El escenario es el siguiente:
El 9 de noviembre de 1989 cae el Muro de Berlín ¿se necesitan más datos? Yo creo que no, son este tipo de cosas en las que las descripciones y cronologías sin innecesarias porque el bombardeo mediático será excesivo estos días.
Sin embargo, a 20 años de la caída del muro de Berlín el mundo sigue igual, peor, diferente o más como antes. La reiterada frase de Fukuyama acerca del fin de la historia y el comienzo de una nueva era de libertad (asociada esta a un liberalismo económico extremo) estancada en una de las mayores crisis económicas actuales se ha convertido en un fantasma, recuerdo borroso de cierto tiempo en el que la polarización ideológica por lo menos permitía saber que existía una alternativa a cada una de las doctrinas existentes.
El muro de Berlín, cuyo nombre en sí técnicamente era “Muro de Protección Antifascista” con el argumento de impedir en parte la unidad (y posterior rearme) de una Alemania recién derrotada pero con el objetivo real de marcar una diferencia entre Este y Oeste. Algunos conocen al muro como “cortina de hierro” error garrafal, ya que el termino cortina de hierra es atribuido a Churchill después de el posterior acaparamiento por parte de los soviéticos de las naciones de Este (diciendo que una cortina de hierro ha caído sobre Europa), aunque, de este cortina, el muro fue el símbolo, una valla de 45 km que separaba una ciudad en la que se entendía que de un lado existía una realidad y del otro la realidad alternativa, contraria, rechazada e ignorada.
Yo pertenezco a una generación que no conoció el comunismo, que consideró que ese espectro pertenecía al mundo de nuestros padres pero que era lejano para nuestra psique, yo no recuerdo el día que cayó el muro, no recuerdo la fecha ni lo que estaba haciendo porque tenía 5 años de edad y a esas edad no sentía interés por aquello que no fuera más allá del día a día; sin embargo sí recuerdo 1994 (año que, como dijo alguna vez Openhheimer, México estuvo en la frontera del caos) cuando el modelo neoliberal nos dio una bofetada devastadora, solo habían pasado unos 2 o 3 años desde que Salinas había reducido el Estado al papel de un simple espectador de las fuerzas del mercado, y solo fue necesario un día, un “error” una mala decisión y una confusión de técnicas para que ocurriera el llamado “efecto tequila” que arrastró al país (y al mundo) a una crisis devastadora.
Hoy día, a 20 años de la caída del muro y del fin del comunismo, el mundo sigue siendo el mismo escenario disconforme, solo miren la “guerra fría” que se está llevando entre Colombia y Venezuela o el muro que se está erigiendo en EEUU (este muro, caso aparte, responde al mismo miedo al “otro” y a un deseo de aislamiento para la defensa de cierta forma de vida y rechazando por completo a los que queden del otro lado).
El fantasma del comunismo (o la “nostalgia del comunismo” como dijo Álvaro Uribe) sigue latente, pero no de la forma en la que nuestros padres lo conocieron, existe como teoría y aspiración romántica de un mundo que no conocimos y por lo tanto deseamos conocer o saber en sí en qué consistía ese sistema que fue derrotado por el capitalismo; el socialismo del siglo XXI chavista, la monarquía hereditaria que es Corea del Norte, el capitalismo de Estado de China y el anacronismo cubano son una amalgama de modelos que no entendemos porque no son comunismo en sí (y al parecer este nunca existió) sin embargo, del muro de Berlín salió Salvador Allende y Augusto Pinochet, de ahí salió Videla y el Ché Guevara, de ahí salió la asociación de realidades que vemos en películas, en libros, pero que por ser hijos de la generación wikipedia no conocemos.
Una Alemania Unificada es el logro máximo que los latinos desearíamos aspirar alguna vez, pero no, el mundo que vivimos no tiene bloques ni muros, solo fantasías y fantasmas. El resto es historia.
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