Suena
el despertador, no tiene un sonido especial, es simplemente el beep
beep normal, mantenía el mismo tono desde hace años por diferentes
factores, el primero es la costumbre de saber que ese es el sonido
del despertador, el segundo es que es un sonido suficientemente
irritante como para obligarlo a uno a despertarse, el tercero, que en
realidad resume los dos anteriores, es la pereza de tener que buscar
otro.
Comienzo
el día como si fuera el último de mi vida, es decir, quejándome de
lo que no he hecho con la misma y sin ninguna esperanza de cambiar
algo el día de hoy porque no habrá mañana.
--Eres
un optimista—Me dice Sam—es un placer estar a tu lado.
Le
quito la hoja y la leo.
--Nunca
escribí tal cosa.
--”La
diferencia que tengo con las personas que se consideran pesimistas o
negativas es que con el tiempo he aprendido a tener una opinión tan
baja de los seres humanos que ya no me interesa esperar nada de
ellos, ni que ellos esperen algo de mí”, ¿También de
mí?—dice—“He sido traicionado por amigos y esperando tanto de
los demás que ya no espero nada de nadie, lo que me vuelve un
optimista a mi modo, una vez me enamoré quise a
alguien, nunca supe si ella sintió lo mismo, ahora está muerta, se
suicidó, dudo que haya sido por mí”.
--¿Eso
es lo que piensas de la vida?--me pregunta incrédula.
--Te
juro que yo no escribí eso.
--Es
tu letra y estaba en tu escritorio, si no es lo que piensas lo
copiaste de algún lugar, y si lo copiaste fue con una intención.
--No
recuerdo ni una cosa ni la otra.
--Entonces
estabas drogado ¿Te estás drogando de nuevo?
--No
lo creo ¿Se puede estar tan drogado que uno no recuerde que se está
drogando?
--No
le veo la gracia—dice sin separar la mirada del papel.
--Le
tomas mucha importancia a una hoja ¿Eso es todo lo que dice?
--”Una
vez casi me suicido, estaba en un elevador en el edificio de rectoría
y noté que llegaba hasta la azotea, subí por inercia y cuando
estuve ahí arriba pensé en lanzarme, no tenía motivo porque
siempre he odiado que todo se haga por un motivo, nunca por instinto,
solo pensé que debería de aventarme, estuve dos o tres minutos y me
fui de ahí cuando recordé que no había desayunado y sería una
idiotez morir sin desayunar.”
--¿Eso
es todo?
--No,
sigue: “?Será fácil matar? No creo que me atreva a hacerlo, pero
siento que todos hemos fantasiado con eso más de una vez, dudo que
lo que nos lo impida sea nuestra brujula moral, más bien las
repercusiones sociales ¿Matariamos si fueramos conscientes de que no
nos va a pasar nada? Y si así fuera ¿A quién, elegiríamos entre
un dictador o un vecino odioso?”
--Deberías
dejar de leer eso.
No
respondió pero dejó la hoja de lado, realmente no recuerdo haber
escrito eso, pero ultimamente mi memoria está dejando de trabajar,
en otro escenario diría que tengo doble personalidad, pero lo único
que hago en esos espacios en blanco es escribir, aunque tampoco es
que sea una bendición, generalmente son garabatos o reflexiones sin
mucho sentido, parece que simplemente soy algo sonámbulo.
–¿En
qué piensas?--me pregunta.
--¿Tienes
hambre?--replico evasivamente.
Nos
conocimos hará cosa de dos años, la historia no es nada especial—es
el error común de buscar epopeyas con significado en vidas
rutinarias—amigos de amigos y una cosa llevó a otra y henos aquí.
Nunca le he preguntado si mis episodios de sonámbulo se han dado en
su presencia, pero si no ha dicho nada posiblemente la respuesta sea
negativa.
Salimos
de casa, llevábamos cerca de seis meses que nos habíamos mudado
juntos. Digo todo esto para entrar en contexto con lo que es mi vida,
tengo treinta y tres años y no había llegado a nada en mi vida,
ella lo sabía y lo aceptaba porque tampoco es que fuera una prodigio
de éxito; hombre mediocre para mujer mediocre a la larga hacen una
personada medianamente normal. Como casi todo los de mi edad soñaba
con ser escritor pero no he pasado de dos páginas y cientos de ideas
de cómo sería la película de mi obra maestra mientras veo
televisión y solo miro la computadora para masturbarme de vez en
cuando.
Y
vaya que tenía ideas buenas, pero carente de disciplina era lo mismo
que no tener ninguna, detestaba los dramas, mi interés era la
ciencia ficción, pero a lo largo de mi vida se volvió una sensación
estresante ver que todas las ideas que tenía de alguna forma alguien
más la llevaba a cabo. Compensaba mi ausencia de producción
trabajando como redactor de una revista digital de cosas curiosas,
era una tendencia de moda, a las personas ya no les interesa la
información, todo eran tops, algo bastante fácil de hacer, la
formula consistía en ver algo, lo que sea, literalmente lo que sea y
luego tomar cualquier parte de ese algo e inventar una lista para ese
algo. Por ejemplo, escribir en una hoja de word y a partir de ahí
hacer una lista de los siete procesadores de texto más famosos,
luego, mañana, hacer una con los siete procesadores de texto menos
famosos, pasado mañana sobre las siete mejores plantillas de word y
luego las siete peores plantillas de word, así agotamos el recursos
y la semana siguiente se repite con excel, nadie lo nota, simplemente
son clicks y el trabajo está hecho.
No
es que sea el mejor trabajo del mundo, honestamente preferiría hacer
noticias falsas, pero no satíricas, sino estar a sueldo del gobierno
ruso y desestabilizar al gobierno, difama que algo quedará, ese es
el dicho y sería un trabajo realmente divertido.
Sam—Así
se llama ella—trabajaba en una editorial local, su trabajo era peor
que el mío, pues tenía que leer espantosas obras de autores
arrogantes y auto financiados “prefiero que no escribas nada a que
termines como ellos” me decía cada que llegaba con un manuscrito.
Era una tendencia natural en los que se sentían escritores, una vez
que tenías una obra publicada querías andar por el mundo
presumiendo que lo habías hecho y aprovechabas cada instante para
hablar de tu superioridad intelectual porque no pocos son publicado,
lo que no contaban es que generalmente ellos pagaban la impresión,
ilusionados con que una vez que llegue a más manos su verdadero
talento sería reconocido. La gran mayoría terminaba pagando stands
en ferias de libro para auto promocionarse—los más discretos le
pagaban a alguien que lo hiciera para no verse tan obvio. Al final
tiraban la toalla y regresaban a sus oscuras vidas, había unos pocos
necios que lo volvían a intentar, pero los resultados eran los
mismos y se encerraban en que el mundo no reconocía su talento.
Así
transcurrían los día para ambos, sin embargo, algo pasó entre
ambos que no puedo entender.
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