25 abr 2010

11; Jesus doesn't want me for a sunbeam


Tomó el camión y en treinta minutos estaba en casa de Héctor, la peor parte de cualquier viaje siempre era precisamente el viaje si éste era largo y cansado, pero sobre todo, si era aburrido. Precisamente sus viajes en autobús eran aburridos, la razón era sencilla, nada de avenidas, nada de grandes distritos comerciales como para ver desde lejos los aparadores, no, ella vivía en una región donde el transporte se limita a meterse en casas y barrios de clase media, esos cuya única característica es precisamente carecer de características, todas las casas tenían variaciones de uno o dos, casas de uno o dos pisos, con uno o dos carros, con uno o dos perros, con un o dos problemas de infidelidades o uno o dos hijos que consumen drogas, esa es la vida de la clase media, tranquila e hipócrita, mujeres autodenominadas independientes que igualmente deseaban casarse, estudiaban para ser profesionistas, profesionistas con un marido que sea el que pague las deudas, sí, la mujer de clase media es la peor que puede haber, la de clase baja tenía pretexto por su condición o su bagaje ideológico, ya sea impuesto por la Iglesia o el hogar; las de clase alta tienen una cuota de poder propia como para no necesitar de hombres a los qué depender para poder cerrar tratos o realizar acuerdos. La mujer de clase media vive de manera hipócrita, piensa como si fuera de clase baja pero cree que tiene la misma autoridad de una mujer de clase alta. Ya sabe, pensar con la derecha y hablar con la izquierda, son el tipo de mujeres que en el culto interno legitiman la violencia de género, pobres, ellas no saben que si quisieran, se darían cuenta que son mayoría.
            México como Amazonas, sería simpático pensar un día en que un país fuera gobernado solo por mujeres, pero no solo gobernado, sino una autocracia femenina donde su voto tuviera mayor peso que el de un hombre. Sería como un refugio para la mujer perseguida de todo el mundo, unos campos elíseos donde el hombre no tenga el más mínimo derecho de levantar su mano contra una mujer, y esta vez se haría justicia por la simple razón de que la justicia estaría en manos de mujeres, no de misóginos que disfrutan con la humillación de una.
            En fin, llegó a la casa de Héctor y tocó la puerta, cuando abrió estaban casi todos menos Carlos.
            --Bienvenida, tienes titulo de penúltima.
            --lo sé, pero me gusta detenerme a mirar el paisaje cuando vengo hacia acá.
            Entró al mismo tiempo que saludaba  a todos y repitió la rutina de ir a refrigerador por cerveza. Se sentó junto a Daniel y retomó la conversación donde la llevaban.
            --No entiendo—dice Julián—comenzó como algo bueno,  pero cuando comenzó la segunda temporada como que ni sabían qué pedo con ellos, todo se fue al carajo.
            --¿de qué hablan?—pregunta Carla.
            --Héroes—dice Héctor— ¿La has visto?
            --un poco, luego de la segunda temporada me empezó a aburrir.
            --¿Vez? Es lo que digo—puntualizó Julián cerrando la discusión.
            Héctor se paró y puso algo de música para variar un poco los tópicos, Lust for Life de Iggy Pop, música yonkie para yonkies pequeño burgueses.
            --Esa canción era buena, pero creo que se convirtió en un estereotipo—dice Carla.
            Lo fue desde Trainspotting, ella vio la película una vez hace años y está segura que lo que recuerda de ella no tiene mucho que ver con la trama argumental, recuerda los nombres de los personajes, la escena del bebé en la pared.
            --todo mundo recuerda la escena en la pared—se dice a sí misma.
            Lo malo viene cuando trata de pensar en la película, qué tanto es lo que vio y que tanto sin escenas cortadas vistas posteriormente o si en realidad lo que recuerda son momentos cortados de otras películas y sí la llega a ver nada tendría que ver con lo que recordaba, excepto el bebé, se dijo, es lo único de Trainspotting que estaba seguro que sucedía.
            Trataron de seguir el ritmo de la canción, pero notaron que solamente les gustaba, pero no tenían idea de la letra ni de la forma en la que se canta, olvidaron la letra, o tal vez nunca la conocieron.
            Carla trató de pensar en qué habrían hecho todos sin tener que preguntarles, Julián era seguro que viene directo del trabajo, Daniela de su casa y Daniel de alguno de esos comités de base a los que se acostumbra cada que quiere llamar a la guerrilla, Héctor suponía que habría pasado la tarde oyendo música o mirando alguna película de Cracovia o alguna ex republica soviética. Carlos no había llegado, era fácil suponer que podría estar dormido o apenas yéndose a acostar.
            --¿y qué han hecho chicos?—les pregunta para sopesar su reflexión.
            --nada—responden todos casi al unisonó.
            Eso era lo que esperaba, una respuesta cortante, sencilla y  diplomática; también era una forma de evitar hablar de trivialidades, si alguno hubiera hecho algo diferente o más relevante que lo sacara de la rutina diaria, entonces se habría manifestado diciendo lo que le pasó, un “nada” equivalía a decir “oye, si tuviera algo que decir lo diría por iniciativa, no esperaría a que me preguntaras para poder desahogar el alma y desgarrarme por un consejo o solo alardear de mi vida, por eso solo te digo NADA”.
            Siempre es bueno escuchar un nada, así sabía que por lo menos a ellos no les había pasado nada malo, nada bueno tampoco, pero nada malo, en un balance es mejor eso, aunque siempre se podía mejorar.
            --¿Hiciste tu tarea?—le pregunta Daniel.
            --no, pero tengo buena imaginación.
            Daniel hizo un gesto reprobatorio y murmuró algo en voz baja, así era él, Carla lo conocía de hace tiempo y sabía que era a veces más arrogante de lo que estaba dispuesto a admitir, si él decía que algo tenía que pasar aunque los demás no pudieran, pues no era problema de él, era obligación de todos seguir su ritmo de vida. A ella ya le daba igual seguirle la conversación, así era él, su actitud de tipo rudo solo le duraba unos segundos y después admitía silenciosamente que no tenía esa autoridad que deseaba y cambiaba de tema en seña de tregua.
            --Tengo hambre—dijo.
            Lo sabía, ahí estaba el cambio de tema, aunque, a decir verdad, era un tópico demasiado interesante, tenía hambre y eso durante la reunión se iba a convertir en un tópico fundamenta.
            Sonó el timbre, era Carlos, ahora sí el circulo estaba cerrado.

No hay comentarios: