Acabo de terminar los dos tomos de Argentinos del periodista argentino Jorge Lanata.
Bien, para comenzar tengo que admitir que la fuente de las últimas recomendaciones (Lanata, Kafka, Fischer) no ha errado en ninguna, solo que el tiempo no fue el correcto ¿por qué? Hace dos años, cuando era hecho consumado mi partida al Uruguay, decidí documentarme lo suficiente como para no llegar y decir “qué mierda es esto”, así que en la biblioteca de la facultad, en el último rincón (es decir, no solo es la sección de historia, sino que en el rincón de la sección de historia) me puse a buscar todas las historias mínimamente generales de Uruguay (principalmente) Argentina, Chile y Paraguay (por razones que no discutiré aquí, Brasil, como objeto de estudio siempre me ha resultado algo indiferente). De Argentina tomé un libro del FCE llamado Breve Historia de la Argentina que comenzaba con la presidencia de Irigoyen y termina con la caída de Isabel Duarte. Básicamente era lo que necesitaba, pero no satisfizo mucho mis intereses, ya que, como aspirante a politólogo siento mayor interés por los hechos recientes que pasados (razones por las que disiento de oficio del historiador), así que llegando a tierras del sur me decidí a documentarme totalmente sobre hechos recientes.
Así pasaron los años (dos) hasta que obtuve este libro (Argentinos).
El texto de Lanata es una crónica en sí, no un libro de historia. Se nota obviamente que su intención fue editar solamente el primer libro y el segundo fue fruto del éxito del primero. Las razones son sencillas, al parecer Lanata quería hacer una radiografía del argentino promedio, tratando de encontrar las razones de su idiosincrasia en el pasado pre-peronista. Donde aparecen los prejuicios, ambiciones, espíritu, todo. Debido a que esas reflexiones aparecen en el primer volumen (en el que nunca se hace referencia a la existencia de un segundo tomo); me atrevo a pensar que la reacción fue favorable y su popularidad se extendió más que como libro sociológico, como crónica histórica de una época lejana para la Argentina. El éxito lo orilló (nota cultural ¿Sabían que la palabra “Orillar” no existe en Sudamérica? nadie la entiende) a publicar un segundo volumen ya sin el perfil de “¿Qué es el argentino?” y más como crónica del siglo XX. Así, se aumentó la documentación y la extensión, dando énfasis en los hechos más que en sus impactos.
El primer tomo comienza con la llegada de los españoles a la región, pasando por “momentos estelares” como la fundación de Buenos Aires (Santa María del Buen Ayre), el virreinato del Rio de la Plata, la Junta Revolucionaria, sus inicios de dependencia inglesa, Rosas, la Triple Alianza, la conquista del desierto y otra vez su dependencia para con los ingleses. Culmina donde comienza el tomo II, con la presidencia de Irigoyen y el primer golpe de Estado en la Argentina, a partir de ahí, parece entenderse que todo el siglo XX argentino se mueve en una sola figura, Perón (una vez llegué a escuchar la siguiente frase “En Argentina todos pueden ser radicales, justicialistas, oficialistas, fachos, comunistas, nazis, judíos, católicos, ateos, pueden ser todo eso y rechazarlo, pero eso sí, seas como seas, en la Argentina siempre dirás que eres peronista”.
Aunque cae en algunos errores naturales del argentino, que son su total y acérrimo etnocentrismo. El autor se extraña por qué Artigas no muere en la Argentina (es como preguntarse por qué Juárez no murió en Estados Unidos), y sobre todo (y tal vez un error grave), no hace apenas referencia a otros países, aísla históricamente a la Argentina como único motor de su historia sin tener en cuenta los factores externos que tuvieron que ver en su formación (las migraciones italianas del XIX que conformaron la mitad de su cultura ni siquiera se mencionan), esto se debe (usando mis conocimientos de historiador) a la idea de nación, debido a que un nacionalista siempre se manejará con la hipótesis de la nación precedente a la independencia, afirmando así que la personalidad de un pueblo existía desde antes y por eso tiene derecho histórico a conformarse como país. Y en América no existe pueblo más nacionalista que el Argentino (sin embargo, Lanata no discurre precisamente en ese factor sine qua non del estudio de un pueblo: “¿cuándo se conformó la idea de nación en la argentina y de dónde proviene ese nacionalismo extremo?” debido a que el aturo lo da como hecho consumado, casi incuestionable, me recuerda a una frase de Carlos de Castro [precisamente en torno a la discusión de la nacionalidad uruguaya]: “es un deber de toda nacionalidad no discutir su independencia, sino acatarla y dignificarla” )
Obviando todo eso, el texto es tal vez la mejor crónica de la Argentina que he leído (y vaya que he leído pocas) si termina con De La Rúa no es porque ahí termine el coso, sino porque ahí termina el siglo XX argentino, con las contradicciones del neoliberalismo y la apertura de un nuevo sistema después del caos menemista, la era de los Kirchner entraba (estos, obviamente, peronistas).
No tiene caso hacer muchas menciones acerca de este libro, casi todo está dicho con anterioridad en otros textos, el plus que tiene es que Lanata, con el estilo del periodista, se enfoca en el dato anecdotario, en la frase y el hecho que acompaña la frase. Así es el periodismo, así es como se deben de escribir las historias de países, no porongas de 500 páginas que solo hablen de balanzas de precios en la Revolución. El resto es historia.
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