Cuando
uno habla de oposición de manera general se está refiriendo a algo
que está en contra de otra cosa (demasiado obvio para tener que
resaltarlo). Sin embargo, esta definición puede ser más perniciosa
de lo que parece.
Por
lo general, cuando hablamos de oposición política nos estamos
refiriendo a aquellos que se encuentran “en la otra vereda” del
poder. Así, la oposición la conformaría todo aquel que no esté a
favor de determinado gobierno.
El
primer problema al hablar de oposición es que se hace en singular,
dando la apariencia de que esta es homogénea y uniforme con una sola
linea programática, que es la de oponerse al gobierno. No se debería
de hablar de oposición, sino de oposiciones para establecer la
heterogeneidad de ideas dentro de un grupo cuyo única relación
entre sí es la de no estar gobernando. Sin importar de qué
corriente ideológica provenga el gobierno en turno, siempre habrá
sectores tanto de su propia corriente como de la contraria que
encontrarán contradicciones y asuntos cuestionables.
Por
ejemplo, en México hablar de oposición o, como se suele decir
“partidos de oposición” a uno le deja pensando que comparten la
misma plataforma, cuando por un lado tenemos al PAN (de derecha), al
PRD (de izquierda), y a una pleyade de partiditos (sin tomar en
cuenta ese monstruo repugnante llamado MORENA) que se mueven
alrededor de los grandes como rémoras. Algunos de ellos comparten
las ideas del gobierno no por proyección ideológica, sino porque de
ellos depende su existencia.
Aunque
mi intención no es explayarme sobre el tema México, sino que me
gustaría hacer incapie en un mundo donde la oposición es tan
grande, pero tan condenada a implosionar que funciona como
laboratorio explicativo de porqué el término “oposición”
simplemente funciona para el Estado pero hasta ahí. Me refiero a la
Argentina.
Desde
el asenso de los Kirchner, Argentina ha estado sumida en una serie de
contradicciones acomodaticias que aquellos que simplemente no les
gusta la forma del gobierno no saben a qué espectro dirigirse cuando
el gobierno está compuesto por supuestos militantes de izquierda que
hacen negocios cupulares con grupos corporativos y transnacionales.
Pero no termina ahí, sino que la sola forma de dirigirse hacia la
sociedad por parte del gobierno parece una imitación de como ciertos
regímenes totalitarios (y me refiero a Venezuela) utilizan los
medios estatales (y forzando a los privados) para emitir cadenas
nacionales para informar de las medidas tomadas hasta en los asuntos
más triviales. Esto no es gratuito, responde a dos aspectos
puntuales, uno de ellos es dar la apariencia de un gobierno que está
constantemente trabajando (en Venezuela funcionaba con Aló
Presidente, en la Argentina la
usan hasta para anunciar la venta de muñequitos, y no es una
metáfora o comentario malicioso, es cierto, Cristina vendió
muñequitos nacionales y populares), y el otro para forjar un lazo
entre la sociedad y el gobernante haciendo más familiar el mensaje,
no le habla al pueblo, te habla a ti, televidente.
De
todos los lugares en el mundo donde se puede hablar de relaciones
totalmente antagónicas en casi todos los aspectos de la sociedad, la
Argentina se lleva las palmas. Dicen que los argentinos lo reducen
todo a nivel de hinchadas como si fuese un partido de fútbol, pero
sería realmente al contrario, en realidad lo argentinos llevan el
fútbol a sus niveles de temperamento social.
Hay
gobiernos cuyo lema es el consenso, entendido este como el interés
del Estado por pactar con las demás fuerzas políticas los programas
de gobierno, hay gobiernos de coalición, que son estos aquellos en
los que los partidos de oposición no solo son invitados a dialogar,
sino a formar parte del mismo gobierno (esto se entiende como cuando
son designados secretarios de Estado algunos miembros que militen en
otras fuerzas políticas).
Pero
hay gobiernos que hacen de la confrontación su sello personal; no es
solo el cuestionamiento de las políticas del gobierno anterior (eso
es relativamente común cuando gana la oposición), sino que intentan
crear un parteaguas entre el ellos y el nosotros.
No
me voy a explayar en los aspectos de este tipo de gobiernos porque ya
lo he hecho bastante en otras ocasiones, pero quiero referirme a la
Argentina por una razón que resalta de los casos de Venezuela y el
lopezobradorismo. Y es el hecho de que la oposición argentina
tampoco canta mal los tangos.
