19 may 2009

El Manifiesto Desastre: El Fin de la Historia

A todos los de mi carrera nos han preguntado “¿para qué estudias historia?” y la mayoría de nosotros nos aventamos el pseudo-discurso romantizoide de qué es maestra de la vida y que es la ventana para entender el presente, y el coso de los que olvidan el pasado están condenados a repetirlo.

En 1989 el teórico liberal Francis Fukuyama redacta un ensayo en el que proclama el fin de la historia ¿cuál es este fin? Con la caída inminente de la URSS y basado en el modelo teórico marxista de la lucha de clases, lo que se estaba presenciando en esos tiempos no era el fin de una era ni el fin de las ideologías, sino la victoria avasalladora de una (El capitalismo).

Obviamente, la historia tenía un as bajo la manga y, a la polarización ideológica en la decisión de la estructura del Estado y su participación en la sociedad, le siguió la polarización ideológica que carga una cruz, una estrella y una media luna. Eso sin tener en cuenta que la tesis de Fukuyama cada vez va cediendo terreno después de unos años 90 en la que liberalismo solo se limitaba a la libertad de mercado.

Ahora, la gente me pregunta “¿para qué estudias historia?” y yo respondo “francamente, sigo sin saberlo”.

En un presente que se derrumba y se construye cada día, en un mundo en el que Silvio Berlusconi propone modelos ultra sexis como eurodiputadas nomás porque están buenas; en el que se traman conspiraciones contra presidentes latinoamericanos (en Bolivia el caso Rozsa y en Guatemala el caso Rosemberg); en un mundo en el presenciamos el fin no del capitalismo en sí, pero sí de una forma radical de éste (francamente lo más importante de estos meses no fue la llegada de Obama, sino ver a Bush, apóstol de neoliberalismo intransigente pedir la intervención del Estado para salvar la economía).

En ese mundo en el que nos estamos desenvolviendo, me siento cada vez más desencantado del oficio de historiar cuando comprendo que la realidad concreta se impone de manera aplastante. Obviamente no niego que el pasado es la herramienta para comprender las transformaciones del presente (recordemos que esta “crisis financiera mundial” se gestó desde Reagan), pero ¿es la única? Es decir, el historiador reflexiona y construye modelos para el pasado, pero no por eso debe ser cualquier pasado; la historia como ciencia tiene obligaciones propias de una profesión que use el método empírico, y esta debe de ser su aplicabilidad en el presente. “¿de qué sirve conocer el precio del maíz en la colonia?” dirán los que apoyen la radicalidad de esta postura, pero uno puede responde “tal vez de nada, pero sí le servirán al que quiera explicar factores que ocasionaron las revueltas de independencia y de ahí hasta ahora” aunque queda la pregunta inicial ¿qué estaba pasando por la cabeza del que quería saber el precio del maíz? ¿Cómo se justifica a sí mismo cuando trata de comprobar la funcionalidad científica de su hallazgo?

A mí me gusta partir a la inversa, el pasado solo sirve cuando sirve para el presente. Pueden decirme que soy demasiado Hegeliano cuando niego la existencia de aquellos que no llegaron hasta ahora y no pueden ser rescatados. Pero no, aquel que restaura la memoria de un ser del pasado es porque, desenvolviéndose en una realidad, vio la función que este rescate puede tener para el presente.

Por eso yo, después de 2 años de estudio, 2 de encerrarme en la biblioteca y 1 de andar borracho (no son consecutivos, pueden intercambiar días y meses) he llegado a una conclusión: la historia es dependiente y auxiliar de toda ciencia humana y nunca al contrario. El modelo que se debería de plantear no es interpretar el presente a través del pasado, sino interpretar el pasado por medio de los modelos del presente, ya que la función de la historia debe de depender de la funcionalidad que se le de en el presente concreto que se vive. Por eso se escriben tantos libros de un tema, porque cada uno emana de diferentes presentes, la función de la historia es la de conectora de hechos pasados que den luz al problema concreto del presente.

Es decir (y aquí algunos criticarán mi postura, la historia es innecesaria cuando se lee por placer o por pasión, entonces se convierte en género literario. Tiene una función cuando por medio de su lectura se comprende parte del rompecabezas del presente.

El dato duro existe, ahí está y es inamovible, ahora depende de las ligaduras que se hagan con ese dato, la labor de reconstrucción que muchas veces se parece a aquella escena de Una mente brillante en la que John Nash mira un montón de números y de estos se salen algunos que forman un orden.

Sin embargo ¿de qué sirve la configuración de esos hechos cuando todavía tenemos nuestro cerebro condicionado con la idea de que la historia es un “relato” y no una ciencia?

Propongo dividir la disciplina en dos, por un lado ubíquense los historiógrafos y que hacen historiografía; por el otro, los simples historiadores que cuentas historias nada más porque les gusta.

Son tiempos difíciles, dentro de meses vendrá lo peor (sí, la literatura barata con títulos cómo Pandemia de miedo: el secreto de la Influenza o las claves ocultas de la reunión Calderón/Obama y la gran conspiración) pero de esa pléyade inminente de “hilos negros” (el que sí les aseguro con voz de profeta que va a aparecer va a ser México Infectado de Francisco Martín Moreno) surgirá ensayos y estudios que no encontraran el qué pasó, sino el qué pasará. Ahí es dónde me ubico, en los que se cansaron de ver las respuestas en el pasado y tratan de encontrar las soluciones en el presente.

