10 oct 2017

Parte 1

Suena el despertador, no tiene un sonido especial, es simplemente el beep beep normal, mantenía el mismo tono desde hace años por diferentes factores, el primero es la costumbre de saber que ese es el sonido del despertador, el segundo es que es un sonido suficientemente irritante como para obligarlo a uno a despertarse, el tercero, que en realidad resume los dos anteriores, es la pereza de tener que buscar otro.
Comienzo el día como si fuera el último de mi vida, es decir, quejándome de lo que no he hecho con la misma y sin ninguna esperanza de cambiar algo el día de hoy porque no habrá mañana.
--Eres un optimista—Me dice Sam—es un placer estar a tu lado.
Le quito la hoja y la leo.
--Nunca escribí tal cosa.
--”La diferencia que tengo con las personas que se consideran pesimistas o negativas es que con el tiempo he aprendido a tener una opinión tan baja de los seres humanos que ya no me interesa esperar nada de ellos, ni que ellos esperen algo de mí”, ¿También de mí?—dice—“He sido traicionado por amigos y esperando tanto de los demás que ya no espero nada de nadie, lo que me vuelve un optimista a mi modo, una vez me enamoré quise a alguien, nunca supe si ella sintió lo mismo, ahora está muerta, se suicidó, dudo que haya sido por mí”.
--¿Eso es lo que piensas de la vida?--me pregunta incrédula.
--Te juro que yo no escribí eso.
--Es tu letra y estaba en tu escritorio, si no es lo que piensas lo copiaste de algún lugar, y si lo copiaste fue con una intención.
--No recuerdo ni una cosa ni la otra.
--Entonces estabas drogado ¿Te estás drogando de nuevo?
--No lo creo ¿Se puede estar tan drogado que uno no recuerde que se está drogando?
--No le veo la gracia—dice sin separar la mirada del papel.
--Le tomas mucha importancia a una hoja ¿Eso es todo lo que dice?
--”Una vez casi me suicido, estaba en un elevador en el edificio de rectoría y noté que llegaba hasta la azotea, subí por inercia y cuando estuve ahí arriba pensé en lanzarme, no tenía motivo porque siempre he odiado que todo se haga por un motivo, nunca por instinto, solo pensé que debería de aventarme, estuve dos o tres minutos y me fui de ahí cuando recordé que no había desayunado y sería una idiotez morir sin desayunar.”
--¿Eso es todo?
--No, sigue: “?Será fácil matar? No creo que me atreva a hacerlo, pero siento que todos hemos fantasiado con eso más de una vez, dudo que lo que nos lo impida sea nuestra brujula moral, más bien las repercusiones sociales ¿Matariamos si fueramos conscientes de que no nos va a pasar nada? Y si así fuera ¿A quién, elegiríamos entre un dictador o un vecino odioso?”
--Deberías dejar de leer eso.
No respondió pero dejó la hoja de lado, realmente no recuerdo haber escrito eso, pero ultimamente mi memoria está dejando de trabajar, en otro escenario diría que tengo doble personalidad, pero lo único que hago en esos espacios en blanco es escribir, aunque tampoco es que sea una bendición, generalmente son garabatos o reflexiones sin mucho sentido, parece que simplemente soy algo sonámbulo.
–¿En qué piensas?--me pregunta.
--¿Tienes hambre?--replico evasivamente.
Nos conocimos hará cosa de dos años, la historia no es nada especial—es el error común de buscar epopeyas con significado en vidas rutinarias—amigos de amigos y una cosa llevó a otra y henos aquí. Nunca le he preguntado si mis episodios de sonámbulo se han dado en su presencia, pero si no ha dicho nada posiblemente la respuesta sea negativa.
Salimos de casa, llevábamos cerca de seis meses que nos habíamos mudado juntos. Digo todo esto para entrar en contexto con lo que es mi vida, tengo treinta y tres años y no había llegado a nada en mi vida, ella lo sabía y lo aceptaba porque tampoco es que fuera una prodigio de éxito; hombre mediocre para mujer mediocre a la larga hacen una personada medianamente normal. Como casi todo los de mi edad soñaba con ser escritor pero no he pasado de dos páginas y cientos de ideas de cómo sería la película de mi obra maestra mientras veo televisión y solo miro la computadora para masturbarme de vez en cuando.
Y vaya que tenía ideas buenas, pero carente de disciplina era lo mismo que no tener ninguna, detestaba los dramas, mi interés era la ciencia ficción, pero a lo largo de mi vida se volvió una sensación estresante ver que todas las ideas que tenía de alguna forma alguien más la llevaba a cabo. Compensaba mi ausencia de producción trabajando como redactor de una revista digital de cosas curiosas, era una tendencia de moda, a las personas ya no les interesa la información, todo eran tops, algo bastante fácil de hacer, la formula consistía en ver algo, lo que sea, literalmente lo que sea y luego tomar cualquier parte de ese algo e inventar una lista para ese algo. Por ejemplo, escribir en una hoja de word y a partir de ahí hacer una lista de los siete procesadores de texto más famosos, luego, mañana, hacer una con los siete procesadores de texto menos famosos, pasado mañana sobre las siete mejores plantillas de word y luego las siete peores plantillas de word, así agotamos el recursos y la semana siguiente se repite con excel, nadie lo nota, simplemente son clicks y el trabajo está hecho.
No es que sea el mejor trabajo del mundo, honestamente preferiría hacer noticias falsas, pero no satíricas, sino estar a sueldo del gobierno ruso y desestabilizar al gobierno, difama que algo quedará, ese es el dicho y sería un trabajo realmente divertido.
Sam—Así se llama ella—trabajaba en una editorial local, su trabajo era peor que el mío, pues tenía que leer espantosas obras de autores arrogantes y auto financiados “prefiero que no escribas nada a que termines como ellos” me decía cada que llegaba con un manuscrito. Era una tendencia natural en los que se sentían escritores, una vez que tenías una obra publicada querías andar por el mundo presumiendo que lo habías hecho y aprovechabas cada instante para hablar de tu superioridad intelectual porque no pocos son publicado, lo que no contaban es que generalmente ellos pagaban la impresión, ilusionados con que una vez que llegue a más manos su verdadero talento sería reconocido. La gran mayoría terminaba pagando stands en ferias de libro para auto promocionarse—los más discretos le pagaban a alguien que lo hiciera para no verse tan obvio. Al final tiraban la toalla y regresaban a sus oscuras vidas, había unos pocos necios que lo volvían a intentar, pero los resultados eran los mismos y se encerraban en que el mundo no reconocía su talento.
Así transcurrían los día para ambos, sin embargo, algo pasó entre ambos que no puedo entender.


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