31 may 2011

así debió terminar: rojo y negro


 La mañana que Julian Sorel despertó y comprendió que nada había pasado, notó que algo había cambiado en su interior, progresivamente una fuerza casi vital que nacía en su interior lo arrastró a la intempestiva necesidad de replantearse la forma en la que habían transcurrido las cosas en su vida. Puede que solamente su consideración habría sucumbido a los espíritus de la realidad, pero era de manifiesto claro que algo había cambiado en el señor Sorel.
             “¿cuál es, Dios traidor, el destino que me otorgas?” Clamaba en su prisión, atormentado por las ideas de libertad, por cuya vida habría dado, así como por Bonaparte, caudillo celeste que enarbolaba los principios de la libertad consagrada con el absolutismo, la fórmula final para el bien público. Sorel se repleanteaba la salida a sus fantasías que le habrían alejado del favor las virtudes de Madame de Renal, “oh, padre mío ¿por qué me castigas? ¿acaso hay peor castigo el pasar la eternidad en los infiernos sin el favor de su amada” se decía Sorel  de la misma forma en la que se cuestionaba los boletines de la grande armée, no quedaba tiempo, era el día,  replantear si seguir con los designios del Gran Arquitecto del Universo o consagrar su vida  a la indiferencia de ejercer las artes liberales.
            Como  Aquiles en plena cólera, se decidió por no morir, y al final, Julian Sorel vivió Feliz, a Stendhal lo recuerdan por su Cartuja, pero de rojo y negro ni los anarquistas se acuerdan.

30 may 2011

El Oscuro Pasajero: Community


Hace mucho que no hablo de televisión, en realidad porque hace tiempo que no me quedaba enganchado  a una serie, porque hay una diferencia entre ver algo que te gusta y quedarte enganchado, en el segundo escenario, luego de mirar algo, tienes ese no sé qué que te hace querer mirar cómo sigue, como una buena novela que lees hasta bastante noche, no como un libro que te late y de vez en cuando le sigues la historia.
            A Community, como a todas las cosas que me fascinan, comencé odiándolas y bañándola en críticas, nunca le di vida más allá de la primera temporada. Vi el primer capítulo y lo que vi era una serie cómica más, bastante peor que otras que ocupaban mi atención (y la santísima Tina “Liz Lemmon” Fey es testigo de que su imperio es total); realmente no entendía la selección de personajes, de los que apenas conocía 4, simplemente la condené al fracaso y di carpetazo a toda la posibilidad de intención de verla.
Pasaron los meses, incluso los años y esta serie y yo seguían con sus vidas, cada uno condenado a vivir en su mundo, sin cruzarse.
Hace poco, cuando el Canal Sony hizo un especial de los mejores episodios de comedia,  me sorprendió ver que Community figuraba en la lista, aunque no lo vi y nunca supe cuál era, por lo menos retornó a mi psique su existencia.
Ahora sí, hace poco tiempo el blog de Alberto Rey (de cierta forma una buena guía para elegir qué ver y qué no) miraba como se deshacía de elogios a la serie, así que me decidí a mirar un episodio, y al ser una comedia, no había riesgo argumental alguno si elegía cualquier episodio al azar.

