David Jiménez enviado especial de elmundo.es
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Gigantesca estatua Kim Il Sung en Pyongyang. | Kcna
- El Palacio Memorial de Kumsusan es el mayor mausoleo del mundo
- Hay más de 800 estatuas gigantes, miles de retratos y 10 millones de fotografías
Una mansión de 100.000 metros cuadrados, jardines adornados con 150.000 árboles de especies traídas de medio mundo, lagos con cisnes y servicio de seguridad privada formado por un millar de guardias. En cualquier otro lugar del mundo podría parecer excesivo para un muerto, pero ni Corea del Norte es un país cualquiera ni el difunto está considerado otro mortal más. Kim Il Sung sigue siendo oficialmente el presidente de este país 16 años después de su fallecimiento y el mausoleo donde descansa es el homenaje a su inmortalidad. "Yace en estado de perpetuidad", anuncia un sombrío funcionario del Gobierno a las puertas del Palacio Memorial de Kumsusan.
Así es el mayor mausoleo del mundo
La primera advertencia para quienes quieren ver el cuerpo embalsamado del Gran Líder es que hay que vestir "las mejores galas". Forma parte de la idea de que uno no viene aquí a visitar al muerto. Es él quien te recibe en audiencia. Para llegar a su despacho hay que dejarse llevar por kilómetros de suelo corredizo pintado en rojo comunista, caminar por cepillos rodantes que te dejan los zapatos como nuevos y ser desinfectado en una cámara de aire que despeina el tocado de las señoras y estropea el tupé de los militares norcoreanos que van entrando por riguroso orden de rango. Ni una mota de polvo puede ensuciar la sala donde descansa el Infalible: es el lugar más limpio del mundo.
Hay que dejarse llevar por un kilómetros de suelo corredizo pintado en rojo comunista
Kim Il Sung yace en un sarcófago de cristal, impecablemente vestido con traje y corbata, con la cabeza descansando en una almohada tradicional coreana y el cuerpo envuelto en la bandera roja del Partido de los Trabajadores. Realmente ofrece la sensación de que podría despertar en cualquier momento y ordenar, como en 1950, la invasión de la vecina Corea del Sur.
La tradición impone dar una vuelta alrededor del cadáver, postrarse a cada uno de los lados y abandonar la sala pretendiendo que apenas puedes contener las lágrimas, algo que los visitantes locales consiguen de forma convincente. "¿Por qué? ¿Cómo pudiste marcharte y dejarnos huérfanos? ¿Se puede vivir sin el sol?", se lamenta ya fuera de la habitación una señora enfundada en el hanbok, el vestido tradicional coreano.
La visita al Palacio Memorial de Kumsusan, nombre oficial del mausoleo, es la peregrinación a la Meca de los norcoreanos. Sólo se puede acceder por invitación y, salvo los altos cargos y los generales, el ciudadano de a pie debe conformarse con una visita anual. Vienen de todos los rincones del país, algunos caminando durante días, dispuestos a esperar lo que haga falta, todo para ver una vez más al Comandante Supremo.
Ni una mota de polvo puede ensuciar la sala donde descansa el Infalible: es el lugar más limpio del mundo.
El lugar reúne todos los excesos y excentricidades de un régimen que tiene el mérito de haber sobrevivido estancado en otro siglo mientras el resto del mundo avanzaba. Más de 800 estatuas gigantes, miles de retratos y no menos de 10 millones de fotografías (una por cada casa y edificio) recuerdan a Kim Il Sung. Su ideología Juche, una mezcla de ultranacionalismo coreano y estalinismo, es de obligado estudio en escuelas, universidades y centros de trabajo. El calendario del país se ha retrasado para que arranque el día de su nacimiento. El Gobierno asegura pues que estamos en el año 99. Viendo el estado del país, ¿quién podría discutírselo?
Adoración al Comandante Supremo
Pero quizá lo más sorprendente del Gran Líder no es que los norcoreanos le muestren un respeto reverencial, sino que el régimen espere que los extranjeros también lo hagamos.
Nada más llegar al país hay que postrarse ante la inmensa estatua de 35 metros de altura que se alza sobre Pyongyang, te fuerzan a visitar la insípida aldea donde nació y te llevan a la biblioteca donde su obra se estudia con el fanatismo del Corán en una madraza de Pakistán. Como todo lo que ha tocado Kim padre es sagrado, la visita al mausoleo se completa con un recorrido por las habitaciones de la que fue su residencia oficial, ampliada tras su muerte, como si ahora necesitara más espacio que en vida. Y hay que admirar el Mercedes oficial en el que se desplazaba, el tren con el que recorrió el país o las miles de medallas y diplomas que recibió.
Al salir fuera, a la inmensa plaza de 100.000 metros cuadrados que hay frente al edificio principal, tres niñas caminan en perfecto orden cargadas con ramos de flores. Se paran ante el retrato que adorna la fachada y se postran en silencio. Después les sigue un grupo de soldados. Funcionarios del Ministerio de Educación. Enfermeras de un hospital de Pyongyang ...Y llegas a la conclusión de que Corea del Norte necesita, como cualquiera que haya visto marcharse a un ser querido, aceptar su pérdida para salir adelante. La luz del Sol Eterno se apagó hace tiempo y, cuanto antes lo asuman, antes podrán los norcoreanos dejar atrás la represión, la ruina y el agotador desconsuelo que suponen vivir en el lugar más totalitario del planeta.
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