28 abr 2010

Mundo Cogtazà: Trainspotting


Vi la película hace unos ocho o  nueve años, en esa época era imposible sentir empatía por alguno de los personajes, mi acercamiento a las drogas era por medio de comerciales de Tv Azteca—ya saben, ese de “¡Marianooo! Mariano no lo logró, estaba drogado”—así que era imposible comprender el 80% de la historia; mis encuentros sexuales se reducían a algunas revistas y estirar un poco el cuello disimuladamente para intentar ver algo de más a alguna compañera. Las borracheras que me metía eran con tequila—porque en toda primera época,  el tequila era el símbolo de “ya me siento grande y tomo bebidas de grandes”—así que no comprendía el placer de solamente tomar una cerveza.
            Así que la película pasó de manera indiferente, lo que era llamado por la crítica como La naranja mecánica de los noventa pasó a ser una producción extranjera de “arre, ta chida” y punto.
            Tuvieron que pasar algunos años, más concretamente la semana pasada, para poder comprender el poder de esa historia. Un Benjamín, ahora más viejo y menos sabio intenta escribir una novela que sea una especia de “radiografía generacional”, para eso, necesita rodearse de otras visiones de generaciones, mundos de alienados; paseando por los pasillos de la biblioteca me encuentro con Trainspotting de Irvine Welsh y digo “ta, puede que el libros sea mejor que la peli” porque la peli la recuerdo, porque todos recuerdan a Iggy Pop o la escena del bebé que gira la cabeza. Antes de poder leer el libro decidí, después de varios años, volver a ver la peli y ta, por fin comprendí.
            La historia que narra Welsh es la de unos parias, Mark Renton, Sick Boy, Spud, Begbie, Tommy, Matty, Nina, Kelly, Hazel, Segundo premio, ellos, representantes de lo que se llamaría “el otro Edimburgo” el que no aparece en la tele. Aunque está narrado en tercera persona en momentos y en otros en primera (desde la perspectiva de todos) se nota que el protagonista es Renton por la simple razón de que es el que tiene más diálogos tanto en primera persona como en tercera.
            La empatía que uno siente por él es obvia, tal vez porque, a diferencia de la peli, en el libro se explica que Renton es un historiador vegetariano que nunca se tituló y su vida transcurre alrededor de ex esos y fracasos amorosos. Toda una flor de vida en la que se elige no elegir nada, no elegir la vida o formar parte de la sociedad sino convertirse en un paria, un espectro con una vida corta, razonada, si soy un fracasado no tiene sentido extender la vida, mejor me autoconsumo hasta desaparecer, así no hago más daño a la sociedad.
            Trainspotting se desenvuelve entre la decadencia y el nihilismo, en un paseo entre adicciones, sexo, alcohol, futbol, SIDA, sobredosis y violencia; un cuadro que se podría repetir en cualquier grupo social que se quiera jactar de pertenecer al mundo moderno.
            No es una apología a las drogas, tampoco una crítica a ellas, es una forma de decir “hey, hay gente que las consume, pero no necesita ayuda, no necesita ser salvado, solamente quiere avisar que lo hace por elección, porque esa es la vida que eligieron vivir” ahora estoy comenzando Porno para saber qué pasa diez años después… aunque una reflexión ya me dejó pensando:
Hoy la gente ya no aprende narrativa en los libros, pero tampoco en el cine, sino en los videojuegos.

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