Para resumir, quedé enganchado.
El argumento es tan soso y  tonto que por eso funciona, debido a que es fácilmente prescindible y  puede jugar con él cómo quieran. La historia es solamente 7 personas que acuden a  la universidad pública y forman un grupo de estudio para salvar una clase (la clase varía por temporada, en la primera es español y la segunda es antropología). La serie está protagonizada por Joel McHale (que, como troy McLure, tal vez lo recordarán por programas como “the soup”), que interpreta a Jeff, un exitoso abogado que una vez que se descubre que si título es falso, tiene que, ahora sí, ganárselo como se debe, pero como todos, se busca el esfuerzo mínimo, así que cae en la peor universidad del país. El mosaico lo conforma una selección interétnica de personajes de diferentes credos y razas, seguido de Jeff está Britta, feminista atea con conciencia social;  Troy, ex estrella colegial de futbol y testigo de Jehová; Shirley, cristiana evangélica, madre soltera de dos hijos (la Aunt Jemima de la serie); Abed, musulmán con síndrome de Asperger cuya vida la mira por medio de series de televisión; Annie, linda judía, la inocente y bonita del grupo que es realmente la única interesada en estudiar de verdad;  Pierce, el genial Chevy Chase convertido en vejete amargado perteneciente a un culto de esos que dan más risa que lastima.
La capacidad disociante de este grupo le permite a la serie moverse por sí misma; tienen una historia, es decir, hechos de episodios anteriores tienen secuencia y resonancia en los siguientes, pero más allá de eso, ver cada episodio es una delicia porque está hecho de manera redonda; durante 20 minutos uno mira una historia propia que no necesita de las demás porque es un homenaje autorreferencial a un género determinado.
La mayoría no entendería bastante los chistes de la serie si no está bañado en una profunda cultura televisiva y algo de cultura general. Por ejemplo, la simpleza de lo que es un “episodio botella” (recurso clásico de que usan algunas series en la que todo el episodio transcurre con los personajes encerrados en un solo lugar, léase, el capítulo del restaurant chino de Seinfield), constantes referencias a la aspirada muerte de los integrantes de Glee, referencias a Lost (aquí me pierdo, nunca la vi), los ya tradicionales chistes racistas; así como parodias u homenajes a géneros determinados, como la serie “modern warfare” en la que convierten un juego de gotcha en una pesadilla postapocaliptica; terminar encerrados en un simulador espacial de KFC,  la forma de “arte” fílmico al hacer una película acerca de Jesús que hace una película acerca de Jesús donde Dios es el director pero es el actor ya que Jesús es el director (así de “artísticas” son las películas actuales); una épica historia narrada por medio de un juego de calabozos y dragones o una epidemia zombie en la fiesta de Halloween. Lo interesante es que tiene el mismo estilo de humor sofisticado de Frasier o Seinfield, donde entre broma y referencia televisiva aparece la cita culta, la reflexión y la idea de que estás ante un metadiscurso (sea lo que sea eso). Sin duda la mejor serie cómica que he visto en mi vida (sorry TinaL ), vale, van dos temporadas, ansío la tercera, y el episodio de navidad creo que tuvo el mismo impacto emocional que ver a Rita en una bañera llena de sangre (Vale, no tan así, pero algo así). La serie funciona por las formas en las que las grandes series son recoradas, los simpsons (en su buena época, no la basura de ahora) se autodefinió por pequeñas sitauciones repetitivas que generaban sentimiento afectivo, las llamads de Bart a Moe, los carteles de “el barto”, Homero diciendo que algo es el sueño de su vida y Marge respondiendo que el sueño de su vida era otra cosa y la hizo hace poco, los atormentantes recuerdos de Vietnam de Skinner, todo eso la hizo memorable, así como la intempestiva entrada de Kramer al departamento de Jerry. Situaciones que no requieren de guión, pero que le dan forma y carácter a los personajes, Community funciona porque nació de la mente de personas que se la viven mirando series, aprendieron de sus reglas, sus formulas, saben qué falla, saben qué genera risas, esa es la gloria de una serie diseñada  por “frikis”, todo se entiende, siempre y cuando destines el mismo tiempo a la tele que a Heidegger.
Y simplemente, la mejor clase de antropología que he visto, definida por el mismo McHale “la mejor clase para aprobar sin esfuerzo: antropología ¿quién lo hubiera dicho?”
El resto es historia.
La serie la tienen completa acá (si Ángeles Sinde nos deja pues)
recomiendo “Basic Rocket science” “Messianic miths and Ancien People” “paradigms of human memory” y “Modern Warfare”.

