La
democracia es una de esas cosas que cada día escuchamos en diferentes lugares o
situaciones, siempre con la misma connotación de que esta consiste en que el
pueblo elija.
Independientemente de la categoría
que le podamos dar a “pueblo” y “elección”, la democracia es una de esas
palabras siempre citadas pero nunca explicadas o razonadas, con tener cada
cierto tiempo de campañas, debates y votos en urnas los delegados de la
convención vuelven a sus provincias hasta que el próximo monarca en turno
convoque nuevamente a los Estados Generales.
¿Quiénes son los que este año
compiten por la gloria de formar parte del pasillo del poder y el
encumbramiento social?
Allá por tiempos del 2005 cuando Roberto
Madrazo ocupaba la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI junto a la
eterna Elba Esther Gordillo las diferencias entre estos, aunque siempre
existentes, se volvieron algo evidente y engorroso para las aspiraciones de
Madrazo a la candidatura del partido. La creación del TUCOM (Todos Unidos
COntra Madrazo) como muro de contención no impidieron esto, pero sí provocaron
el mayor descalabro del PRI luego del 2006, es decir, la separación del
sindicato de maestros de sus bases. La “maestra”, incapaz de soportar un
hipotético gobierno de su némesis, decide arrebatarle el grueso del voto
magisterial y crear un partido propio con la única función de restar votos al
PRI, así nació el Partido Nueva Alianza.
Gabriel Quadri tiene por origen este
conflicto, hasta poco tiempo antes del registro de candidatos estaba en
negociación una alianza del PANAL con el PRI, pero este segundo, bastante
seguro de su triunfo, decidió no invertir capital político en cargos futuros y
le dijo que siempre no al PANAL. Quadri sabe que no es ni remotamente una
figura política, él, como Roberto Campa, son solo figuras menores cuya
existencia solo se justifica con el deseo del PANAL de subsistir y no perder el
registro como ya le pasó a Alternativa Social (era Alternativa Social y
Campesina, pero la parte “campesina” se escindió luego de un intento de golpe
de Estado perpetrado por el doctor Simi). Como Campa en su momento, se sabe
perdedor de la contienda, y eso le permite ser el más propositivo, no porque
sea el que tiene mejores propuestas, sino que al no tener nada que perder, sabe
que no va a ganar, así que no tiene que pensar en los medios para cumplir lo
prometido.
Ahora vamos a los tres, los reales,
los futuros tlatoanis del Imperio Mexicano.
Hace unos años, allá por la década
de los sesenta se hizo una película (basada en una novela de los cincuentas),
de la que hace unos años (unos años después de los hace unos años iníciales de
la oración) se hizo un remake con Denzel Washington que en espanish se tituló
“el embajador del miedo”. La historia, similar en ambas versiones, tiene el
entintado ideológico para hacerla funcionar en el siglo XXI que en lo sesentas,
básicamente consiste en cómo los comunistas (en la primera) y las
multinacionales (en la segunda) orquestan un plan macabro para convertir en
presidente a una marioneta a creada para satisfacer sus propios intereses.
Este “Candidato Manchuria”, hoy
puntero en las encuestas y deseoso se ser entronizado en la “grande” para
obrar, según la evidencia, a favor de ciertos intereses corporativos.
Enrique Peña Nieto es una creación
de un star sistem que aplaude el carisma y la popularidad en detrimento del
discurso. Negarse a debatir no es una señal de cobardía, es la aceptación
tácita de que el debate le es indiferente cuando ya tiene las cámaras (porque
la polémica alimenta al artista cuando este no tiene nada más que ofrecer).
Peña es cada vez más defenestrado en las redes sociales, pero eso le tiene sin
cuidado ¿Por qué? Porque la clase media, otrora el motor de la sociedad en
materia electora, le es indiferente. Peña tiene los ojos puestos en las masas
populares que se derriten con su sonrisa y el escote de su esposa, también
tiene la mirada en esa élite económica de la que depende para subsistir, ellos
son su carta fuerte, no una clase media cada vez más crítica y cada vez menos
autocrítica. Josefina Vázquez Mota se enfoca en precisamente esa clase media.
La abanderada de la derecha ideológica, la del conservadurismo y persecución de
minorías. La que ve la cohesión social en un sistema que dé preferencia a los
iguales, a los pares, pero estos pares navegan con el timonel de una persona
que vive en el Titanic electoral que está destinado a hundirse por la
existencia no de una mala conducción de la campaña, sino por haber convertido
en candidata a una de las figuras mas parcas, secas y amargas de la política.