Admito que hace varios meses no leo un libro de historia por el simple hecho de “saber” no me da el placer que alguna vez sentí a leer el relato de algo que pasó simplemente porque quería saber. Sin embargo, como historiador aun tengo un compromiso con cierto modelo explicativo de la realidad, y lo quiero y le tengo respeto; pero francamente considero un error atorarse en una sola “ventana” para entender al género humano, ya que mi interés primordial como científico social (tanto del presente como del pasado) son las relaciones estado-ciudadanía y los mecanismos simbólicos de opresión y resistencia que puedan surgir de esta relación; pero creo que la mejor arma para comprender esto es el estudio del presente por medio del presente pero con el espejo desapasionado de la historia. Si bien me declaro enemigo del neoliberalismo y toda tendencia de derecha, además de que detesto al que defiende lo que no sabe por qué o, peor aun, al que sabe lo que defiende aunque esto sea atroz (como la acción panista en todos los ámbitos del país), trato de mantener la mente fría y escuchar las dos partes para emitir juicios (sí, juicios) razonados, ya que no todo en la izquierda me agrada (entre eso, la cada vez más desmesurada ambición personalista de AMLO)

Te propongo un ejercicio lector. Quiero fomentar la crítica a este manifiesto que ves. Leelo, critica lo que no te gustó,. Házmelo saber, y dime en qué puntos estoy mal y por qué (sé que a los historiadores es a los que muchos de mis puntos no les serán de total agrado). Los puntos son sencillos.

1) La historia no es ciencia si se sigue llamando historia

2) No “repensar la historia” sino repensar la función de ésta.

3) Recordar siempre que el medio es el mensaje.

4) Dividir el ejercicio de la narración del pasado en historia para la narración en sí con fines lúdicos u hedonistas e historiografía para los fines científicos.

5) La subordinación de la historia a las demás disciplinas cuyo fin sea la explicación del presente.

6) Invertir los valores, interesarse primero por un problema del presente y convertir a la historia en una de las herramientas explicativas; más nunca partir interesándonos por el problema desde el pasado.

7) La negación de conceptos como “pasión” y “amor” por la historia; ya que llevan implícita la idea de la irracionalidad y por lo tanto, cosas como “pasión por la historia” se convierten en antítesis de la objetividad.

El debate está en la mesa, son libres de juzgarme siempre y cuando haya argumento en sus posturas. 7 puntos son mis posturas a defender, los reto a destrozarlas con razonamientos. El resto es historia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

comentarios de Ivan y respuestas de Benny:

Uno...
Acerca de: "he llegado a una conclusión: la historia es dependiente y auxiliar de toda ciencia humana y nunca al contrario...", pues bien: creo que asumes una postura que comparto; me irrita cuando escucho a nuestros compañeros hablar y hablar de historia para esto huistoria para aquello, como si nuestra disciplina fuera la única capaz de explicarnos el mundo en el que vivimos...

Anónimo dijo...

Dos...
Sobre aquello de: (...) "en los que se cansaron de ver las respuestas en el pasado y tratan de encontrar las soluciones en el presente", yo te pregunto: ¿quién trata de ver las respuestas en el pasado sin tomar en cuenta el presente...? ¿a quién te refieres...? ¿a nuestros profesores? Porque yo no conozco a nadie tan ingenuo.

bien, ¿entonces a qué se refiere uno cuando habla del pasado como herramienta explicativa? yo no me refiero a "no tomar en cuenta" al presente, cuando este es parte inherente del que escribe, sino a relegarlo a segundo plano ante el estudio del pasado. es decir, interesarnos más por las respuestas que podemos encontrar en el pasado, que en las soluciones que se encuentran en el presente. como por ejemplo, explicar las relaciones de poder que pudo haber en la colonia sin prefigurar de antemano cuál será la función de dicha explicación de las relaciones de poder en el presente. a eso va el comentario. como dije en los puntos, simplemente "invertir los valores de prioridad en el analisis"

Anónimo dijo...

Tres...
En cuanto a: (...) "pero francamente considero un error atorarse en una sola “ventana” para entender al género humano, ya que mi interés primordial como científico social (tanto del presente como del pasado) son las relaciones estado-ciudadanía y los mecanismos simbólicos de opresión y resistencia que puedan surgir de esta relación" (...), te cuestiono: ¿cuántas ventanas se necesitan... ?¿Con dos es suficiente? ¿Tres? ¿Quíen lo decide? ¿Tú, yo, el espíritu santo? Más ben, creo firmemente que se trata de una decisión personal. Pero quién sabe, el mundo es tan diverso que nunca se sabe a ciencia cierta absolutamente nada.

de nuevo fui malinterpretado, no es un asunto cuantitativo lo que cuestiono, sino el riesgo cualitativo de tratar de ver todo desde una arista; nadie habla de cuántas ventanas serían necesarias (y, por lo tanto, el cuestionamiento es irrelevante), ya que eso depende de la magnitud del problema; el cuestionamiento pide que no solo sea una, las demás, se las dejamos al espíritu santo.

Anónimo dijo...

Cuatro...
Y por último, acerca de: "entre eso, la cada vez más desmesurada ambición personalista de AMLO)"... te voy a desilucionar: porque no importa qué tanto caso le haces a Televisa ó a TvAzteca, AMLO no es un político de izquierda; que lo aparente, es otra cosa. ¿Como podrá ser posible una plataforma política de izquierda, cuando tu base sigue siendo la acumulación de capital individual y su posterior inversión pública pero, por supuesto, con rénditos individuales...? ¿Olvidas acaso que las dos principales figuras detrás de Lòpez Obrador eran Carlos Slim y Carlos Salinas de Gortari...? ¿Cómo aterrizar a estos dos actores dentro del hemisferio izquierdo de la política? Sinceramente, te equivocas al identificar al peje con la izquiera... ¿No crees?