Dados
los recientes acontecimientos en mi vida, realmente no me siento con el
animo ni entusiasmo para hablar/escribir algo decente o coherente, sin
embargo es una actividad que necesito no perder. Sin embargo, para
mantener la actividad recurrí a mi oxidado archivo mental.
Ya
tenía tiempo queriendo hacer esto, y dada la situación, me decidí a
hacerlo ahora ya que el desarrollo de la historia ya lo tenía bien
grabado, en realidad es la versión “cuento” de una pequeña obra de
teatro que escribí para un trabajo de la prepa y de la que dudo que
exista copia alguna, pero la idea me la sabía, así que no tuve que
recurrir a mucha imaginación.
Gracias por la innecesaria comprensión.
El hombre estaba sentado en la barra de un bar.
hasta
ahora es una escena normal, un hombre joven bebiendo algo durante la
noche. Si estadísticamente los relatos iniciaran en situaciones
similares, la ficción sería como la vida misma, pero esto sólo funciona
de disparador para otras situaciones que pueden llegar a ser sui
generis.
Retomemos
el relato el hombre se encuentra en la barra del bar tratando de
ordenar sus pensamientos. Se llama Juan Pimentel, las razones por las
que se encuentra bebiendo son tan conocidas que explicar una ruptura
amorosa es innecesario en la esfera humana.
Si
se hace un examen de su alrededor nos podrìamos dar cuenta de que es
el lugar màs comùn para ahogar una pena sentimental, intentando
encontrar las soluciones en el fondo de una botella aùn cuando la
experiencia misma de la vida nos ha enseñado que ese es un recurso que
potencializa las emociones y sentimientos de vacío derivados de una
pena. Obviamente no hay una persona que atienda la barra a la cual
narrarle nuestra vida mientras limpia por enèsima vez la misma copa ni
nos dice “ya has bebido demasiado” cuando pedimos una ronda màs. Nadie
lo mira inquisitivamente puesto que todos los que lo rodean son
embargados por la misma pena o similares--ademàs de los pocos
parroquianos que en realidad solo asisten con espíritu festivo--;
nuestro personaje trata de despejar la mente mirando a los demàs
asistentes a su alrededor, tratando de saciar ese instinto humano que
nos permite poder sentirnos mejor siempre y cuando podamos observar que
hay otras personas pasandola peor que nosotros, asì, cuando nuestra
mirada se cruza con las personas que estàn llorando o mirando el suelo
de manera melancólica, un oscuro regocijo se apodera de èl y le permite
hacer màs llevadera su existencia.
En
estas cavilaciones se encuentra nuestro amigo hasta que nota la mirada
seca de un caballero que no deja de observar. Indiferente primero,
Pimentel lo ignora y sigue su baile de miradas hasta que cruza con la
del mismo caballero y nota que esta no ha cambiado siquiera poco. Cada
vez màs incómodo, tratando, como es natural, primero de revisar en el
archivo de su memoria hasta encontrar algùn vago recuerdo que le haga
pensar que està siendo observado por una figura conocida que, sabiendo
quièn es èl, espera una reacción recíproca acompañada de un afectuoso
saludo. Una vez descartado el escaneo mental, resignado devuelve la
mirada y saluda esperando que eso termine las intenciones del caballero,
asì que levanta la copa y asiente con la cabeza.
El
hombre responde a la provocación, pero ajeno a la intención del
melancólico individuo, se acerca tranquilamente, Juan intenta
reconocerlo a medida que se dirige hacia èl, pero de nueva cuenta el
esfuerzo es inútil... hasta que está lo suficientemente cerca como para
no tener forma de eludir la conversación.
--Hola amigo ¿Le molesta si me siento?
--Adelante--contestó tratando de ocultar su incomodidad cada vez mayor.
El
hombre pidió un vaso de agua, algo raro dado el lugar, pero pareciera
que a nadie más que a Juan este acto le pareció extraño o, por lo menos,
digno de ser resaltado.
--¿Por qué pide agua?
--De donde vengo es un bien escaso, cada que ando por estos lugares prefiero darme el gusto.
--¿Y de dónde viene?
--Ah, pues de allá por el sur.
--Supongo, no hay tuberías por esas regiones.
--Eso, no hay tuberías.
