¿Lo recuerdan? Alguna vez, miembro de la derecha liberal de su país y volteado como cachorro a la “izquierda bolivariana” de Chávez, una destitución acelerada y dos bandos que violan la constitución.
Así es, me refiero a Manuel Zelaya Rosales.
Era una mañana de junio, un domingo en el que nos levantamos y el mundo cambió (sic), técnicamente, y eso fue lo realmente triste, es que no pasó absolutamente nada, el golpe de Estado contra Manuel Zelaya pudo haber pasado a la historia como un acto de ignominia política, un barco a la deriva de Micheletti y se debió de derrumbar por la fuerza de la verdad. Sin embargo, como todos aprendimos una vez más, América Latina está enferma, enferma de verdad porque tiene un cáncer que no se le puede extirpar, ese cáncer es Hugo Chávez.
Anteriormente, debo admitirlo, era partidario del chavismo porque lo consideraba una alternativa factible, pero eso se debió precisamente a que caí en el error clásico del romántico latinoamericano, y es el de “si te dan un golpe de Estado, entonces el bueno eres tú”. Chávez, como todos los sabemos, fue víctima de uno en 2001, acto que consolidó su influencia y liderazgo en la región. Durante esos dos días, en un golpe de Estado avalado por EEUU (el gobierno de Bush se aprestó a reconocer al nuevo gobierno) se ganó un líder al estilo decimonónico. Y ese fue el error, Chávez juega al doble discurso, a la moral hipócrita, Krauze dice que al contrario, no es nada tonto, es lo suficientemente inteligente como para saber consolidarse en el poder. Sin embargo, la inteligencia no está peleada con la estupidez. Como principal exportador de petróleo a EEUU entre ambas naciones existen relaciones de interdependencia. Como principal socio comercial de Colombia sucede lo mismo. En sí, nadie cree en sus declaraciones porque estas se escuchan cada dos semanas. Está bien, yo puedo creer que son solo declaraciones y dejarlo como un presidente campechano al estilo foxista (que no se liberó de sus altercados con los bolivarianos), pero el cierre de RTVE, la compra de la mitad de Globovisión, la persecución a la oposición, en pocas palabras, minar la democracia.
Está bien, un servidor tampoco ha sido un modelo a seguir en eso de creer en el sufragio popular (la democracia es una quimera que arrastra al populismo), pero casos como Venezuela confirman mi teoría acerca del espectro de la soberanía popular.
En fin, en lo que iba. Hugo Chávez es un cáncer para América Latina tal vez no solo por sus políticas ni acciones de gobierno, sino que gracias a sus declaraciones ha convertido al continente en un circo. Manuel Zelaya tal vez habría podido salir avante si, inmediatamente después del golpe se deslindara de Chávez. Sin embargo, la ya no alianza, sino sometimiento faldero hacia el Bolivariano, los ridículos intentos de “entrar en paracaídas”, la aventura de los amigos presidentes de acompañarlo, las vacaciones en la embajada brasileña, las ridículas declaraciones de Chávez y el delirante golpe de estado de un presidente sacado en calzoncillos del país, eso sí, nunca se quitó el sombrero.
Un periodista uruguayo dijo acerca del golpe contra Chávez: “más allá de si Chávez merece o no un golpe de Estado, es un golpe de Estado, y por eso hay que condenarlo”. Con Zelaya pasó lo mismo, solo que la diferencia fue precisamente eso, el antecedente venezolano hizo creer a Zelaya que el mundo se volcaría en su favor y le retornarían la presidencia en bandeja de plata. Aunque todos lo condenaron, el mundo usó el razonamiento de Andrés Opennheimer, es decir, el de “ok, fue un golpe de estado, pero este bananita tampoco era un modelo de legalidad”.
Zelaya metió al planeta en camisa de once varas que terminó de la forma menos digna posible pero tal vez la única: la resignación por parte de todos. Fue fácil, decidieron esperar a que terminara el gobierno de Zelaya (el plazo constitucional) y ta, Lobo es presidente y ya. Eso sí, Mel, como le dicen sus apologistas, no hizo más que consolidar su independencia y soberanía aceptando un puesto en el gobierno venezolano como algo de no sé qué del petróleo (léase: de esos cargos al pedo). El golpe de Estado de Honduras pudo terminar bien si no hubiera sido convertido en un juego mediático donde las pantalla de televisión estaban más al pendiente de las declaraciones que de las acciones concretas.
¿América Latina merece eso, ser el circo del mundo? Sí, sí lo merece porque fue un estigma que nadie nos impuso, sino que decidimos formarnos, dirán que el Imperio lo hizo todo y es culpable, pero aquellos gobernantes corruptos que les abrieron las puertas eran a final de cuentas hijos de esta tierra y reflejo de sus habitantes. Nosotros gozamos con lo que se dice de nosotros, el calor latino, la rumba, para los de afuera América Latina es tres cosas: García Márquez, Shakira y Dictaduras, a veces se cuelan Maradona, Pelé, Juanes, Neruda, Benedetti, pero precisamente esta multiculturalidad de visiones es lo que provoca que no tengamos visión alguna y nos convirtamos en un circo mediático.
Puede que sí, que nos merezcamos el tormento de ser quienes somos, al final de todo, no somos más que sudacas…
El resto es historia.
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