Tengo hambre, últimamente estoy sintiendo más apetito que otros días, pero creo que es por lo que fumamos anoche, d todas formas tengo que cuidar eso, mi miro al espejo y noto, aunque muy leve, un indicio de que se está formando una barriga, deberé ir al gimnasio un día de estos, o comenzar a salir a correr, o las dos cosas, sí, creo que serán las dos cosas. Nadie podrá decir que Daniela Martínez no se preocupa por su cuerpo de vez en cuando, aunque a veces es más vez que cuando.
Salgo del baño me visto y busco algo de comer en el refrigerador, cuando veo que no encuentro nada que me pueda satisfacer el antojo de algo que no se qué sea trato de pensar en alguna alternativa, nuevo a mirar el refrigerador y sopeso las posibilidades, hay leche, un poco de queso y tortillas, bueno, la leche me sirve, pero sería necesario mezclarla con algo que no sea lácteo, el queso queda descartado por ley y creo que las tortillas no encajan con el sabor. Necesito algo dulce. Reviso en las alacenas y encuentro un paquete de choquis, me gustan las choquis, a todo mundo le gustan las choquis. Bueno, no a todo el mundo, pero creo que si a la mayoría, el chocolate tiene felinetilamina, la hormona del amor según dicen, por eso pone feliz a los que lo comen y se regala entre los enamorados.
Honestamente tengo dudas con eso, no es que no crea que exista la hormona del amor o algo parecido, pero si esta estuviera en el chocolate perfectamente identificada ya habría habido una persona que aislara la enzima y la vendiera como una verdadera pócima del amor, aunque creo que su función más que nada es acelerar o potencializar el estado de alegría de las personas. De todas formas, si se pudiera comercializar esa hormona tendría más éxito que el Valium.
Bien, una vez que desayuno los choquis y me cepillo los dientes agarro mi mochila, me despido de mis padres que siguen en su cuarto y me voy a trabajar. Así comienzan todos mis dias.
No me puedo quejar de la rutina, es entretenida, alegre y ofrece cierta estabilidad emocional, muchas personas buscan la adrenalina y la acción, pero ellos lo único que buscan es de cierta forma completar sus vidas, si la vida la tienes completa o por lo menos algo muy cercano, entonces los cambios en lo que está funcionando son un error, innecesario, casi peligros.
Rutina.
Tomo el camión y pongo la radio, mugre radio, no tiene sentido lo que se escucha estos días, la música o es pura banda o puro electrónico. Igual tengo que aguantarlo un rato, a Carlos le trauma el asunto ese de los sintetizadores y a todos, en algún nivel entre la borrachera y la inconsciencia, les surge el deseo de cantar música banda, grupera o ranchera. Nunca he sabido cómo se diferencia.
“no es complicado” me dijo una vez Julián “bueno, un poco, la banda, precisamente, consta de una banda, la ranchera puede ser un tipo solo, como José Alfredo o Chente, la grupera es como la banda, pero un poco más rítmica, más para bailar, ahora sí, la tambora, eso es un disparate, esa es la música de los raveros rurales”
Desde ese día no volví a preguntarle nada sobre música, siempre termino más confundida.
Cuando llego al trabajo veo a Daniel salir.
--Hola—le digo.
--hola—contesta, aunque parece un poco apurado.
--¿tienes prisa?—le digo.
--no, solamente que no me gusta mucho este lugar y mientras menos tiempo pase ahí, mejor—me dice mientras se va tan rápido que no da tiempo de decirle algo más.
“no me gusta mucho este lugar” ¿se referirá a mí o a él? Pareciera a que todo, absolutamente todo lo que hago le fastidia, no tiene nada de malo trabajar en un cine, tienes películas gratis, entrada a las premieres y muchas palomitas, ni siquiera me dio tiempo de preguntarle precisamente a qué había venido. Era demasiado temprano para ver una peli. Me acerco a mi supervisor y le pregunto por él.
--ni idea—me dice—vino supuestamente a preguntar por una persona, pero ella no trabaja aquí, como que se equivocó.
--¿quién era?
--una tal Carla, le hablé a Carla la de taquilla, pero no era ella.
Carla ¿para qué necesitaba a Carla como para ir a buscarla a su trabajo? O tal vez ni siquiera era a Carla la que buscaba, tal vez era otra Carla, pero es realmente extraño que precisamente a mi trabajo sea a donde viene a preguntar por alguien.
Bueno, trato de despejar la mente, tal vez solo sea una trivialidad. Me pongo el uniforme sin dar otra mirada a mi panza en el espejo, a nadie le gustaría una mujer gorda, pero no soy nada gorda, y si sumamos las pantaletas y brassiere de encaje que me puse hoy, dudo mucho que alguien se mire en ese centímetro de mas que tengo.
rutina
Salgo del vestidor con el autoestima por los aires y me acomodo en mi estación, las maquinas lo hacen todo, pero es fundamental que haya personas que entreguen el producto, el interlocutor entre la maquina y el cliente, gente como yo, puros mugres facilitadores. Podría vengarme, pero hasta la maldad infinita tiene sus límites; no quiero terminar haciendo las cosas que hace Brad Pitt en El club de la pelea, eso es sucio y si lo hago yo nadie me asegura que alguien me lo haga a mí, prefiero pensar que si no lo hago las demás personas tampoco lo hacen. Sé que lo hacen, pero espero que el karma que genere impida que me lo hagan a mí.
Todo listo, viernes por la mañana y es día de estrenos, así que será un día fácil, porque los estrenos no son los mejores y esas pelis tardan una semana en ser vistas, nunca el día del estreno.
Me sirvo unas palomitas en un vaso de refresco y las pongo junto a mi estación, reviso la caja, están los quinientos pesos de rigor, los cuento para asegurarme que sean ellos y los vuelvo a poner en su lugar. Miro mi rostro en el espejo del mostrador y me acomodo la gorra, detesto usar la gorra, pero es algo leve comparado con la maldita red de cabello que nos hacen ponernos, pero son las normas, y las normas son inapelables.
Hay cosas que son apelables en este mundo, pero nunca las normas.
rutina
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