Puedo ver el dolor, solo que no puedo sentir el dolor
Dexter
Pero eso es una ficción, una mascara que nos inventamos para encajar en el entramado social y poder codificar el conjunto de símbolos que, a la larga, llamamos “normalidad”. Lo secretos son inherentes en los seres humanos, pero no los secretos normales, esas claves ocultas que hacen que nos sintamos diferentes a nuestros congéneres.
La cadena FOX emite una serie televisiva llamada Dexter. Actualmente, en un mundo dónde esa poronga de Lost suma fans y pierde fans, existen formulas televisivas que apuestan no a historias profundas o a personajes carismáticos, Michael Western, personaje de Burn Notice es un ex espía que se dedica a ayudar a personas (lo pongo de ejemplo porque fue mi última serie de “ah no mames qué perrona!”), pero al final es un personaje ayudado por amigos, por más que esté solo, no lo está.
Dexter es un ejemplo diferente, la historia versa sobre un asesino serial que se dedica a matar personas que lo merezcan (existe solo un dogma, la ley del talión, él mata a quienes maten personas), sin embargo, lo que seria una premisa excelente para comenzar, queda totalmente superada con creces en la existencia de Dexter ¿por qué? Él encarna a un personaje solitario, aislado de la sociedad y viviendo una existencia que no es de él, una mascara creada para poder mantenerse vivo (no vivo en el sentido sensorial, sino vivo para evitar morir o despertar sospechas). Viviendo bajo el “Código de Harry”, su padre adoptivo, se desenvuelve como analista de patrones de sangre en el departamento de policía de Miami; escenario perfecto para acceder a las bases de datos de la policía y rastrear a aquellas personas que por tal y cual cosa salieron libres, dedicando su tiempo libre a investigarlos y, una vez confirmada su culpabilidad, matarlo bajo un excéntrico ritual.
“héroe popular” puede ser considerado, un hombre que hace justicia cuando la justicia falla. Sin embargo, no es una existencia feliz, la razón es la soledad.
Como dije, todos tenemos esqueletos en el armario, y esa es la razón del éxito televisivo de Dexter. No se debe a que tácitamente admiramos a un individuo que mata a los malos. Sino que el personaje representa nuestros secretos ocultos. Deseos y ambiciones que por miedo a la condena social mantenemos ocultos en nuestra psique. Tenemos fantasía sexuales repugnantes, deseos homicidas, opiniones racistas, discursos de odio e ideas suicidas, siempre matizadas, ocultas en nuestro cerebro porque aspiramos a sublimarlos y que no pasen más allá de nuestras fantasías.
El éxito de Dexter radica en que representa la forma de vivir de todo ser humano que sale a la calle y saluda a sus vecinos, abraza a los niños, toma café, platica con todos, pero al llegar la noche, abre el armario y mira los esqueletos, goza con ellos y se entrega a esos placeres ocultos y prohibidos que no nos atrevemos a contar a nadie e incluso nos llegamos a sentir culpables por siquiera tenerlos, pero durante un momento, en el acto, no nos importa y lo disfrutamos. Nos identificamos con Dexter Morgan precisamente porque entendemos su angustia, su soledad, su mundo, no queremos ser como él porque él llega a un nivel más, pero sabemos que lo envidiamos, porque, a diferencia de nosotros, él creó un mundo basado en los esqueletos.
Tácitamente admitimos que con iniciativa suficiente haríamos lo mismo que él, tácitamente tenemos miedo de él porque es totalmente libre, tácitamente, aquellos que tenemos esqueletos en el armario, esperamos siempre mirar un episodio y decir “Dexter, pase lo que pase, estamos contigo y queremos que al final ganes tú”. El resto es historia.
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