23 sept 2010

El Oscuro Pasajero: Reflexiones en torno a las series de televisión



El escenario es el siguiente:
Un hombre parecido a mí se sienta frente a una computadora parecida a la mía y abre Word para comenzar a escribir…
sé que es el inicio de un post más pelotudo que podrán leer, pero da la casualidad que el tema que voy a tratar esta vez no necesita de muchas presentaciones, así que las neuronas fueron utilizadas para actividades más mundanas como mirar televisión o… bueno ta, vamos al tema.
Aclaración 1: nada de esto es fruto de ninguna investigación, solo de cavilaciones, así que no me salgan con que tal dijo esto o tu clasificación contradice los paradigmas yuxtaposicionales de las corrientes neo impresionistas de las paradojas audiovisuales ¿ta? Esto no aporta nada  a ninguna construcción de conocimiento, solamente es un intento más para ver si aún tengo la capacidad mental de realizar textos de apariencia divulgativa. Si quieren que les haga una clasificación similar de algún elemento de la cultura pop (como las categorías de Gonzalo Cammarota sobre lo que es y lo que no es una película de Bruce Willis), avísenme, me gustan estos ejercicios.
Aclaración 2: los conceptos aquí vertidos son invención mía, así que si los van a usar para sorprender a otros, suenen convincentes.
Aclaración 3: me está gustando hacer aclaraciones
Aclaración 4: …
Como todos ya sabrán (y si no lo saben francamente no sé por qué los tengo como contactos para estos textos) las series de televisión es un panorama que me fascina mucho más que el cine, y ahora, antes de seguir, explicaré por qué.
            A mí me gusta mucho leer novelas, me gustan porque me gusta entrar en profundidad del personaje y alcanzar a dilucidar aspectos psicológicos de estos. El cuento, por su corta extensión, no me permite adentrarme de la misma forma.  Aunque me gusta leer cuentos, me he topado con bastantes que bien pudieron haber sido más largos o de plano una novela. Tal vez porque como persona me siento más atraído a las sensaciones largas que a los placeres cortos.
            Con las series de televisión me pasa lo mismo, a diferencia de una película, siempre limitada a ciertos criterios de tiempo, las series le permiten a uno adentrarse en todos los periplitos de los protagonistas de una historia.
            Pero no solo es el placer de ver una serie con el mismo tiempo de disfrutar una novela, sino que te permite prolongar el gozo que te produce por temporadas. Ahora, hablando de temporadas.
            La temporada, creo que es el concepto televisivo más importante que puede haber, yo recuerdo que de chico el mundo de la tele no se movía por temporadas, si yo veía un episodio de algo jamás pensé en si era de la primera temporada o de la segunda etc. Nop, de jóvenes eso se medía por medio de tres paradigmas:
1)      “Nuevos capitulo”. Cada cierto tiempo un programa televisivo te anunciaba esto y sabías que ese día podrías ver cosas y contenidos nunca antes vistos en televisión nacional, de niño como de adulto, espera un capítulo nuevo de algo que me gustara era un placer que siempre me dejaba intrigado.
2)      “repetidos” No eran temporadas viejas, eran capítulos repetidos, ya saben, cuando se sigue la secuencia cronológica, pero al llegar al momento en el que todavía no hay capitulo nuevo, se regresaba al primer episodio y se reiniciaba la secuencia, duraba semanas, te tenías que bancar los capítulos viejos, pero lo hacías.
3)      “de los viejitos” antítesis de “de los nuevos” es el punto de inflexión (que los neokantianos de hoy ya datan como temporadas) en el que podías saber cuándo algo cambia en una serie, si se vuelve peor o mejor, si ya no está tal o cual personaje; todas las series pasan por un momento entre temporadas en que cambian muchas cosas, así, las primeras temporadas nunca son como las últimas, se nota el desgaste. De ahí que “los viejitos” siempre sean los mejores episodios de una serie.

El advenimiento de la “temporada” aunque ya arcaico en EEUU, en esta parte del Rio Bravo es algo que aún no comprendemos cabalmente, dividir RBD en temporadas es un acto mediocremente oportunista, pero llamar “nuevos capítulos” a lo que todavía son Los Simpson es un concepto rebasado.
            Asimismo, las series de televisión tienen una variedad de estructuras internas que la hacen cabal. El formato clásico es el de un protagonista, en el que se centra la acción de la narrativa, y un grupo de personas que lo rodean para acompañarlo en el desarrollo de las acciones.  Otro tipo es el de “grupos” que a veces se confunde con el anterior, por ejemplo Grey’s Anatomy sería fácilmente confundida con una serie de grupos por la variedad de personajes y relevancias individuales, pero la figura sigue siendo la doctora que da el título a la serie, aunque esto es obvio, como con Dawson’s Creek, en series como Rocky Blue aunque es un grupo y el nombre de la protagonista no aparece, desde el comienzo la acción se centra en McNally.  Una serie de grupo es Desperate Housewifes que aunque se pueda pensar que Susan es la protagonista, la cuota de relevancia y tiempo en pantalla es equitativa entre las cuatro protagonistas (a veces cinco, dependiendo de la temporada).
            En el plano de las estructuras narrativas, estas están marcadas por temporadas, donde el final es el clímax de ciertos acontecimientos. Yo clasifico las series en tres tipos de líneas temporales. (Excluyendo a las sitcoms que se manejan  con otra estructura).
            El inicio de la línea es con el primer episodio de una temporada hasta el final de la misma. El final de temporada siempre dependerá de qué estructura narrativa lleven porque esta determina de qué forma culmina la historia. Veamos.
                        Inicio de temporada                                                  final de temporada
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Primer tipo      ------------------------------------------------------------------------------------
Segundo tipo              - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Tercer tipo      ---------      ---------   --------------   ----------    -------------   --------------