Se
quedaron en silencio unos minutos, uno dando pequeños tragos a su vaso
de agua con indiferencia y el otro, desconcertado, trataba de adivinar
las intenciones de su compañero.
--Oye--rompió el silencio--no sé de qué va tu asunto, pero te advierto de que soy hetero.
--Lo sé--sonrió--nada más lejos de eso estoy, no mi amigo, estoy aquí para hablar de viejas promesas.
--¿A qué se refiere?
--”Te”, no “sé”, háblame de “tú” mi hermano.
--Okey, no “sé” a “qué” “te” refieres.
--No
es necesario ser sarcástico, mucho menos conmigo que no resulta eso del
doble sentido dado que conozco a la perfección esta técnica.
--¿Ah sí, eres el maestro del albur?
--Del engaño mejor dicho--lo miró fijamente--¿No me reconoces?
--No realmente ¿Debería?
El hombre dejó el vaso y fijó su mirada al frente durante unos minutos.
--Hace unos días terminaste con tu pareja ¿Cierto?
--¿Cómo sabes eso?
--Los detalles no importan, el caso es que es cierto y eso es lo que importa.
--Ya ya, entiendo, de seguro eres uno de sus amigos y te mandó a ver en qué andaba para rogarme, esa pinch...
--Autoengañate--lo
interrumpió--si quieres imaginar que ella es la que te ruega, adelante,
pero ya te dije que no soy fácil de engañar. De hecho, yo sé que hace
tres día estuviste llorando desconsoladamente en tu casa implorando que
regrese, haciendo promesas que sería mejor no hacer a menos que sea
cierto.
Recordó
que tres días antes se había pasado el resto del día en su departamento
mirando fotografía de Miranda--ese es el nombre de la aludida--haciendo
un esfuerzo por no llamarla por teléfono para pedirle algún tipo de
reconciliación. Entre ira y llanto recordó que llegó al punto de negar a
Dios y entregarse al Diablo a cambio de recuperar su amor.
El hombre la estaba mirando, adivinando sus pensamientos comenzó a sonreír.
--Ya nos estamos poniendo de acuerdo--dijo.
--¿Quién eres?
--Yo soy el que no es. Soy el Omega que precede al Alfa, soy la noch...
--¡Detente! Ya no quiero saber, dime quién chingados eres y dejate de pendejadas.
--Soy el Diablo.
--Bien, has soltado la sopa--contestó Juan con sarcasmo--ahora dime cuál es tu malvado plan.
--Aunque
no me creas, es así, de hecho, lo que vengo a decirte es que estoy
dispuesto a tomarte la palabra y aceptar tu propuesta.
--¿Y cuál es esa?
--Que venderías tu alma al diablo a cambio de estar con ella.
Lo
que parecía una broma de pronto le pareció tan natural que no le causó
sorpresa alguna, realmente sí había hecho esa propuesta, pero fue una
entre tantas fruto de la desesperación y del efecto del licor.
--Debería de decepcionarte que la mayoría piden eso frecuentemente--respondiò.
--En
realidad màs de los que crees, pero tampoco soy tonto, uno no llega con
el primero que se lo pide, puedo identificar con facilidad a quienes lo
hacen de corazón.
--El diablo hablando del corazón, que ironía.
--yo
tambièn soy un romàntico, me gusta ayudar a las pobres almas en
desgracia, ademàs, no puedes mentirle al maestro del engaño.
--Da igual, es de sentido comùn que si existes existe el cielo y cualquier preferirìa ir arriba antes de hacer un trato contigo.
--Posiblemente,
la diferencia es que difícilmente tienes ganado el paraìso, veràs, yo
tengo, o me hicieron tener, ciertas reglas a la hora de vagar por la
tierra, y una de ellas es que no puedo hacer tratos con persona que
realmente no me pertenecen.
--¿Te pertenecen?
--Velo como una relación de vasallaje.
--Lo que quieres decir es que haga o no haga trato contigo soy tu servidor ¿Cierto?
--Asì es.
--Entonces no necesitas hacer trato, de todas formas hago lo que desees.
--Error,
tienes el detalle del libre albedrío, has hecho cosas que te han ganado
el infierno, pero eso fue porque tù lo buscaste, yo no puedo obligarte a
hacer o no hacer nada.
--En ese caso ¿Còmo es que puedes hacer venir a una mujer contra su voluntad si yo firmo un trato contigo?
