Mi trinidad literaria la conforman Jorge Volpi, Arturo Pérez-Reverte y Tom Clancy.
Y pues sí, leer a Volpi siempre es un placer. En esta ocasión leí tal vez su obra más famosa En busca de Klingsor y estas son mis impresiones.
Primero que nada, la erudición del autor es notable (experiencias anteriores como No será la tierra que es un relato de la búsqueda del genoma humano desde la perspectiva de tres mujeres cuyo inicio transcurre en la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin y los EEUU de Roosevelt hasta el año 2000; o El fin de la locura, una narración de la izquierda iniciada desde el Mayo Francés hasta el Salinato desde la perspectiva de un psicólogo lacaniano) tal cumulo de datos siempre se agradece aunque en este caso la historia es trillada: nazis y un secreto para revelar.
Pero de ahí en adelante el texto es un frenesí hacia la decadencia moral y las implicaciones éticas de la ciencia.
El argumento es la historia del teniente Francis P. Bacon, “soldado” norteamericano encargado de develar la identidad de un hombre cuya función en el Tercer Reich fue definitiva la del consejero del mal, es decir, el asesor científico de Hitler que se encargaba simplemente en decir qué es valido y qué no como ciencia dentro de la Alemania nazi.
Desde es el punto de partida para que el autor haga un recorrido de la física y las matemáticas en una lucha por quién tenía primero la bomba, por qué fracasaron los alemanes y por qué los aliados triunfaron; cómo la ambición se impuso a las ideas y cómo en un momento las implicaciones éticas y morales del descubrimiento de la fisión nuclear quedaron supeditadas a la propia ambición de ser el primero en descubrirla (aunque sea al servicio de un régimen genocida)
Los nombre de los científicos más importantes de la época desfilan en una lucha entre bandos antagónicos, en un juego en el que nadie gana pero ninguno se atreve a perder, el teorema de juego de Von Neuman, la paradoja de Epimenides o el gato de schrodinger (este último más recordado por el episodio en el que Sheldon trata de explicarle a Leonard las implicaciones de salir con Penny).
Existen dos digresiones en la historia que sirven de modelo explicativo al desenlace de los hechos, el resumen de Parsifal en el que el “malo” es Klingsor y de dónde salió el nombre para llamar así al enigmático asesor de Hitler y el fallido golpe de Estado contra Hitler (a estas alturas es imposible no ver a Stauffenberg como a Tom Cruise) las acciones que desencadenaron la existencia de Klingsor y el por qué de la mecánica del mal.
El libro, desde un comienzo se huele a que tiene cierta lógica interna, con el paso de las paginas y las disertaciones entre los protagonistas uno se encuentra que está leyendo una especie de formula matemática en la que, uniendo bien las piezas y realizando los cálculos es fácil determinar el resultado pero sin estar ajeno al principio de incertidumbre que domina la ciencia (con una cínica critica a aquellos que, una vez sabiendo el mentado E=mc2 ya se sienten con la libertad de decir “todo es relativo” aspecto que desde las ciencias sociales se puede criticar a todo el pelotudo que se la tira fácil diciendo que la posmodernidad elimina todas las certidumbres)
No puedo decir nada más que no arruine la lectura, solamente advertir que si les aburre la fisica no lo lean, pero si les gustan los nazis, haganlo; eso sí, si les aburre la fisica y les gustan los nazis, gozarán la lectura de principio a final por la simple idea de que Volpi tiene esa cualidad de novelista magistra: hacer entendible y agradable las cosas que desde otro punto no las entenderiamos, porque no existe nada mejor que ejemplificar complicados teoremas con ejemplos de relaciones con el sexo opuesto.
¿lo malo de libro? pues saber que en algun momento se acaba, porque es de esos en los que la respuesta se tiene en la última pagina...
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