Toda temporada debe de tener una línea narrativa, pero básicamente encajan en estos tres esquemas. En el primer tipo (que llamaremos condicionado) la narración se conforma como una novela de inicio a final, es decir, existe una secuencia cronológica total entre cada capítulo, convirtiendo a uno siempre en la continuación del anterior. A esto llamaremos suprahistoria, la suprahistoria es la línea narrativa que determina cuándo comienza o acaba una temporada. En tipo condicionado, la secuencia de episodios está condicionada por la suprahistoria. Por ejemplo Desperate Housewifes, Jericho, Lost, Heroes, Glee, Flash Foward  y miniseries como Taken, V, Band Of Brothers, The Lost Room o Dead Seth. Aunque existen historias internas, estas sirven de intertextos, siempre a la merced de la suprahistoria o como parte de ella, esa es la esencia del grupo condicionado de series, donde todo forma parte de la  suprahistoria y la alimenta.
            El segundo grupo será conocido como hibrido,  parte de una fuente mezclada donde la suprahistoria, aunque condiciona la narración, permite libertad de paratextos que no formen parte de la estructura general de la temporada. Es decir, cuando en una serie capitular, además del episodio del día, existe una historia detrás que abarca toda la temporada. Por ejemplo, Dr. House donde, si bien se puede mirar cada episodio de manera aleatoria porque el centro es el caso del día, en cada temporada existe una historia de larga duración que está de trasfondo en cada episodio. Narraciones como  Dexter, Burn Notice, o Monk. La forma tradicional es la de “resolver casos” por episodio mientras se resuelve una historia más grande, completando un rompecabezas gradual. El tipo hibrido tiene la característica que puede ser visto desde la mitad de la temporada sin perder la posibilidad de familiarizarse con la suprahistoria de la temporada mientras se ven las narraciones paratextuales.
            El tercer tipo será llamado autónomo, donde cada episodio forma parte de un todo pero se puede mirar de manera individual sin tener noción o existencia de una suprahistoria. Este tipo es el que existe primordialmente en las sitcoms, debido a que la naturaleza de estas las condiciona a no seguir una secuencia obligatoria determinada, aunque existe cronología interna entre los episodios, estos se pueden ver de manera aleatoria sin necesidad de dilucidar la suprahistoria. (La suprahistoria es indispensable, lo que cambia con los tipos es la importancia dentro de cada episodio) por ejemplo Friends lleva una narración autónoma por episodio, pero las relaciones entre los personajes en momentos trasciende el episodio, como el asunto entre Ross y Rachel, o Ross y Emily etc. Pero a diferencia de los modelos anteriores, la suprahistoria sirve de intertexto para los intertextos de la suprahistoria. (Es decir, son episodios condicionan la historia de toda la temporada, no en los otros donde la temporada condiciona la narración de los episodios). Series (no sitcoms) como Leverage, Bones, CSI (todas) Law &  order (todas) o Psych siguen este formato del “un día, un tema”.
            Las series de televisión son un campo que cada vez más le gana al cine, hemos visto migraciones de actores y directores famosos que se entregan a las series, en parte porque permite más la exploración del personaje, generan más expectativas por su narración comúnmente seccionada en semanas, así como mayor libertad en los guiones que de otra forma no funcionarían en la pantalla grande (Lost no habría funcionado en cine). La inversión cine-serie, dónde se hacen pelis de series de tv, ahora permite hacer series de tv de elementos fílmicos (como The Sarah Connor Chronicles) pero aún es un terreno que sería a veces no muy prudente explorar porque arriesga a incoherencias en la historia (como la serie anterior mencionada).
            Ahora bien ¿puede ser la serie objeto de estudio? Hace algunos años leí un libro llamado Amos del mundo de Juan Carlos Castillón, un interesante texto que desenmascaraba las teorías de la conspiración (básicamente eran un ensayo que explicaba por qué no existen las conspiraciones más famosas), en su capítulo 2 llamado   “’los simpsons’ y ‘Nikita’: cultura popular y conspiración” expone como la televisión evoluciona cada que cambia la idea que se tiene de la masonería, siendo reflejo de los temores populares, por un lado coloca a Los Picapiedra y  cómo se entiende a la masonería en los 60-70’s por medio de la presentación de la Logia de los Búfalos  Mojados, que es solo un elemento social para jugar bolos y huir de la esposa, mientras que 20 años después,  en el episodio de Los Simpsons en que Homero ingresa a los Magios, la visión que se tiene de lo que es una sociedad secreta muta del club social a una organización que domina el mundo. Así, las series se convierten en el ejemplo de lo que nos gusta y no nos gusta, antihéroes como Dexter Morgan que mata a quienes el sistema no pudo matar, Michael Western que explota cosas y mata, hiere, mutila, siempre y cuando esté ayudando a alguien bueno,  Nate Ross que dirige un grupo de estafadores que estaban a grandes corporaciones, protagonistas que se saltan la ley porque la sociedad posmoderna dejó de creer en las instituciones.
            Las series, como la vida misma, evolucionan con nuestras experiencias individuales y colectivas.
            El resto es historia.

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