Fue
a comienzos de Julio, el día trece para ser exactos. El cielo estaba
despejado y en la radio anunciaban que así estaría por algunos días
más. Sam había salido temprano a una reunión y yo tenía el día
libre (el exceso de trabajo en un trabajo como el mío equivale a
poder pasar días sin hacer nada). Me había preparado el desayuno
mientras miraba las noticias. No sé cuánto tiempo estuve así hasta
que la señal de la televisión se interrumpió, tampoco creo saber
hasta cuándo me di cuenta de eso, estaba tan enfrascado en la rutina
que simplemente no tenía noción de las cosas que cambiaban
alrededor.
Cuando
la señal regresó todos estaban paralizados, el presentador miraba
la pantalla como expectativa, como si esperara instrucciones de qué
decir, me corrijo, no era como si, sino que en realidad estaba
esperando instrucciones de qué decir. No le di importancia y seguí
haciendo lo mio, no era mi problema que los conductores de televisión
fueran unos incompetentes. Pasaron unos minutos y no se movían,
primero pensé que fue un error de la señal y la pantalla estaba
congelada, lo que rápidamente descarté porque el reloj de la
pantalla seguía dando la hora y se podía notar claramente el
movimiento de la respiración de la conductora. Cambié de canal y me
topé con una escena similar, solo que en esta el conductor
balbuceaba alguna clase de explicación sin mucho éxito.
Miré
más canales y lo mismo en todos lados, lo que no entendía era qué
era lo que los tenía asustados, miré hacia la ventana y no había
nada irrelevante, todo parecía seguir igual, las personas que
pasaban lo hacían con normalidad. Miré mi celular buscando algo en
Internet pero más allá de las personas que se preguntaban qué le
pasaba al tipo de la tele nadie tenía explicación.
Escuché
un grito, venía de la televisión, cuando giré la cabeza vi cómo
el presentador trataba de perforarse la sien con una pluma que tenía
en la mano, aunque lo realizaba con fuerza el filo de la pluma no
hacía más que producirle algunos picotazos, los gritos eran de las
personas del set de televisión, algunos se acercaron a detenerlo,
pero no pude ver el resultado porque alguien del canal apagó la
señal y mandó a corte. Cambié de canal y la misma presentadora
estaba sollozando mientras solo decía “no, no, no, por Dios no”.
Instantes después, lo mismo, la señal se mandó a corte, era de
esperarse que todos los demás canales pasaran por lo mismo, y así
fue. Probé con la CNN en inglés y aparentemente no era solo aquí,
no sé si eso era reconfortante, lo dudo, habría sido más fácil de
explicar una histeria colectiva o un episodio de locura eminentemente
local a un fenómeno global. Internet se había caído.
Marqué
a Sam pero no contestó el celular, no me asusté, generalmente
cuando está en su trabajo tiende a no hacerlo, pero la inquietud no
la perdí, llamé al trabajo pero tampoco encontré respuesta,
comencé a tener un ataque de ansiedad al saberme solo e
incomunicado, que era lo mismo de ser incompetente. Estuve cerca de
una hora tratando de pensar en qué hacer, si debería salir para
buscar a Sam o esperar a obtener más noticias si se llegan a
recuperar las comunicaciones; el primer impulso del hombre moderno es
pensar que las catástrofes son algo pasajero, que la sociedad se
auto regula y se repara a sí misma en cosa de minutos si es de
telecomunicaciones se refiere.
El
primer miedo en nuestra sociedad es la incomunicación, comencé a
tensarme hasta que decidí salir de casa, por instinto o confianza en
que todo estaba bien me tomé mi tiempo para guardar las cosas y
arreglarme antes de salir, revisaba el teléfono cada cinco minutos.
Salí de casa y caminé lentamente esperando ver alguna reacción de
parte de los vecinos que me pudiera tranquilizar, pero de nueva
cuenta no veía nada que me calmara, pero tampoco que me inquietara
¿Qué estaba pasando? Acababa de ver al tipo de la tele intentar
matarse sin motivo alguno pero pareciera que nada había cambiado. Vi
a María, una vecina del edificio frente al nuestro, tenía la mirada
fija en su teléfono, al parecer también intentaba que recuperara la
vida a base de mirarlo y apretar botones sin sentido, me acerqué a
ella solo para confirmar que lo que estaba pasando no era una mala
pasada de mi mente o una broma tipo “la guerra de los mundos” de
la que yo no estaba enterado. Me acerqué a ella pero antes de
decirle algo me espetó.
–¿Tienes
idea de lo que está pasando con la maldita red?
Sorprendido
por el exceso de familiaridad, tal vez fruto de la desesperación
causada por lo que estaba pasando, respondí:
--¿Has
visto la televisión?
--Yo
no veo tele, pero el jodido teléfono no sirve desde hace más de una
hora y tengo que ver unas cosas.
–¿Tienes
tele en tu casa?
--Sí
¿Por?
--Ven,
pasemos.
No
le di tiempo de responder y entré a su casa directo a su sala, ella
me siguió entre desconfiada y algo inquieta; encendí el televisor y
ahí estaba, la pantalla congelada en stand by, ni siquiera había
comerciales , todos los canales tenían la misma señal.
–¿Y?--me
dijo.
--Esperaba
ver algo diferente, acaba de pasar algo que no sé qué fue.
