25 sept 2012

Anotaciones postelectorales.


Hace algún tiempo que no me siento a escribir de manera regular, aunque existe una explicación bastante atípica, como buena persona del siglo XXI pero con pensamiento anacrónico del siglo XIX, necesito una musa para poder obtener inspiración. Sin embargo, las últimas semanas, gracias a la actual coyuntura sociopolítica me he estado llenando de frustración ante una avalancha de cambios, la mayoría contradictorios y, principalmente, ante una parcialización irracional de la información por parte del sector que se busca presentar como el más informado de nuestra sociedad.
            Mi relación con #YoSoy132 comenzó con recelo, pasó al respeto de sus posturas, luego a las críticas de sus acciones, hasta mi rompimiento con cualquiera postura asociada a ellos por, en mi particular punto de vista, los asocio directamente no con la izquierda, sino con la izquierda lopezobradoristas. Retomando el concepto atribuido a Lenin de los Idiotas útiles, es decir, individuos que, en su mayoría de buena fe, pero desconociendo el núcleo de ideas que defienden, son arrastrados por otros grupos más cohesionados y reducidos hacia sus propios intereses. En democracia el idiota útil es más útil de lo que parece, puesto que movilizando grupos sociales bajo determinadas banderas, los sectores dominantes tienen la capacidad de usarlos como carne de cañón electoral.
            Existen aspectos de la sociedad que con frecuencia son sobredimensionados por aquellos que los promueven sin poder diferenciar entre conciencia social y conciencia de clase, agrupándose en la segunda para demeritar la primera. Entre ellos, el uso de Twitter como herramienta de comunicación y los “tuiteros” (recién adoptado por la RAE) se desenvuelven en su interior cayendo en el más grande error de los tiempos modernos, que es la falsa creencia de que en ellos se concentra la voluntad popular.
            Las pasadas elecciones fueron prueba de ellos y de los peligros que puede acarrear esa línea de pensamiento, debido a que, en considerable minoría (lo que se deduce fácilmente si se tiene en cuenta el porcentaje de mexicanos con acceso a internet) el ojo de la realidad no lo pudieron soportar. Las redes sociales hicieron causa común con López Obrador, desconociendo el llamado “México profundo” esa sociedad rural que no tiene acceso a las modernas tecnologías y a las que el mensaje de los movimientos estudiantiles no llegaba. Cuestionaron a Televisa por la parcialidad sin cuestionar su propia parcialidad de sus postulados.
            El problema de la universalización radica en la negación de la otredad, en este caso, todo aquel que durante la campaña presidencial no usaba las redes sociales como principal medio de información pasaba al plano de los ignorantes o, en su defecto, desinformados, convirtiendo la realidad en un dialogo en el espejo donde los únicos con derecho a emitir opiniones eran aquellos con una computadora frente a ellos.
            ¿Qué riesgos conlleva esto? Principalmente dos, el primero es la sobredimensión que abarcó el uso de las redes y la errónea ilusión de que las preferencias políticas de los usuarios de Twitter y Facebook (en su grueso asociadas a una corriente política determinada) eran aquellas de la mayoría de la población que no tenía acceso a una computadora. Los resultados adversos a ellos fueron inmediatamente considerar que algo erróneo había pasado sin caer en la mínima reflexión de que todo se pudo haber debido a que su activismo se redujo a un dialogo en el espejo. ¿Por qué? Es sencillo, los meses pasados fuimos testigos de una considerable cantidad de marchas, independientemente de lo que pueda creer acerca de la utilidad de marchar, las primeras dos tuvieron un considerable impacto en la población que vivió como testigo tales acontecimientos, pero en lo personal carece de sentido hacer una marcha por semana en los mismos lugares y ante las mismas personas, ignorando que más allá de la mancha urbana existían poblaciones ajenas al drama electoral y que formaban parte del voto duro del PRI.
