pila de evidencias existentes
merece desaparecer en la peor de las hecatombes y dejarle el planeta a los patos
(esto no es una cuestión de fe religiosa, es de decir “La NASA dijo” cosas que
no dijo y cuando les dices que no lo dijeron usan un genérico “los científicos”
para englobar su incapacidad de citar fuentes), no, es un asunto de sumar uno
más uno y empeñarte en decir que sale tres aún cuando todos te dicen que es dos
y por qué es dos y no tres y sales a gritar a todos que es tres y tres y que
descifraste con inspiración ¿extraterrestre? que es tres y que todos los demás
mienten... así se define el modelo de milenaristas mayas.
Aún así es decepcionante no ver tantos paranoicos del fin del
mundo, ya que creía que estos se juntarían a los informados y no manipulados
que creen todo al toque ¿Qué pasaría si López Obrador hablara del 21 de
diciembre?
Las torres de la catedral caerán mientras todos los seres humanos
bailan como el coreano que rapea, novecientos millones de visitas a ese video
son motivo suficiente para merecer nuestra extinción
El resto es historia.