--¿Qué
cosa?
--El
tipo de canal once intentó matarse en señal abierta y la del cuatro
estaba desesperada llorando.
Se
quedó mirándome, aunque más bien juzgándome.
--No
tengo tiempo para esto—me dijo en clara intención de invitarme a
salir de su casa.
--Te
digo que algo no está bien, yo sé lo que vi y que tu pantalla
muestre lo mismo lo confirma.
--Si
supieras lo que viste no necesitarías confirmación, y yo solo veo
una señal de problemas técnicos.
–¿Y
Qué me dices de tu teléfono, la señal se perdió al mismo tiempo?
--Posiblemente
lo que provocó que se cayera la red causó lo de la tele, hoy día
todo está interconectado. No se van a convertir todos en zombis por
una señal de radio.
--Voy
a buscar a Sam a su trabajo—dije ignorando su comentario—¿Vienes?
No
tenía razones para quedarse en casa, así que aceptó y vino
conmigo, durante la caminata hacia la estación del tren ella seguía
intentando dar vida a su teléfono A medida que caminábamos veíamos
que las demás persona estaban en la misma situación que nosotros,
de pasada oímos cómo algunos comentaban lo que pasó en la
televisión y cómo el tipo se golpeaba con la pluma, María se fue
poniendo tensa al ver que no estaba mintiendo cuando dije que vi lo
que vi. Intentamos acercarnos a algunos de ellos para ver si tenían
más datos que nosotros, pero todos estaban a ciegas, por lo menos
una consecuencia de estar aislado no solo es no saber, sino que es
imposible que los rumores se difundan con la velocidad acostumbrada,
por lo menos tampoco hubo mentiras que desmentir.
Llegamos
a la estación del tren y la encontramos abarrotada, al parecer el
tren no estaba en funcionamiento—lo que atribuimos a la misma
razón.
--Nos
quedamos sin opciones ¿Ahora qué?
--Pues
tomamos un taxi, no creo que las calles estén cerradas.
Mientras
hablábamos escuchamos un grito afuera, como eramos de los últimos
en llegar estábamos más cerca de la salida, así que no nos costó
nada ver qué era lo que pasaba. Salimos y solo vimos a una jovencita
paralizada, parecía que intentaba gritar pero el shock no le
permitía, María se acercó a ella a preguntar qué había pasado.
--De...
de..--balbuceaba--se fueron todos.
No
entenderíamos lo que dijo de no haber mirado alrededor y notar que
no había nadie más en una zona que apenas diez minutos antes tenía
una cantidad considerable de personas. Dos autos acababan de chocar
entre ellos porque sus conductores se habían desvanecido, los
puestos comerciales estaban igual, vacíos con las mercancías—incluso
comida preparándose—sin tocar.
Tenía
que pensar rápido antes de que la gente de abajo viera lo que pasó,
tomé a María de la muñeca y la arrastré—ella entrando en
pánico—vamonos de aquí—le dije al momento de que la metía en
una casa con la puerta abierta. No sé por qué tomé esa desicion,
tal vez pensé que a las personas del interior les había pasado lo
mismo, mi mente estaba trabajando a marchas forzadas tratando de
entender qué pasaba a la vez que intentaba mantener la cordura y
arrastraba a María a un lugar del que no sabía si estaría seguro.
Entramos
en la casa la que, para sorpresa mía, no estaba vacía, dos
personas, un hombre joven de unos veinte años y una niña de no más
de diez estaban adentro, no pareció sorprenderles nuestra entrada,
pero el tipo se acercó rápidamente hacia nosotros.
--¿Lo
vieron?
--¿Qué
cosa?--Pregunté--¿Qué fue lo que pasó?
--Fue
un destello, como si tomaran una foto con flash desde el cielo, no
sé, nomás pasó.
De
los fragmentos que nos pudo decir con certeza pudimos deducir
primero, que un destello había hecho desaparecer a las personas,
pero que solamente a aquellas que estaban a la intemperie, por eso a
los que estábamos en el tren, siendo subterráneo, no nos había
pasado nada ni a ellos que estaban a la sombra en su casa, tal vez la
muchacha que vimos al salir estaba a la sombra o bajo algún techo.
De entrada eso me tranquilizó un poco porque sabía que Sam pasaba
todo el día encerrada en su trabajo pero, ¿Y si era el Sol? ¿Y si
aunque estuviera bajo techo pero en una ventana le pudiera pasar
algo? No era imposible, dos autos se habían quedado sin conductor,
estaban con techo pero con las ventanas a la luz del Sol. El celular
seguía muerto.
--¿Ha
vuelto la señal en la televisión?--Pregunté.
El
joven la encendió y la pantalla estaba totalmente en blanco, afuera
los gritos comenzaban a escucharse; cerramos la puerta y las ventanas
para que se viera lo menos posible del interior y, por si acaso, nos
alejamos de la luz solar, comenzamos a poner sabanas y cortinas que
taparan el sol, dejando una pequeña abertura para tener visión del
exterior.
--Hay
un ruido.
Notábamos
primero como la gente gritaba desesperada, algunos de desesperación,
otros voceaban nombres esperando encontrar a personas desaparecidas.
--Hay
un ruido—volvió a decir María mientras subía el volumen del
televisor.