El Oscuro Pasajero: ...


una de las razones por la que escribo muchas veces es  porque realmente no tengo mucha gente alrededor con la que pueda platicar, de esa forma, escribir tiene como función precisamente "hablar" con los demás, vale, no siempre existe la replica, pero de cierta forma por lo menos te quedas con la sensación de que dijiste lo que tenías que decir.
            Esa es la paradoja del gusto por la soledad, uno la explota tanto como elemento disuasorio ante posibles amenazas emocionales, tiene como resultado una existencia en la que los libros suplantan el papel de los amigos, donde uno comprende los dramas de su vida mirando series de tv y comprende la banalidad de la misma con comedias. Muchas veces la soledad no es una decisión voluntaria, sino que es el fruto de una serie de circunstancias en las que los demás han aprendido a convivir contigo ignorándote. Escribir es una forma de sentirse comprendido, no ignorado, sapiente de que alguien está contigo porque te está leyendo.
Como todos los que me conocen saben, en más ocasiones de las necesarias soy una persona de bastante difícil trato, yo sé que puedo ser un buen amigo, pero también sé que puedo ser un amigo que es preferible evitar cuando se puede.
            Si estoy diciendo esto es porque siento la necesidad de confesarme y darles a entender que puedo llegar a ser peor de lo que aparento.
            Muchas personas que me conocen me ven como lo que aparento a primera vista, un joven que si no es atractivo "tiene algo", que hace comentarios sarcásticos e irónicos y que siempre tiene una opinión formada ante todo. Ps sí, básicamente eso es lo que encuentran si pasan por un perfil de fb o si hablan conmigo diez minutos.
            Pero más allá de esto, todos somos una máscara, y tal vez la que un servidor porta no es consciente, pero sirve para ocultar una personalidad psicológicamente más perturbada de lo que aparenta.
            En los últimos, digamos, dos años, he ido perdiendo gradualmente amigos que consideraba bastante importantes como para saber que no los perdería, asunto que varias veces me ha hecho plantearme con suficientes razones que el factor común soy yo, y que uno no es traicionado por quienes confía, sino que constantemente un requiere tantos sacrificios de los demás para con uno que es natural que terminen explotando y rechazándolo.
            tal vez una forma sencilla de explicar casi la totalidad no de mi forma de pensar, sino de mi forma de reaccionar ante ciertos escenarios (que en la conducta humana es más importante que las ideas); existe un episodio de la segunda temporada de Community, donde Abed protagoniza un especial animado de navidad en el que todos tratan de "rescatar" su delirio por medio de una terapia de grupo, el personaje no es gratuito, aunque es una variación de Sheldon Cooper, es considerablemente más creíble como actor humano, y la forma en la que construye una realidad partiendo del rechazo de los hechos es lo que lo convierte en un perfecto espejo de cómo a veces, pese a todo, prefiero ocultar la verdad que me rodea y me imagino (de buena fe) que los resultados del mis actos son positivos para los demás. una forma rápida de decirles cómo creo que el mundo me mira cuando menos es así es la escena final de la primera temporada de dexter, ya saben, aquella en la que va caminando y hay un desfile, donde todos le dicen "te queremos" y le agradecen todo lo que hace, consciente/inconsciente de que eso es una mentira, de que sus demonios ocultos jamás tendrán esa aceptación y que la felicidad que añora solo existe dentro de su perturbada imaginación, y que sin importar sus actos, él se sabe que la única forma de ser como es, es terminando solo.
            Gran parte del problema es que uno no valora los sacrificios que hacen los demás, cuando se entregan 10 y se reciben 5, cuando se siente que no hay equitatividad afectiva en los actos, sin detenerse a pensar que tal vez la otra persona cuando mucho da 3, y ese 5 es un acto que debe de agradecerse en lugar de reclamar un 7. Lamentablemente uno se da cuenta de estas cosas bastante tarde, en el momento no las comprende y eso puede arruinar en diez minutos un día que pintaba bien. Pocas veces podemos agradecer de tal forma las atenciones que se tienen para con uno sin comprender el valor de tales.
            en resumen, soy bastante agradable por fuera, pero una vez que me conocen bien, los demás prefieren alejarse, las pocas personas que se deciden por conservarme como amigo pese a ese desfile de defectos, son las pocas en las que confío plenamente, cada vez son menos, pero por lo menos vienen de vacaciones una vez al año.
Gracias S.

            Adjunto el enlace al episodio de Community llamado Abed's Uncontrollable Christmas, supongo que la mayoría de ustedes no tienen 20 minutos para mirar el episodio completo o les parecerá de entrada bastante infantil, pero les aseguro que en narrativa y profundidad es una obra maestra de cómo una persona, para huir de una realidad no deseada, crea un mundo paralelo donde sus amigos están ahí para él. Bastante revelador…

25 may 2011

La ética del escritor.