La campaña de Vázquez Mota inició
mal, y el primer error consintió en elegirla a ella por su condición de mujer,
no por sus capacidades políticas. Las bases del PAN vieron en la primera
candidata de un partido fuerte con posibilidades de ganar como la única
esperanza de triunfo, pero luego de una serie de pifias propias de
principiantes se ha hundido en encuestas cada vez más desfavorable y ha
encontrado como única alternativa una campaña sucia contra el PRI, en cierta
parte porque han reconocido que no
tienen otra cosa que ofrecer que les funcione. Un rostro cadavérico, casi
anoréxico, una personalidad seca, cuyo tono a la hora de hablar evoca a rancias
fórmulas políticas de oraciones cortas, dichas de manera pausada para que
lleguen y apelando a que los oyentes son maniquíes de lento rendimiento. Al
contrario, el tono discursivo de AMLO y EPN es familiar, afectuoso, alejando
del rancio tono discursivo de Vázquez Mota. En sus discursos no existe la que
sería su única carta, la referencia, tiene nombres detrás: Michelle Bachelet,
Dilma Rouseff, Angela Merkel y Chinchilla, todas ellas mujeres gobernantes del
pasado y presente reciente que podrían servir de émulos discursivos, pero no,
el condicionamiento de su asistencia a la de EPN la debilita mucho más, porque
deja en relevancia que su interés es atacar al abanderado del PRI y no debatir
con alguien como AMLO que, revirando todas las encuestas, está canalizando los
errores de sus contrincantes para un aumento en su popularidad moderado, pero
de una forma tan constante que puede terminar beneficiándolo.
Él es el tercero, anteriormente
manejando una retórica incendiaria que rayaba en el neofascismo, el MOvimiento
de Regeneración Nacional (rimbombante nombre con ecos de totalitarismo) se ha
mutado en una república amorosa; aunque en una sociedad tan machista como la
mexicana un nombre así tiene características peyorativas que atentan contra la
masculinidad, el termino intenta generar conciliación, una gran concertación
que busca lavar la imagen de AMLO, de comunista a socialdemócrata, de que no es
un peligro para México, es más, de que el peligro radica en la continuidad,
pero la tiene mucho más difícil que sus rivales, al no ser una figura nueva,
carga en sus espaldas nombres como Gustavo Ponce, René Bejarano, “Juanito”,
Paseo de la Reforma y un sinfín de expresiones de carácter autoritario que pese
a la amorosidad siempre está detrás el hombre necio, rencoroso, que “perdona” a
sus rivales como si él pudiera arrojar la primera piedra, la actitud del “puro”
que se reconoce en cada uno de sus enemigos porque le demuestran ellos su
propia perfección.
AMLO nace como fruto de un sistema
en decadencia que desea abrazar fórmulas rápidas, este mesías republicano busca no una transformación de las
instituciones, sino el retorno a un pasado que, por mítico, se torna irreal. La
utilización de símbolos juaristas intenta establecer un puente entre el prócer
y él, culpando al porfirismo y ese neoporfirismo que fue el PRI del siglo XX,
con las mismas formas que los correligionarios de Juárez hicieron lo mismo al
despreciar todo vestigio colonial y mitificar un pasado indígena que solo
existía en sus cabezas. AMLO representa la alternativa menos pragmática por ser
la más idealizada. Demasiado hipe para un político.
Peña Nieto tiene carisma, eso es
evidente, pero es una figura carente de discurso; Andrés Manuel es soso y
acartonado, pero su discurso es atrayente e incluyente. Por desgracia (o
fortuna dependiendo de los vientos políticos) es acartonada y sin discurso,
quedándose en la mediocridad ante sus contrincantes.
El candidato Manchuria,
representante de los poderes fácticos puede perder por las mismas razones por
las que va ganando, su estrategia del silencio lo puede llevar a no reconocer
las aguas políticas cuando comiencen a ser desfavorables.
La timonel del Titanic, heredera de
la tradición más rancia del conservadurismo va a la deriva por culpa de ella
misma y su evidente debilidad a la hora de manejar algo tan delicado como una
campaña electoral oficialista. Solo podría ganar si Calderón atrapa al Chapo y
entre sus pertenencias está una foto de él con AMLO y EPN, ergo, que toquen los
violines.
El mesías republicano tiene las
cartas claras, su triunfo depende de sus rivales, usando la no confrontación de
EPN y canalizando la mediocridad de JVM, matizando su discurso y reconociendo
sus errores (o sea, manteniendo la campaña actual), puede estar más cerca de la
grande de lo que parece.
El país debe de esperar a junio, ese
mes, tan lejos y tan cerca, radicalizará las posturas, dogmatizará las
encuestas e intentarán las fórmulas más extrañas, todo para ser coronado, todo
por la patria.
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