Uno
de los errores más naturales que llega a cometer el hombre en el
terreno de las ideas, es la aplicación de la ley de signos donde el
enemigo de mi enemigo es mi amigo. Y ahí es como, a diferencia de lo
que sucedió en Venezuela, donde Enrique Capriles logró convertirse
en un candidato de consenso aglutinando a las corrientes opositoras
al chavismo. Esto no fue nada fácil, principalmente cuando tenemos
en cuenta que el entre la oposición al chavismo hay desde la extrema
derecha hasta la extrema izquierda (aunque dudo que estos hayan
cerrado filas con Capriles). Sin embargo, con un discurso conciliador
para con los suyos y los otros, logró aumentar su capital político
en un país donde el monopolio del mismo fue del chavismo, aunque no
todo fue por Capriles, sino que el país que dejó Chávez y el peor
heredero para resolverlo por medio de una campaña que asemeja a la
de López Obrador en 2006 (por haber iniciado con una victoria segura
hasta hundirse en las preferencias).
Sin
embargo, esa nación austral que es la Argentina parece que nunca
logró conciliar la idea del dialogo con el pragmatismo. Hay
diferencias, claro. Principalmente es que los que están ligados al
Kirchnerismo realmente son incapaces de definirlo. Cristina saluda
con la izquierda pero se viste con la derecha; obsesionada con los
viajes a Europa, la ropa de diseñador, las joyas y la posesión de
inmuebles que utiliza a Eva y Perón como los arquetipos de la nueva
Argentina, cuando esta es tan nueva que recurre a lo más viejo del
imaginario. A veces de derecha, a veces de izquierda, simplemente el
gobierno Nac&Pop no se sabe definir con nada; y eso para la
oposición es un desastre.
Por
qué? Porque la oposición no tiene forma de definir a un gobierno
contrario cuando sus practicas e intereses son muchas veces
compartida. Si bien el gobierno, para cada estupidez que comete solo
se atreve a decir que fue una operación de Magnetto—dueño del
Grupo Clarín, algo así como el Televisa rioplatense—con un guión
cuyos seguidores repiten para todo, incluso creando un nombre propio
para este mundo de las redes sociales, los “Ciber K”. así, para
un Ciber K todo el que los critique es un milico golpista cómplice
de la dictadura y operador de Clarín, para la oposición todo el que
diga algo positivo del gobierno es un choripanero, chorro y viven en
la diKtadura.
La
oposición argentina aglutina visiones tan dispersas que, a
diferencia de la venezolana, no se pueden ni siquiera unir porque la
misma naturaleza argentina les impide reconocer siquiera un liderazgo
entre ellos, cosa fundamental si la intención es evitar que una
persona carente de ideología se apodere de lo que queda del Estado
por medio de movilizaciones y medidas tan absurdas como la elección
de magistrados de la corte por medio de listas electorales—lo que
obviamente significa su subordinación al partido postulante—.
El
único que ha logrado por lo menos generar reacciones al gobierno, es
Jorge Lanata. Anteriormente feróz crítico de Clarín, pero hoy
trabajando para ese medio ¿Por qué? “Panqueque” es lo único
que se le ocurre decir a los K, y siempre le quieren devolver la
moneda cuando habla del gobierno haciendo referencia a lo que alguna
vez dijo del conglomerado de medios—como si una cosa negara la
otra—. Tal vez la respuesta más coherente es el sentido común de
Lanata al aplicar la regla del “enemigo común”. Lo que logró
unirlo a Clarín fue que ambos tienen en el gobierno un enemigo más
poderoso.
Hace
unos meses se puso sobre la mesa la idea de Lanata como candidato
para las presidenciales del 2015, esto habla primero de su
popularidad, y en segundo de un mal endémico dentro de una oposición
que no ve el norte y tiene que recurrir a un showman para defender
sus intereses, porque, pese a su rol de periodista, Lanata es capaz
de mentir descaradamente solo para atraer pantalla—y eso lo
capitaliza muy bien el oficialismo—aspecto que sus seguidores
relativizan con tal de criticar la diKtadura.
Como
dije, eso habla del mal estado en el que está la oposición y de sus
credenciales morales al ser aparentemente incapaces de encontrar a
una persona cuyos antecedentes sean suficientes como para representar
una opción política viable, persona muy difícil que aparezca a
estas alturas, porque de haber existido ya se habría presentado.
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