            La derrota de Andrés Manuel López Obrador se tiene que ver desde otro ángulo que el del fraude y la imposición, puesto que limitar el análisis a esta dimensión conlleva el riesgo de evitar cualquier otra línea de análisis y la autocrítica haciendo cargar todos los males a los adversarios y ningún reconocimiento de una campaña exitosa, pero insuficiente, son las insuficiencias las que no se quieren evidenciar usando una retórica simplista del “robo de la elección”.
            El principal error de la campaña de Movimiento Progresista fue la negación del otro, que lleva como resultado la maximización de uno mismo y atribuir la pureza ideológica caudillista donde todo el que cuestione sus posturas o modos de actuar está por deducción coludido con el poder fáctico (uno solo, único e indivisible al parecer).
            El movimiento #YoSoy132 que inició como un golpe de efecto de frescura democrática, fue rápidamente cooptado por elementos de la izquierda progresista, abandonando sus postulados de democratización de los medios iniciales para pasar a usar simplemente el lenguaje de la imposición y declararse Anti-Peña. Los defensores de este movimiento argumentan que Peña Nieto representa un sistema y por eso es lógico su cuestionamiento, pero los más críticos miraron cómo, paulatinamente, sus posturas fueron cambiando conforme fue involucionando el discurso progresista de Obrador, hasta convertirse en una especie de grupo de choque que marchaba (“espontáneamente”) en concordancia con las palabras del candidato de las izquierdas, hasta llegar a un punto donde las críticas a López Obrador no existían dentro del movimiento y la asociación de este con la esperanza y la única forma de salvar al país convirtió en frustración la inacción en las preferencias y la inminente posibilidad de la derrota del candidato; cuando esta se dio, los resultados fueron evidentes, reclamos de fraude y gritos de impugnación y anulación de las elecciones, pero erróneamente abanderados en una estrategia post electoral mal preparada (aunque mejor que la de hace seis años), cuyo principal mecanismo de acción fue mediático y una apuesta jurídica poco clara y apresurada, aunque es cierto, el Tribunal pudo haber actuado más allá de las atribuciones que se daba a sí mismo para aclarar las voces de protesta, pero su “inacción” en gran parte se debió a que la impugnación estaba más plasmada de valoraciones ideológicas y suposiciones abstractas que verdaderos argumentos jurídicos. El problema es que, por medio de las redes sociales, se aplicaron dos lecturas de una misma realidad, por un lado, estaba la impugnación que Movimiento Progresista entregó al TEPJF y por otro lado lo que los usuarios de Facebook creían que era la impugnación.
            El principal problema fue la sustitución de los canales de información, como historiador aprendí que existe cierto rechazo del ciudadano de a píe acerca de la “historia oficial” al tacharla de falsa por el solo hecho de ser producto institucional, llevándolo, en su espíritu crítico a creer cualquier otra versión  que contradiga esta postura (léase cualquier lectura de Francisco Martín Moreno), aunque es evidente que la historia ofrecida de manera piramidal por la instituciones gubernamentales está bastante matizada, también es necesario reconocer los porqués de estas versiones y aceptar que hay ciertos hechos que sí fueron así y que, interpretaciones aparte, no siempre el gobierno miente. En este caso, el mismo fenómeno ocurre entre quienes rechazan el “discurso oficial” por el solo hecho de provenir del gobierno y no ir más allá en la crítica del porqué se debe de rechazar. Las redes sociales se convirtieron en el revisionista histórico posmoderno, pero hay de revisionismos a revisionismos, una cosa es la revolución vista por John Womack y otra por Salvador Borrego; en internet confluyen ambas posturas donde, por desgracia, la segunda tiene un papel predominante. La sociedad, y primordialmente los jóvenes, cayeron en el error de considerar que por tener acceso a internet la educación convencional era innecesaria, se refugiaron en el confortable espacio donde un libro es sustituido por un meme y la crítica de fuentes quedaba subordinada a la confirmación de los prejuicios.
