5 may 2009

Glosario del desencanto

Naomi Klein
The Nation

Traducido para Rebelión por S. Seguí


No todo va de maravilla en Obamafanland, y no está muy claro a qué puede ser debido el cambio de humor. Quizás sea debido al rancio aroma que emana del último rescate bancario realizado por el Departamento del Tesoro. O a la noticia de que el principal asesor económico del presidente, Larry Summers, ganó millones de dólares con los mismos bancos y fondos de alto riesgo de Wall Street a los que ahora protege de una nueva regulación. O quizás comenzó antes, con el silencio de Obama durante el ataque de Israel a Gaza.

Sea cual sea la gota que colmó el vaso, un creciente número de entusiastas seguidores de Obama están comenzando a entrever la posibilidad de que su hombre no vaya, en realidad, a salvar el mundo, por mucha esperanza que pongamos en ello.

Lo que, después de todo, es una buena cosa. Si la cultura de superfans que llevó a Obama al poder ha de transformarse en un movimiento político independiente con suficiente fuerza para producir programas capaces de hacer frente a la actual crisis, vamos a tener que dejarnos, todos, de esperanzas y comenzar con las demandas.

No obstante, un primer paso consiste en comprender totalmente esa tierra de nadie en que se hallan muchos movimientos progresistas estadounidenses. Para conseguirlo, necesitamos una serie de nuevos términos, específicos para este momento de Obama. Ahí van unos cuantos.

Resaca de esperanza. Al igual que la otra, la resaca de esperanza proviene de un exceso de alguna sustancia que en su momento tenía buen sabor, pero que a fin de cuentas no era muy saludable, y que ha llevado a sentimientos de remordimiento e incluso de vergüenza. Frase tipo: “Cuando escuché el discurso económico de Obama el corazón me arrebató. Pero más tarde, cuando intenté contarle a un amigo los planes del presidente para los millones de despidos y ejecuciones hipotecarias me di cuenta de que no tenía nada que decir. Tengo una resaca de esperanza de mil demonios.”

Montaña rusa de esperanza. Como las otras montañas rusas, ésta describe las emocionantes subidas y bajadas de la era de Obama, los virajes que llevan de la alegría de tener un presidente que promueve la educación sobre sexo seguro al desaliento de ver que se ha descartado la posibilidad de alcanzar un sistema de salud de pagador único, precisamente en un momento en que podría hacerse realidad. Frase tipo: “Flipé cuando Obama dijo que iba a cerrar Guantánamo, pero ahora quieren asegurarse de que los prisioneros de Bagram no disfrutan de ningún derecho. ¡Paren esta montaña rusa que me apeo!”

Nostalgia de esperanza. Como en la más corriente, la gente afectada por la nostalgia de esperanza es intensamente nostálgica. Echa a faltar el subidón de optimismo de la campaña electoral y sigue intentando volver a capturar ese cálido y esperanzado sentimiento; generalmente, utiliza para ello la exageración del significado de acciones decentes relativamente leves realizadas por Obama. Frase tipo: “Estaba realmente afectado de nostalgia de esperanza por la escalada en Afganistán, cuando vi un vídeo de YouTube con Michelle en su huerto de cultivo orgánico y tuve la sensación de que estábamos de nuevo en el día de toma de posesión. Pero unas horas más tarde, cuando me enteré de que el gobierno de Obama iba a boicotear una importante conferencia de las Naciones Unidas sobre el racismo, la nostalgia de esperanza regresó con toda su fuerza. Así que me dediqué a mirar fotos de Michelle vestida con ropas diseñadas por modistas independientes de diferentes orígenes étnicos. Algo de ayuda sí fue.”

Colgados de la esperanza. A medida que retrocede la esperanza, el colgado de la esperanza, como el colgado de la droga, vive en el recogimiento, intentando cualquier cosa para apartarse de la sustancia en cuestión. (Se trata de un estado relacionado con la nostalgia de la esperanza, pero más grave y que afecta sobre todo a varones de mediana edad). Frase tipo: “Joe me ha dicho que está convencido de que Obama metió a Summers deliberadamente en todo esto para que meta la pata con lo del plan de salvamento bancario, lo que dejaría a Obama con la excusa que necesita para hacer lo que realmente quiere hacer: nacionalizar los bancos y convertirlos en cooperativas de crédito. Está realmente colgado (de la esperanza), este Joe.”

Esperanza destrozada. Como el amante que está con el corazón destrozado, la fan de Obama con la esperanza destrozada no está enfadada, sino terriblemente triste. Proyectó en su ídolo una serie de poderes mesiánicos y ahora está desconsolada en su desencanto. Frase tipo: “Creía sinceramente que Obama nos obligaría, por fin, a hacer frente al legado del esclavismo en este país, y a iniciar una conversación nacional seria sobre cuestiones de raza. Pero, ahora, resulta que nunca menciona el tema, y está utilizando argumentos legales bastante retorcidos para no afrontar siquiera los crímenes de los años de Bush. Cada vez que lo oigo decir “Sigamos adelante”, me destroza la esperanza otra vez.”

Retroceso de la esperanza. Como cualquier otro retroceso mecánico, se trata de un cambio de dirección de 180o de todo lo relacionado con Obama. Los que sufren esta dolencia fueron en su día los evangelistas más apasionados de Obama, y hoy son sus más acerbos críticos. Frase tipo: “Por lo menos, con Bush todos sabíamos que era un cretino. Ahora tenemos las mismas guerras, las mismas cárceles sin ley, la misma corrupción en Washington, pero todos estamos tan pirados como esos personajes de The Stepford Wives. Vaya un retroceso de la esperanza.”

Al comentar estas dolencias relacionadas con la esperanza, me pregunto qué diría el recientemente fallecido Studs Terkel de nuestra resaca de esperanza. Sin duda nos hubiera recomendado no ceder al desánimo. Hace poco eché mano de uno de sus libros, Hope Dies Last (La esperanza es lo último que muere), y no tuve que ir muy lejos: el libro comienza con estas palabras: “La esperanza nunca ha goteado desde arriba, siempre ha surgido de la base.”

Con esto queda todo dicho. La apelación a la esperanza fue un lema estupendo para un candidato presidencial que no contaba entre los favoritos. Pero como postura del presidente del país más poderoso de la tierra, es peligrosamente deferente. La tarea que tenemos a medida que seguimos adelante –como le gusta decir a Obama– no es abandonar la esperanza, sino encontrar lugares más apropiados para ella: fábricas, vecindarios y escuelas, lugares en los que las tácticas de las sentadas (sit-ins) y las ocupaciones de instalaciones están viviendo un resurgimiento.

El politólogo Sam Gindin escribía hace poco que el movimiento obrero puede hacer algo más que proteger el statu quo. Puede exigir, por ejemplo, que las fábricas de automóviles que han sido cerradas se conviertan en futuras fábricas verdes, en las que se puedan fabricar vehículos de transporte público basados en sistemas de energía renovables. Gidin escribe: “Ser realista implica retirar la esperanza de los discursos y ponerla en las manos de los trabajadores.”

Lo cual me lleva a la última entrada de este glosario:

Esperanza por la base: Frase tipo: “Ya va siendo hora de dejar de creer que la esperanza nos vendrá dada desde arriba, y comenzar a impulsarla desde abajo, por la base.”

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