18 abr 2010

4: Bipolar

Se acercó a la bandeja de Cd’s, en ese tipo de cosas era todavía un melómano, un coleccionista de aspectos viejos, en ocasiones incluso grababa cassettes por la sola idea de regresarlos con una pluma hasta la canción deseada; las generaciones de hoy día solo aprietan un botón o dan doble clic para seleccionar lo que les interesa; ellos no están lejos del pasado que vivieron sus padres, por lo menos pudieron sentir la transición entre el Cd y el cassette los suficiente como para encariñarse con cada uno de los dos.
Tomó un CD, uno de esos que cuestan menos de treinta pesos en cualquier Soriana, discos de música clásica destinados a pasar de manera indiferente a los coleccionistas de grupos de banda en los que el 50% de su producción musical radica en covers, un dato, cuando un grupo o solista saca un disco de covers, solo significa que ocupa dinero y se le acabó el ingenio, no tenía nada contra los covers, pero uno o dos por disco está bien, no una producción dedicada solo a eso. El Garage Inc. De Metallica era una honrosa excepción,. Ya que los covers fueron grabados antes de las canciones originales, solo eran las canciones que se guardan en los baúles, lo mismo con el Incesticide de Nirvana, el problema viene cuando hay más “grabaciones encontradas” que canciones escritas en tiempo y forma, John Lennon pareciera que jugaba al espía y se divertía escondiendo canciones en todos lados, no era difícil imaginar a Yoko Ono barriendo su mansión y tropezarse con un una cajita debajo de la mesa que dijera “canción oculta de Lennon, favor de difundir póstumamente para hacer más ricos a mis herederos”, el razonamiento era fácil, ¿Acaso nadie pensó que si el autor no sacó al público esas grabaciones en su momento es porque en realidad las consideraba los suficientemente malas como para que la gente lo asociara a ellas?
La Marcha eslava de Tchaikovski, podía desconocer muchas cosas, pero estaba seguro que cualquier cosa grande que se decidiera a hacer, sería con esa melodía. Abrió la segunda cerveza, cerró los ojos y comenzó a idear un mundo posible.
¿Cuáles eran las reglas? Un hombre como él, un artista, ¿por qué desearía matar a alguien que no afecta de manera directa a él? Como no lo había, era necesario pensar en las formas indirectas en lo que lo afectaban las decisiones de Estado. El crimen y la violencia no eran su punto de preocupación, porque no podría culparlo de un mal endémico, casi atávico de la sociedad en general. Pese a lo que digan los criticas radicales, no estaríamos mejor con López Obrador, su apéndice mesiánico sería incapaz de resolver con discursos la idiosincrasia humana o despertar un sentimiento de honestidad patriota en todos lo suficientemente elevado como para no hacer que deseemos siempre salirnos por la tangente de cualquier problema, “No me presentes a nadie que no conozca”, leyó en alguna parte, y a este lo conocía lo suficientemente como para no sentir el honor de ser su gobernado. Sin embargo, en el plano de las decisiones federales del presente, lo que siempre molesta a cualquier cristiano siempre es el aumento de impuestos, sobre todo los impuestos indirectos (pareciera que el odio a cualquier cosa tiene siempre un origen indirecto), una cosa era ir a darle a Hacienda una cantidad determinada previamente establecida en base a sus ingresos anuales, pero otra muy diferente era el aumento en el costo de una cerveza o un kilo de tomates. Esas cosas son las que le afectaban, aunque no compraba tomates, sí lo hacía con la cerveza, y eso lo molestaba de sobremanera, le importaba un carajo que fueran solo centavos o un peso, en volumen, si tomaba tres cervezas al día en promedio, durante un año el Estado le habría quitado más de mil pesos, y eso era inaceptable para alguien en su condición; podría dejar de beber, pero lo haría entonces no por convicción, sino por la presión social de un grupo poderoso al que no le importa el librea albedrio de los demás, eso lo molestaba, rompía con todo el esquema social de un fisiócrata ¿cómo iba un artista en ciernes convertirse en lo que debe de ser si el Estado aumenta el costo de las cosas, tanto de un cuaderno como de una cámara profesional? Él no estaba seguro de que así fuera con una cámara, tal vez son otras las fuerzas del mercado, pero en ese caso, si uno es incapaz de comprar una cerveza para que el alcohol sirva como catalizador del ingenio, de nada servía contar con el equipo adecuado.