            “Odiar al PRI” se volvió una moda, y como toda moda, no fue necesario racionalizarla, porque uno estaba en un espacio donde todos odiaban al PRI y esa sensación de pertenencia que nos daba legitimar prejuicios nos impidió reconocer qué información era real y cuál era falsa, porque un meme que diga que el PRI hizo tal cosa era suficiente, la comprobación era innecesaria porque nuestra capacidad intelectual nos decía que así debería ser y punto. Como la información que veíamos no aparecía en Televisa u otros medios convencionales (en gran medida porque esta no pasaría la prueba mínima de criterios de veracidad) la creímos a rajatabla y modificamos nuestro discurso negacioncita a la hora de ser amonestados en sus contradicciones, si alguien nos llegaba y decía con pruebas que estábamos mal, inmediatamente lo tachábamos de herramienta del PRI y tirábamos a la basura su argumentación bajo la irónica consigna de que nosotros éramos informados y no manipulados y ellos ladrones y corruptos.
            La situación actual es resultado de todo eso, lo que estamos viviendo no es un fraude, sino el resultado de nuestra propia ignorancia al caer en el seductor juego de creer nuestra propia realidad sin reconocer que esta abarca más allá de nuestras pasiones ideológicas.
            El resto es historia.

6 sept 2012

Conversacion.


Me cité con él en una céntrica cafetería, según decía, el menor anonimato es aquel que se predica públicamente. Sin mucha comprensión de sus palabras, le creí más por no entrar a debate que por pura convicción.
            Su aspecto era algo pálido, el rostro de quien se debate entre la anorexia y la simple falta de nutrientes, parecía cansado y algo preocupado, aunque eso no le impedía sonreír cuando intentaba demostrarse amable. Elegantemente vestido con ropas algo antiguas, como testimonio de mejores épocas en el pasado.
            Eligió un asiento cercano a la ventana.
            --Cuando una presa es cazada--me dijo a la vez que pedía dos tazas de café--los que somos perseguidos tenemos el privilegio de sabernos vigilados y nos podemos adelantar.
            --Siempre y cuando sepa quién es quién lo persigue.
            --Eso es lo de menos, a todos nos persiguen de alguna forma u otra.
            --Bien--asentí para cambiar de tema--me dijeron que usted tenía alguna información para mí.
            --Depende de lo que llames información, en estos días casi todo lo es, son tiempos complicados ¿cierto? cuando yo era joven estas cosas no pasaban.
            --Creo  que sí sucedían.
            --¿Por el Torneo? sí, sucedían, pero no a esta magnitud, los conflictos se limitaban a áreas determinadas, ahora uno no puede caminar por ninguna calle sin el riesgo de terminar calcinado.
            --En todas las guerras hay daños colaterales.
            --sí, pero por definición los daños colaterales deben de ser un porcentaje mejor a las bajas efectivas. A donde sea que vea, mueren civiles, pero ninguno de “ellos”--sentenció mirando a la ventana.
            me dijeron de él hace unas semanas, un viejo lobo de las luchas sociales que había permanecido ajeno a mi espectro de conocidos; cuando intenté preguntar sobre él, me encontré con una curiosa bibliografía que giraba en torno a una sola problemática: las víctimas de las guerras “Z”. Por mi profesión es normal relacionarme con activistas, pero él fue un hombre difícil, desconfiado a veces en demasía, alegando persecutores por todos lados, no tenía residencia fija y las citas siempre las imponía él, cambiándolas a último momento argumentando motivos de seguridad.
            Mira--me dijo mientras sacaba una serie de documentos--esta es una gráfica de las bajas de los últimos cincuenta años ¿Notas la espiral ascendente? mientras los guerreros “Z” se hacen más poderosos aumentan los “daños colaterales”.
            --No solo ellos--respondí--los enemigos son peores.
            --¿Te crees la propaganda?--sonrió y sacó un cigarro de su bolsillo--mira, mi padre perteneció a la Patrulla Roja, y cuando estaba con ellos siempre se mantuvo un orden, había códigos, ellos nunca mataban a quien fuera innecesario, era un arreglo sencillo, te dejaban en paz y los dejabas en paz. Durante mucho tiempo dejaron equilibradas las cosas.
            --Supe de mucha gente inocente que mataron.
