El escenario es el siguiente:
Zelaya dijo “no” al acuerdo que firmó
Pues bien, sabía que iba a pasar. Mientras la comunidad internacional estaba optimista ante los acontecimientos, la política de hechos consumados que se estaba llevando en Honduras iban a terminar así ¿por qué? Porque Zelaya tiene dos alternativas: en una, retornaría a la presidencia bajo el auspicio internacional para conformar un gobierno de unidad que diera fin a la crisis y legitimara las elecciones próximas.
En la otra alternativa, se dedicaría a arengar en contra de Micheletti para continuar siendo el mesías republicano de Latinoamérica y defendiendo los valores de su gobierno aun cuando este no exista y use todos los argumentos posibles para que toda clase de acuerdos se queden muertos.
Si bien, en un comienzo Micheletti fue altamente intransigente, el paso de los días ha suavizado su postura al darse cuenta que su decisión no tuvo mucho apoyo internacional; mientras que Zelaya, defenestrado durante su mandato, fuera de él está gozando de los privilegios de la democracia al defender toda clase de libertad. Entonces, la solución es demasiado sencilla, si vuelve al poder durante unos días antes de las elecciones, estas son legitimas, él está comprometido a no hacer nada y entregar el poder al candidato ganador. Por otra parte, si alarga lo más posible el asunto, tan sencillo como que las elecciones las podría declarar ilegitimas y por lo tanto, argumentar la “legitimidad” en la extensión de su mandato ya que no reconocería el proceso llevado (y, aunado a esto, exigiría a la comunidad internacional que le den pelota).
¿Por qué? El artículo 242 párrafo 3 dice:
Si la elección del Presidente y Designados no estuviere declarada un día antes del veintisiete de enero, el Poder Ejecutivo será ejercido excepcionalmente por el Consejo de Ministros, el que deberá convocar a elecciones de autoridades supremas, dentro de los quince días subsiguientes a dicha fecha. Estas elecciones se practicarán dentro de un plazo no menor de cuatro ni mayor de seis meses, contados desde la fecha de la convocatoria. Celebradas las elecciones, el Tribunal Nacional de Elecciones, o en su defecto el Congreso Nacional, o la Corte Suprema de Justicia, en su caso, hará la declaratoria correspondiente, dentro de los veinte días subsiguientes a la fecha de la elección, y los electos tomarán inmediatamente posesión de sus cargos hasta completar el período constitucional correspondiente.
Es decir, si el proceso fuera “ilegitimo” en caso de pasado el tiempo y regresara Zelaya, este podría colocar a sus ministros para que ejercieran el ejecutivo durante 4 o 6 meses más, convocaría sus propias elecciones y, como técnicamente, el habría dejado el poder, el articulo que lo ata de manos en caso de un intento de reelección carece de validez, ya que el Consejo de ministros podría hacer la reforma respectiva que le daría autoridad a un civil como Zelaya (una vez abandonada la presidencia) para poder presentarse como candidato. Es decir, para Zelaya es más conveniente rechazar toda clase de acuerdos, para poder declarar nulas las elecciones (que, con Zelaya o Micheletti, iban a ser el mismo día) y así poder presentarse como candidato en elecciones (aunque el articulo 240 podría impedir su intención, el cuál establece que no podrán ser electos a presidentes los presidentes una vez electos a menos que hayan ejercido sus funciones durante los seis meses anteriores a la fecha de elección del Presidente de la República… (Como dice al finalizar el articulo 240, lo que, en caso de elecciones nulas y una convocatoria de 4 a 6 meses le permitiría ser electo).
A mí me está cansando el asunto de Honduras, pero no por Micheletti ya, sino por Zelaya, quién defiende la democracia desde la embajada de Brasil mientras arenga a su pueblo a morir en la lucha y él espera pacientemente a un acuerdo en el que no haya unidad ni reconciliación, sino que se le entregue de nuevo el control del Estado (¿han leído la constitución hondureña? El presidente tiene demasiadas atribuciones, tal vez más de las que debería tener para que existiera equilibrio).
En fin, la noticia de esta mañana en la que Zelaya declara “muerto” el acuerdo aun cuando Micheletti cumplió su parte, ya lo había dicho una vez acerca de Chávez, para un presidente latinoamericano un golpe de Estado en tu contra es la mayor virtud que puedes tener, te permite abandonar la presidencia con un aura divina y culpar a los demás de los posibles desastres que pudiste cometer. Ni modo, el realismo mágico de García Márquez es una pelotudez comparado con la realidad actual. En fin, el Resto es historia.
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