Hace tres años y un día llegaba a Norteña, entre mis cosas tenía un poco de todo, tres libros, dos canciones y un recuerdo. Aunque, a decir verdad, yo tan solo era sólo uno más entre los extraños. Extraños que recuerdan la regla de la escuela francesa de siempre usar tres como numero paradigmático y punto de partida para indicar toda clase de investigación, es de sorprender que los ilustrados franceses de tradición atea se basen en el tres, porque ¿Cuál es el valor del tres? El numero sagrado por excelencia, a los tres días resucitó el salvador, tres fueron las negaciones de pedro, tres son las virtudes teologales, tres son los nombres de la Trinidad, tres son los mundos del más allá; súmalo al numero terrenal, el cuatro, porque cuatro son las extremidades del hombre, cuatro son las estaciones del año, cuatro son los puntos cardinales, cuatro son las etapas de la vida, cuatro son los elementos (y válgame Dios que desde la Antigua Grecia solo les hemos sumado el plasma) súmalos y tendrás el siete, el numero paradigmático por excelencia y esencia natural. ¿sabes lo que es un paradigma? A veces yo sí sé y a veces no quiero saber, entes como tú y como yo no nos gustan las respuestas sencillas, después de todo: a grandes preguntas, respuestas complicadas. ¿Quién descubrirá al amanecer que somos impostores fingiendo ser quienes somos en realidad?
Ese día caminé, como el día de hoy, pero la diferencia es que entre tú y yo no había nada más que lo que ves el día de hoy, porque las diferencias de los actos rutinarios son que las rutinas están hechas de detalles y cuando un detalle desaparece de tu rutina es cuando ves la diferencia, como si viajaras en un barquito de cáscara de nuez. Pero pasaron más cosas ¿sabías que me enamoré de otra como tú? eso me hizo daño, mucho daño, más daño del que desearía, por lo que hoy diríais que he envejecido al menos diez años. Entonces te darás cuenta de que en un día como éste yo estoy a la mitad de mi vida y no tengo moneda ni cheque de viajero para darle al Aqueronte.
Era joven y necesitaba trabajo, (hoy cuesta trabajo ser joven) así que me dediqué por un tiempo a cantar en el puerto coplas argentinas, tangos sevillanos y canciones que había aprendido aquí mismo, ¿sabes cuál es el problema del flamenco español? Que de sus melodías unas pocas hablaban del cielo y muchas del abismo. Existe una diferencia entre la música peninsular y la continental. Aunque los sonidos siguen siendo de carácter mediterráneo las melodías continentales tienen ese aires porteño rioplatense y las peninsulares, aunque son porteñas, están bañadas de gaditanismo puro heredado de las res gestae que tantas veces se cantaron en la época en que los corridos de cucarachas se desarrollaban en Roncesvalles; pero las derrotas en manos de los infieles fueron cambiadas por mujeres infieles que prefieren ser de todos y nunca verse derrotadas.
Regresando a mi relato (porque como marcan las leyes, uno debe de terminar lo que inicia, a menos que sea un proyecto de vida, en ese caso es función del PAN decidir qué y qué no es). Fue ella, a veces me rehúso a cree en ese concepto, pero ese día vi al Eterno Femenino en una encarnación macabra como esas danzas medievales. La conocí una mañana tras una guitarra, era como yo y como tú fuiste alguna vez, la prostituta y la santa vestida de puta y de beata, esa de la que Eco habló una vez y hasta le dedica un libro con nombre de posmodernista, o del que Rosario Castellanos solo tomó el nombre para un libro y después para un poema que llamó corrido. Me acerqué y brotó de sus labios aquella tonada. ¡Maldita sea! Esa tonada que hoy resuena en los hijos no queridos de Dios era una melodía que resonaba como si fuera una maldición ya no pude olvidarla. ¿La recuerdas? Fue la que canté el día en que… ya lo olvidé, pero sé que ese día la canté.
Pero nunca la volví a ver, porque intenté ser libre, pero para poder serlo me sometí como Thomas Jefferson y para pagar mi libertad me entregué a la eterna vigilancia del Gran hermano que es el panóptico de las cárceles de la mente, mente en la que vi cosas tan extrañas como una adolescente y un duende hablando con un viejo barbón que se parece a Marx. Santo el hombre que es eternamente libre y puede dominarse a sí mismo, aunque sí mismo no sea más que la ilusión creada por el Maya hindú para no poder contemplar la realidad tal y como es, que mucho después y sin conocer de los hindúes Platón lo repite, porque maya no solo es una cultura prehispánica. Rezaré ante ti, candelaria de mi oscuridad y refugio de mi angustia…
Abandoné Norteña y esa ciudad que está en un lugar del cual no quiero acordarme. Norteña, nombre dado a una ciudad del sur para compararse con esas metrópolis del Norte que eran Londres, Madrid o París, porque en el sur solo tenía como ejemplo la Cádiz de marineros ladrones y un África de beréberes y moriscos (que, a fin de cuentas para un cristiano viejo y de limpia sangre son lo mismo: infieles que se van al Infierno), todavía no se veía el esplendor tuyo de un Buenos Aires y Santiago bendecidos por una independencia que solo fue de nombre, la cual llegó muy apresurada a las bocas de esos eruditos a la violeta que tantas guadalupanas enarbolaron y Fernandos séptimos defendieron para proteger sus haciendas y familias criollas; de esos pueblos de bochinches bolivarianas y sueños panamericanos de locos que piensan que la horchata debería ser una flor solo porque suena melodioso decir “flor de horchata”. De megalómanos citando a Bolívar para sus propios intereses y lanzado bombas en Irak que según Judith Butler no son más que símbolos fálicos de la dominación del hombre sobre la mujer… En fin, a Norteña la dejé como llegué. Regresé a casa porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo y te vi, pero ya no te quería como antes; la parte de mí que amaba tu música ahora la amaba a ella, porque las dos eran la misma y ella aun cantaba cuando tú decidiste callar.