            --Eso fue porque alguien rompió las reglas--sentenció--ellos buscaron las siete esferas con sus métodos, pero de repente apareció Gokú ¿Para qué quería las esferas? dicen que para revivir a una persona ¿Sabes cuántos murieron en su búsqueda? ¿Dónde están esas bajas? No, nadie las contabiliza, no quiso aceptar las reglas que todos sabíamos que mantenían el equilibrio y vino en anarquía, mi padre me contó que cuando la patrulla roja se vino abajo, todas las células se comenzaron a pelear el control de lo que quedaba, hubo baños de sangre y al final el perdió todo, ¿sabes? todo por un niño que quería juntar por mera ambición las esferas.
            --¿Qué fue de tu padre?
            --Se suicidó luego del incidente del torneo.
            --¿Sabes por qué?
            --¡Claro! porque era un hombre anacrónico, porque  su tiempo había pasado, porque el mundo en el que él reconocía el orden se había colapsado; desde niño aprendió a usar armas y, un día...
            Su rostro se volvió tenso, miró fijamente a la ventana tratando de identificar una figura, volvió a mirarme y retomó la plática con voz pausada, melancólica.
            --Un día se despertó y lo miró por televisión, era él, Gokú, peleado con Piccoro, no había nada del viejo mundo en esa batalla, no se suicidó por desesperación, se suicidó porque sabía que ya no formaba parte de este mundo.
            --¿Eso le afectó?
            --¿A quién no le ha afectado saber que su padre se suicidó por que ya era un anacronismo? Pero yo no era él, aprendí rápido que las formas de él, no me vanaglorio, uno no puede buscar venganza cuando se reconoce a sí mismo incapaz de llegar a los niveles de ellos; así que decidí investigarlos, saber más de ellos, pero no fue fácil, no, no lo fue.
            --Explíquese.
            --¿Sabes quién está detrás de ellos? era un secreto a voces, logré encontrar evidencia que confirmaba mis sospechas, a Gokú lo financia la Corporación Capsula, incluso han establecido una especie de alianza dinástica entre uno de su raza y la heredera de la compañía.
            --¿Bulma?
            --¡La misma! Intenté entrevistarme con ella, pero me cerraron las puertas, alegaron que era secreto. ¿Sabes qué es lo  irónico? Ni siquiera le había dicho qué quería y ya me decían que no podían decir nada porque era secreto.
            “investigué, la relación comenzó hace años, incluso antes de la caída de la patrulla roja, parece que desde que la joven heredera del imperio capsula era una adolescente. No sé bien cómo, pero desde entonces han estado demasiado unidos.”
            --Dicen que ella es científica, puede que sea curiosidad profesional.
            --También pensé en eso, pero encontré otros datos nada agradables, de todas las destrucciones que causaron sus peleas ¿Sabes quién se encargaba de volver a levantar los edificios, a qué empresa le otorgaban los contratos? Lo que Gokú destruía, Capsula lo volvía a levantar, embolsándose miles de millones de paso para financiar sus absurdas aventuras espaciales, dime ¿De qué sirven? Llevamos años en estancamiento tecnológico pero una empresa privada tiene la tecnología para viajar al espacio y la utiliza para atraer nuevas amenazas. Ellos han formado un circulo vicioso de destrucción y construcción en el que no formamos parte del ciclo útil para ellos más que siendo mano de obra y estando lo suficientemente asustados para hacerles frente.
            --Sin ellos Cell nos destruiría.
            --Sin ellos Cell ni siquiera existiría.
            --No entiendo.
            --Puede que no me creas, pero he investigado con los viejos amigos de mi padre, Cell formaba parte de un programa previo de la Patrulla Roja de ingeniería genética; luego de la destrucción de la organización, algunas células no fueron desactivadas porque estaban fuera de las instalaciones, se manejaron ellas solas. una de ellas, dirigida por un tipo llamado Maqui, estaba trabajando en un proceso de perfeccionamiento de armamento, cuando vio lo que era capaz Gokú de hacer sin utilizar armas, redirigió toda la investigación a la genética, le siguió los pasos, lentamente recuperó material genético de todos ellos, los Z.
