Supongo que debo de escribirte esto, no porque tenga el deseo, sino porque te lo mereces y, tal vez, sí porque también tengo el deseo de hacerlo.
Solo te conocí apenas un mes, tiempo suficiente como para encariñarme ¿Quién no se encariña con una cachorrita abandonada en la calle?
Me gustaría decirte muchas cosas, pero ya no puedo decir más de lo que te dije estos días.
Te abracé, te dí besos, acaricié tu cabecita, miré tus ojitos y dejé que me mordieras.
¿Cuál fue tu raza? No lo sé, tal vez ni siquiera tuviste uno.
¿Dónde naciste y porqué fuiste abandonada en una caja en la calle en pleno invierno? No lo sé y no tiene caso intentar saberlo.
Tenías apenas--y puedo adivinar--menos de un mes de nacida cuando te encotré y un mes viviste conmigo.
Ayer amaneciste y no eras tú, no despertaste a mi lado, ya no quisiste morder ni jugar, solo querías dormir. Solo querías dormir y esa noche ya no quisiste despertar.
Me pude despedir de ti, te lo merecías, no me alejé de tu cuerpecito y te abracé a mi lado hasta tu último suspiro.
Fue a las nueve treinta de la noche tu última convulsión y ya no pudiste respirar más, te abracé, cerré tus ojitos y te dije las últimas palabras.
Adios Cacahuatito.
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