Pasé años engañándome, traicionándome, diciéndome, mintiéndome y haciéndome quedar como un tonto ante el espejo, porque a final de cuentas la única opinión que nos importa y de la cual buscamos siempre aprobación es de la persona que vemos en el espejo, si no somos Alicia que lo cruza sí somos la reina malvada que no pregunta a un espejo mágico en realidad (porque lo malo no es que exista, sino que ser un espejo mágico es de los peores empleos que pueden existir) sino que es su psique insegura y casi lesbiana al quedar muda ante la belleza de Blanca Nieves que por ser hija de rey olvida el derecho de gentes y se proclama superior a los demás, pero al ser atacada vive con la plebe en una utopía comunista en la que ella se convierte en la matriarca de un sequito de esclavos (lo de representarlos como enanos es solo un recurso para que una adolescente berrinchuda se vea más grande que ellos), pero al morder la manzana (justicia divina en la que la mujer más bella duerme con la misma arma que Eva usó para condenar a Adam, y no Adán, tal vez la respuesta sea que la malvada bruja sea Lilit que ha planeado su venganza durante siglos). Los dulces enanos en lugar de enterrara como ordenaría la verdadera fe, prefieren moverse como dicta el pensamiento medieval y la convierten en una santa milagrosa a la que le rinden culto como a Susana Sanjuán que muere casta y esa es la causa de su muerte y beatitud (que, cosa extraña, en las películas de Disney nunca se habla de religión aunque todas las instituciones que dependen de ella y de las cuales ella depende aparezcan, la magia de ser un ateo y fanático Nazi como Walt le dan esos privilegios) “Y podría volver” volvería tranquila, y podría abrazarla, y podría abandonarte e irme con ella, y podría volver a vivir los años que perdí intentando perderla de mi mente, y podría decir que las cosas van bien allá por Norteña, que aunque tu y yo sabemos que las cosas nunca fueron bien en ninguna parte, no desde que Gilgamesh bajó a los infiernos como un Eneas-Quetzalcoatl; o desde que en una galaxia muy lejana el soberano sistema de Satania entra en crisis ante la Rebelión de Lucifer que, mandando a su capitán, Satanás pudo seducir a Caligastia con el Manifiesto de la Libertad hace que este entregue a Urantia (mundo que hoy llamamos Tierra) nuestro pequeño planeta decimal en un cerco sanitario mientras se da el juicio al príncipe no de las tinieblas, sino de la Ilustración, porque cuando Diderot y Francisco de Miranda paseaban por las faldas de Catalina II era el eterno e innombrable el que redactaba la Enciclopedia y susurraba la palabra “Candido” a François Auret, “Soberanía popular” a un suizo arrogante y “derecho de gentes” a un barón hijo de mami y papi gobierno. Además fue su etérea mano la que abrió las cárceles en las jornadas de septiembre y soltó la guillotina sobre Madame Déficit, mientras que el Incorruptible le rendía culto en al figura de la Ramera de Babilonia a la que, para no herir susceptibilidades la nombraron “Razón”. Y omitir que allí, como aprendimos a omitir en todos lados y a todas horas, que una extraña mujer me enseñó que no hay bien que por mal no venga.
Te pude haber abandonado esa vez como pude muchas otras veces, la verdad no estuvo en mis manos la decisión, fue ella la que nunca dijo sí. Y aunque yo preguntaba ella siempre callaba, (lo que tú nunca pudiste hacer), o decía "no quieras saber de mi vida, no me hagas hablar, que si bebo es para olvidar". Fue en ese momento que me di cuenta de que la amaba tanto como se puede amar algo que no existe pero es real.
No lo niegues, amar no es una cosa tan difícil, tal vez a final de cuentas el amor es tan solo la justificación de la lujuria. Tal vez los seres humanos inventamos los sentimientos para darle una validez racional nuestros impulsos, tal vez ni siquiera existan los impulsos y lo que llamaros real sea solo parte de la imaginación creada por el espíritu para tener conciencia de sí y darse una validez de eso que en nuestras arrogancias internas llamamos “legitimidad”.