“piensa en las similitudes, Cell se puede regenerar como Piccoro, eleva sus poderes como Gokú y tienen niveles de transformación como Freezer; sí, Cell es una creación de la patrulla roja pero ¿Crees acaso que uno solo hombre en solitario puede recoger todo eso? No, desde el solo hecho de que nadie más que los Z sabían de dónde estaría Freezer cuando llegó hasta estar en todo lugar en el que ellos estén. Solo hay una explicación, la única institución con acceso a esos lugares y con recursos suficientes para financiar un proyecto tan descabellado y sin seguridad de éxito es la Corporación Capsula.
            --¿Tiene pruebas de ello?
            --Solo algunos retazos, debería de saber que su seguridad es demasiado fuerte y resulta casi imposible ingresar.
            --O sea que lo que dice son solo suposiciones.
            --Y así quedarán, dudo que haya alguien capaz de adentrarse en esa corporación.
            --Pero si dice que alguien dentro financió el experimento de la Patrulla Roja quiere decir que alguno dentro de ellos no comparte su visión del mundo.
            --O la comparte demasiado, es un circulo vicioso ¿Qué es Cell sino una amalgama de todos ellos? en unas horas comenzará su torneo y él lo único que tiene en mente es pelear para ser, según él “el más fuerte”, ¿Qué diferencia tiene con Gokú o algún otro “guerrero” de ellos? ¡Ninguna! al contrario, legitiman un circulo vicioso de destrucción y reconstrucción donde las victimas somos nosotros. sí, dicen que Gokú trata de llevar las peleas a donde no haya civiles pero ¿Luego? lanza un maldito ataqué que destruye alguna villa, pueblo o ciudad sin darse cuenta o provoca terremotos que causan más muertes que una bomba atómica, tsunamis, explosiones, miles de millones de desplazados por sus guerras y nadie que les haga frente porque se presentan ante uno como los salvadores, y nosotros, por temor, los tomamos como tales y no hacemos nada para que en poco tiempo aparezca una “nueva amenaza” en contra la que solo ellos pueden combatir, dime ¿Cuántas “nuevas amenazas” han aparecido antes de que ellos llegaran? ¿No te parece sospechoso que mientras ellos se hacen más fuertes llegan amenazas más fuertes y que antes de que Gokú llegara a la tierra no habíamos pasado por peligros tales?
            --Hasta donde sé, la alternativa es la muerte.
            --A Cell le somos indiferentes, ni siquiera le importamos como para que le interese matarnos ¿Sabes qué opino yo? que mate a Gokú y se largue a otros planetas, aquí ya no encuentra lo que necesita si mata a su rival.
            --Si tan poco le interesamos--objeté--podría simplemente matarnos y desaparecer.
            --Puede sí, es una alternativa, pero tampoco hay mucha diferencia a estar muertos en vida, a pasar cada día pensando qué explotará, viviendo bajo fuego cruzado con un gobierno que ni siquiera existe porque todo se da a voluntad de lo que digan esos guerreros y la corporación capsula, en este planeta no tenemos ya instituciones, ni siquiera sabemos ya lo que es tener una religión para ocultarnos.
Con Gokú a nuestro lado estamos perdidos.
            No lo contradije, no porque opinara como él, sino porque su rostro ya no me miraba, tenía la mirada fija en la calle, en la nada. Me levanté con un gesto de condescendencia, cosa a la que no reaccionó tal vez por no darse cuenta o por estar demasiado acostumbrado a que lo vean así, un hombre viejo, heredero de las balas que se rehúsa a reconocer que el mundo ahora se rige por el Ki y no por el dinero. Salí de ahí y lo vi por última vez, reconocí qué miraba, un niño jugando con una pistola de plástico, creí verlo llorar.
            Pocas horas después, algunos kilómetros fuera de ahí, me encontraba mirando el torneo de Cell, mi amigo, el niño del arma, todo el lugar, fue barrido por un kamehamehá.
            En llamada “guerra contra los enemigos” de Gokú han muerto 122458545836 personas
            ¿Hasta cuándo Gokú, hasta cuándo tendremos que soportar tu ambición de ser “el más fuerte”?