Lo bueno de que tu trabajo sea frente a una computadora y que esta no tenga internet, es que uno está invariablemente forzado a ponerse a hacer algo con ella que no recurra a hipervínculos. Así, no puedo aprender a hacker, programar, cocina, inglés, ni esa gama de cosas que uno aprende por internet durante una semana antes de retornar a mejor mirar videos en YouTube o series en megavideo. Nada mejor para evitar la sensación de fracaso que no realizar actividades que saber que en un porcentaje mayoritario no las terminarás ni de coña.
            Escribir siempre es fácil, no requiere de la totalidad del conocimiento de nada ni la ausencia de nada, los errores los corrige Word, las fallas la observación y los prejuicios el lector. Sin embargo, muchas veces aunque no lo parezca escribir es igual de complicado que aprender cualquier arte liberal. Pero no es por culpa de la complejidad del oficio (Que, como el de las armas clásicas, solo consiste en empuñar un arma y demostrar que eres mejor que otros). Yo creo que la culpa es del autor.
            Hace un tiempo una cabeza lúcida me hizo una sentencia que aún combato pese a que cada vez es más real. Uno tiene que dejarse llevar, el problema de la frustración del escritor no es la ausencia de ideas, sino la ambición excesiva de desarrollarlas todas en un orden lógico dentro de su cabeza. Decía esta moderna Madame de Staël que el secreto está en carecer de ideas y proyectos al iniciar y únicamente comenzar a escribir, dejarse llevar por la pluma y que sea lo que Rousseau quiera que sea. Obviamente, por cierta ambición y aspiración de dotar de un método al ingenio uno rechaza esta sentencia de primera oída, pero con las pasiones frías uno analiza si Víctor Hugo sabía que Jean ValJean sería el tutor de Cosette o que el Perfume acabaría en una orgía. Sucede con frecuencia que uno inicia escribiendo algo y termina con otra cosa (sean honestos, cuántos de ustedes no comenzaron su tesis con un tema y ahora están en algo diferente). Stendhal sabía que Sörel moriría, porque así era el destino de su personaje, pero tal vez no sabía que sería guillotinado o que estaría al amparo de un jansenista. También creo que Dumas sabía que Milady sería la mala de la historia al iniciar Los Tres Mosqueteros, pero que no tenía ni puñetera idea de que sería esposa de Athos.
            Aún no digiero el concepto de la ética del escritor, la de llevar el ingenio por medio de paraísos artificiales a una distorsionada realidad que nos permita explorar los rincones más ocultos de la imaginación. Las ideas llegan por todos lados, pero tengo comprobado que estas son más fluidas con componentes externos, pero esto tiene dos riesgos. El primero es que por el estado nos volvemos incapaces de plasmarlo, ya que es tal el torrente de ideas que llegan que están son más rápidas que la mano al escribir y el resultado suele ser una masa amorfa de pensamientos variados que carecen de sentido al ser unidos y es difícil de entenderlos por separado. Otro riesgo es que, como suele pasar, la idea más genial y gloriosa que tenemos en estados alterados suele ser aburridamente tediosa cuando estamos sobrios. (Y sí, las llamadas de borrachos a ex parejas son un claro ejemplo de la genialidad que nos llega en esos momentos).
            Casi siempre uno tiene ideas de cómo sería una gran historia, pero carece de la paciencia para desarrollarla; a uno le gustaría que le pagaran únicamente por sus ideas, que escritores talentosos recurran a uno y por unos palos verdes uno les ceda el boceto de algo.
            Un día de estos escribiré una novela, pero sé que a la mitad es posible que abandone el proyecto porque no sería lo que esperaba, donde yo quería ser un Tolstoy acabaré como un Dan Brown tercermundista. Pero estoy seguro de que un día me extirparé este prejuicio, y que cuando me deje llevar por la pluma haré algo decente, no una gloria de las letras mundiales, pero sí un escritorcillo mediocre de novelas de misterio, no aspiro a más. Supongo que en eso consiste la ética del escritor, hacer todo lo posible por escribir con libertad, pero sin tener la ambición de romper cadena alguna, solo dejarse llevar.
O´hara lo sabe.