Pero regresemos al relato y a la consagración de una primavera de las cosas que forman parte de nuestra historia. Desde ese día aquella melodía se aferra a mi alma, no puede haber otra explicación, porque arrancarla resulta imposible, pues resuena con la perfección de un recuerdo terrible. Las melodías se encierran en nuestras psiques como elementos caóticos creados por nosotros; son mantras inconcientes que cantamos cada vez que deseamos evocas los sentimientos y sensaciones que invocan, a final de cuentas todas las canciones no son más que letanías sin Dios.
Finalmente las cosas no han ido tan bien como pude esperar ¿cómo dice la canción de Gardel? Ah, ya, “hoy la suerte quiere que te vuelva a ver”
Pero el tiempo es el único juez del mundo secular. Y hoy cuando intento escribir nuevos versos, me doy cuenta de que estás en todos ellos, pero siempre estás lejos y terminan pareciendo melodías de Discepolo, por lo que cuado las veo y las pongo de frente me encuentro tan sólo con desilusiones. Por mi culpa, por mi culpa, por mi maldita culpa. Mea culpa, habeas corpus, alea jacta est. Trato de justificarme con eso, pero estoy conciente de que ahora sé con certeza que no escribiré más canciones.
Y podría volver, ¿Acaso quiero volver? Tal vez huya de lo sagrado y lo profano como la Vera del cubano nacido en suiza que residió en Francia; pero no, eso sería imposible para una entidad como ella, lo más seguro es que sea entregada a los dioses como en esa canción rusa que bailó una vez ante la mirada atónita de las leyes de la física ¿Para que tendría que volver? Con el espectro de Eleonora y los arrebatos de Sílfide tengo suficiente.
Y podría decir que las cosas van bien allá por Norteña, lo que yo le creería si tan solo fuera verdad ¿Verdad? Esa si que es una palabra extraña. Hace doscientos años vivimos un siglo que luchó y murió peleando por la verdad y la victoria del progreso sobre los anacronismo del conservadurismo, hoy, en un siglo que acabamos de pasar tan rápido como llegó vimos a March Bloch aterrado y rodeado de tanques alemanes proclamando antes que Foucault el manifiesto del postmodernismo; imagínalo, con un traje sastre y nervioso gritando como Casandra a Lucien Febvre que la Historia nos engañó y que el progreso y la modernidad nos han llevado a una posmodernidad donde la razón no era lo que esperábamos ¿o se escribe postmodernidad, con “t”? Qué importa, dejémosle los debates gramaticales a Alex Grijelmo y catedráticos raelianos que sin no son extraterrestres por lo menos dominan la lengua. Entonces todo por lo que se peleó en el siglo XIX se convierte en el enemigo del siglo XX, ¿no es el liberalismo tan defendido por Juárez el mismo que combatimos desde el salinato? ¿No es la lucha de clases la clase de lucha que queremos evitar?
Regresemos. No, no quiero que vuelva porque si me dice que todo va bien puede que yo le crea aunque tenga que omitir que allí, como allí es todos los allí del mundo, una extraña mujer me enseñó que no hay bien que por mal no venga.
Y aunque yo preguntaba ella siempre callaba, como calló Dios ante la muerte de su hijo y calló Guzmán Blanco ante la muerte de Maximiliano.
O decía "no quieras saber de mi vida, no me hagas hablar, que si bebo es para olvidar". Hay novedad en eso, ¿Hay novedad en el frente? ¿Se es poeta porque se bebe o se bebe porque se es poeta? Aunque la mayoría dice que el alcohol es la mejor forma de olvidar no se dan cuenta como Feliciano sí lo hizo que hace que recuerdes más. Las bondades del alcohol son tantas que si se dicen borracho no se creen, pero si se dicen sobrio tampoco.
Y aunque yo preguntaba ella siempre callaba o decía "no quieras saber de mi vida, no me hagas hablar, que si vivo es para olvidar". ¿No habíamos dicho eso ya? Creo que sí, tal vez sea uno de esos corsi y ricorsi del napolitano ese del que el barón de la Brede se copió para escribir sobre los mismos romanos que ya había teorizado el napolitano. Es decir, su teoría se confirma apenas pocos años después… de la que todo el siglo XIX se apropia. Uno de ellos, ese alemán chovinista que estaba enamorado de su hermana; o más posterior con el cuento del Camino de Santiago del cubano que vivió en Francia de madre Rusa… o de otro italiano cuyo nombre parece de pizzería.
Creo que es demasiado por hoy. Sabes, una de las cosas más extrañas de escribir es que al terminar corres el riesgo de que sea otra cosa de la que empezaste.
Lo bueno es que tú no eres una persona, sino que eres una ciudad, y cuando salí de aquí me enamore de Norteña y olvidé a Buenos Aires… ¿O fue al revés? Bueno, la ciudad nos está llamando, porque siempre hay una historia escondida en la jungla de cemento… voto a tal.
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