--Dejame los tecnicismo a mì.
--Dudo que quiera hacerlo ante el maestro del engaño.
--Està
bien, solo te dirè que tengo algunas personas que me ayudan, otros
vasallos pues, tù me ayudas y yo te ayudo a generar las condiciones en
las que estèn juntos otra vez... por un tiempo considerablemente largo.
--¿Y a cambio yo que tengo que hacer?
--Tienes que ayudarme a matar a una persona.
--¿Asì de fàcil, yo mato a un tipo y tù me das lo que quiero?
--Asì
de fàcil, obviamente no quiero que mates al presidente o alguien
importante, soy consciente de tus limitaciones, solo quiero que ayudes a
que muera una persona comùn y corriente que me gustarìa ver muerta.
Juan
sopesò la propuesta, a simple vista no parecìa complicada en ningùn
sentido, aunque nunca tuvo una vena homicida, tampoco era una idea que
le generara demasiado temor, si el diablo querìa que matara a una
persona, esa persona merecìa ir al infierno, eso lo convierte casi en un
ejecutor del plan de Dios, a cambio, èl le darìa la felicidad perdida.
--Muy bien, acepto--contestó después de varios segundos en silencio.
--Perfecto, asì me gusta, claro y al grano.
--¿Y bien, no me vas a dar un documento que tengo que firmar con mi sangre?
El diablo sonriò.
--¿Crees
que en alguna parte del Pandemonio tengo un gran archivero por si el de
arriba me hace una demanda judicial? Eso solo pasa en laspelículass y
novelas medievales. El proceso es màs sencillo ¡Camarero!--gritó
llamando al que atendìa la barra--dos vasos de su mejor agua para mì y
mi amigo.
--Bien mi amigo--dijo el hombre tomando uno de los vasos--brindemos.
--Esto es solo agua.
--Lo
sè, pero formalmente estoy obligado a que tienes que hacer un acto
voluntario que confirme la propuesta, al tomar esa agua, estàs aceptando
nuestro acuerdo.
--¿Còmo haràs que ella vuelva?
--Déjame
eso a mì, solo te garantizo que, como ya te dije, no puedo ni voy a
hacer nada en contra de su voluntad. Ahora tómatelo y acompáñamee afuera
de este tugurio.
Tomò
el líquido y saliò junto al caballero, tenìa la esperanza--o
sospecha--de que al momento de beber algo en su percepciòn iba a
cambiar, pero se sentìa exactamente igual, caminaron unos minutos en
silencio hasta que nuestro héroe comenzó a sentirse mareado.
--No me siento bien--dijo mientras buscaba algo donde sostenerse.
--Por supuesto que no, te acabo de envenenar, moriràs dentro de uno o dos minutos.
--Pero... el trato...
--Soy
un hombre de palabra, yo cumplirè mi parte y tù la tuya ¿Nunca pensaste
que la persona que te pedirìa que mataras podrías ser tù mismo? Tomaste
el vaso con tus manos,técnicamentee fuiste tù quièn se envenenò.
--Me engañaste... Miranda...
--Me
sorprende que digas que te engañó el que es conocido como el maestro
del engaño. Ademàs yo no te engañé, cumplí mi parte, solo omitì
detalles.
El diablo se quedó erguido.
--Miran...
--Ya
sè ya sè, mira, yo no miento, solo me callo lo que no es conveniente.
antes de venir contigo hice una visita a tu ex novia ¿Sabes? Ella
tambièn estaba desesperada por volver contigo que hizo básicamente el
mismo trato con ella, es una lastima que por orgullo no se hayan sentado
a hablar, pero en fin, mientras tù bebìas como cosaco allá adentro, tu
mujercita ponía una pistola en su cabeza que me serví de facilitarle. No
entiendo mucho de amor, pero el de ustedes parece sincero, así que me
di la libertad de unirlos ¿Creías que iban a estar juntos en un edén
terrenal?
Cuando
terminó de decir eso dio la espalda y caminó lentamente mientras que
Pimentel se desvanecía a la vez que dos sombras arrastraban lo que
quedaba de su alma traves de una sombra cada vez más densa que lo
llevaría junto a su amada a la eternidad en el infierno que el diablo
había preparado para ellos.
El Diablo sonrió y se perdió tarareando una canción de Charlie Daniels.