Sonó el teléfono justo al llegar, parecía que era uno de esos días en los que el trabajo se acumula durante toda la mañana; pensó entre contestar y salirse a desayunar como todos su compañeros, no tenía hambre, pero tampoco tenía intención de contestar el teléfono. Así que hizo lo más racional posible, no contestó, y si alguien protestaba posteriormente, podría decir que salió a comer.
Encendió la computadora, rutina diaria, abrir el MSN y Facebook al mismo tiempo para estar al día con la vida de otros, siempre es interesante saber que uno tiene conocidos que están despiertos a las dos, tres o cuatro de la mañana haciendo exactamente lo mismo que él hacía el día anterior manteniendo la dinámica de las redes sociales intacta aun cuando él estaba dormido.
Volvió a sonar el teléfono y el dilema era el mismo, así que para evitar una cavilación similar cada cinco minutos, contestó.
Era Carla, la rutina de muchas mañanas era hablar con Carla sobre lo que planea hacer el resto del día, aunque la primera respuesta siempre era el tradicional “supongo que trabajar ¿y tú?” a lo que viene la respuesta inmediata, “no sé, a ver qué hago”.
Hablaron así durante diez minutos hasta que se decidió colgar, Carla era simpática, pero un poco rara, la había conocido hace unos diez años en la secundaria ¿o fue hace más? Ya no recuerda, el caso es que recordaba que del grupo ella era la primera que conoció, después se fueron integrando los demás, aunque de algunos ya no recuerda al cien por ciento cómo fue que llegaron al grupo, sobre todo Héctor, él no se simpatizaba del todo, tenía un forma no cínica de ver las cosas, sino que era un tipo demasiado arrogante cuyo mundo solo se basaba en hablar de cosas que él consideraba “artísticas”, era extraño que para él la Tigresa del Oriente no fuera considerado arte, abstracto o surrealista, pero un tipo de arte, además de un acto heroico salir en público un traje de felina y cantar sobre una cerveza, la cerveza San Juan, aunque él estaba seguro que la letra de la canción es la misma que la de Nuevo amanecer, ¿Quién creó el termino de Cumbia selvática? Además de que no entendía por qué era necesario siempre un atuendo para representar lo que se está hablando. Los policías se visten de azul, pero nunca se puso a pensar el por qué de esa vestimenta, parece que el color azul representa paz, eso sí, los policías en plural no existen, de eso estaba seguro, en alguna parte leyó, al parecer una enciclopedia o diccionario que en realidad la policía era una abstracción, algo así como el conjunto de leyes de y normas de orden, los que llamamos policías en realidad deberían llamarse agentes de policía. Esa clase de datos debería aparecer en alguna parte, un compendio de datos inútiles para el buen desarrollo humano con un prólogo de Carlos Monsiváis.
Monsiváis, pensó en ese viejo radical, estaba seguro que en algún momento lo odió, le desagradaba de sobremanera que tuviera más presencia que Dios o José Fors en Guadalajara. Hubo una época en la que no viera texto o artículo en el que no se viera la pluma de Monsiváis, lo detestaba por ser mejor que él, era un intelectual demasiado crítico con todo y a él le desagradaba que no tomara partido, que no tuviera el atavismo clásico de los intelectuales de izquierda y permaneciera ajeno a cualquier tipo de régimen. Lo odiaba por eso, pero con el paso del tiempo, ese odio pasó a convertirse en admiración, un respeto silencioso hacia un pensador lo suficientemente cínico como para no comprometerse con nada, era eso, le agradaba el cinismo de Monsiváis, eso lo hacía entretenido.
Detestaba esa clase de procesos mentales, comenzar pensando en un tema y a los 10 minutos darse cuenta de que estaba reflexionando acerca de algo diametralmente opuesto a lo que sirvió de disparador del pensamiento, aunque desde otra perspectiva, ese es el proceso que lleva realizando desde que nació o tenía uso de la razón por más limitada que fuera, si hubiera sido constante seguiría ambicionando un biberón o ir a la tienda para comprar cartitas para el álbum de moda, aunque muchas veces no alcanzara a juntar el suficiente dinero porque si era de Panini, las cartitas eran caras. Por eso prefería canalizar sus ambiciones a un refresco en bolista y unas papas, todo por menos de mil pesos. Tal vez por eso era relativamente necesario permanecer en constante renovación en el pensamiento, ciclos de diez minutos entre idea e idea, regresar a una anterior cuando el contexto lo necesite pero nunca pensar en algo más de diez minutos, esa era la clave para mantener la estabilidad mental donde debe de estar, estable en la mente.
Asesinato muerte matar, regresó a la idea de Daniel y pensó en cuánto tiempo había destinado en su cabeza la idea ¿habrían sido más de diez minutos? Si una idea abarcaba más de diez minutos quería decir que era algo importante, algo digno de destinar más de una sexta parte del día. Si se decidía a participar en el juego hipotético, en el caso de que en realidad sea un juego hipotético, entonces se adentrará en terreno peligroso, sus ideas quedarán trastocadas y ya no tendrá los lapsos de diez minutos entre pensamiento y pensamiento. Tal vez comience como un juego, un ejercicio lúdico y después alguno se lo tome en serio y decida matar al presidente, como en El Péndulo de Foucault de Umberto Eco, estaba seguro que el autor italiano usaba el recurso de razonamiento cartesiano de que las cosas existen porque se tiene idea de su existencia, si los protagonistas de la novela crean una conspiración como un juego, por antonomasia esta se convierte en realidad porque ya dieron pauta de su existencia. Existir porque otros deciden que existas, dejar de existir porque otros deciden que dejas de existir, entre esas dos opciones hay una tercera que resultaba peor, ni siquiera haber existido porque a otros no les pareció lo más mínimamente interesante siquiera plantearse la idea de tu existencia, de la existencia de las cosas y de las formas ¿cuántas personas famosas e importantes desaparecieron porque a nadie le interesó crearlas? Él podría haber sido un hombre lleno de gloria si los demás se hubieran planteado la posibilidad de su gloria, si hubieran razonado que la gloria es posible en él, entonces se expandiría la idea y él, por medio del sentido común, que al final es la lógica de la mayoría, estaría repleto de gloria. Lástima, parece que el razonamiento cartesiano no sirve si se aplica a uno mismo.
Pero en ese caso, al entrar la idea de la muerte del presidente y la organización de un plan lo suficientemente coherente, entonces sería técnicamente posible la aplicación del plan y cambiar el rumbo del país porque la idea estaría planteada, sería divertido ver a alguien intentarlo. En fin, a menos que Daniel no regrese con la propuesta, él no volvería a destinar otros de sus diez minutos para cometer un magnicidio.
Volvió a sonar el teléfono, Carla otra vez para decirle que por la tarde se reunirán todos en casa de Héctor para volver a plantear la propuesta del juego de Daniel, ¡mierda! Volvió a pensar, justo cuando acababa de hacer la promesa de no destinar más de diez minutos, precisamente regresa la propuesta. En fin, en qué consistía ya no era relevante, ahora era prioridad saber qué iba a comer, la ficción del desayuno ahora era real y tenía hambre, colgó y salió rumbo al mismo OXXO, ahora por una comida decente y racional, burritos congelados calentados en microondas. La vida no podría ir mejor en los próximos diez minutos dedicados a pensar en los burritos congelados.
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