Pensó, si lo matara a él no sería suficiente, la cadena de mando esta diseñada en estas cosas para nunca quebrar el orden institucional, recuerda que en Deuda dde Honor, segundos después de ver morir al presidente en el capitolio cuando se estrella un 747 en él, el servicio secreto arroja al vicepresidente al suelo, porque ahora es el primer mandatario del país; eso pasaría, sería cuestión de segundos para recomponer la maquinaría y restaurar el orden, en ese caso, mejor se puso a pensar en los daños colaterales, en las repercusiones del evento ¿quién aprovecharía la coyuntura? El Narco, dudó un instante, no, ellos no, aunque eran lo suficientemente capaces como para aprovechar el momento para ir a una guerra contra el Estado sin cabeza simbólica. Serían inmediatamente culpados del acto aunque no estén relacionados, la sociedad daría carta blanca para atacarlos al ejército y ahora sí tal vez serían rápidamente aplastados.
No, si hay alguien que aprovecharía este momento cumbre de la historia seria la desarticulada izquierda mexicana, habría estallidos sociales por todos lados que, tarde o temprano, se organizarían para llegar al poder y, una vez en él, descubrirían sus diferencias y se enfrentarían entre ellas; eso pasó en 1810 y en 1910, en ese caso ¿por qué no podría pasar ahora, en 2010, el mismo desastre armado? El crédito del país se iría al fondo (como pasó esas otras dos veces) y los precios subirían más que con el gobierno actual, en ese caso, un magnicidio lo que provocaría es profundizar la situación de pobreza y violencia imperante en este momento, entonces ¿para que matar al presidente si el resultado, a sus ojos, era peor? Lo tenía, cuando llegaran sus amigos él jugaría al abogado del diablo, a la voz racional que les enseñara por qué es más conveniente dejarlo vivir que matarlo; ahora sí le gustaba su papel, defender las buenas causas, las de la vida sobre la muerte y la del orden. Volvió a pensar en Daniela ¿qué habría imaginado ella? Tal vez apelaría al no sé qué mandamiento pero el de “No matarás” y a eso que dijo Pablo de respetar la autoridad constituida porque esta emana de Dios, no sabía si el derecho canónico aprueba el homicidio, pero debe de haber en alguna parte una clausula de excepción, pero no estaba seguro de que Daniela fuera consciente de hacer una abstracción tan complicada solo para seguir un juego hipotético, después de todo, también se mata con el pensamiento, y parecía que desear la muerte de alguien tiene las mismas implicaciones que matar para los religiosos, a Dios no le interesa la sangre, solo que las personas la buscaran. Sí, si todos los demás buscaban la forma de cambiar al país, él defendería el status quo, el orden de cristiandad preexistente desde la colonia en el que existe una paz porque existe una autoridad para imponerla. Siempre tiene que haber una paz, si antes hubo una pax romana, después una pax inglesa, ahora, durante la pax americana el principio de autoridad es inherente al pensamiento humano. Ellos, sus amigos, deberían de entender que una muerte no cambiaría el orden de las cosas, solo alteraría temporalmente el cambio de mandos y dependencias. Abrió la tercer cerveza y se quedó callado, ya era demasiado tiempo pensando en eso, su tarea estaba terminada y ya no estaba de humor para seguir pensando en eso, era la tercera vez que sonaba La marcha eslava, subió el volumen y se paró frente a la ventana, justo a tiempo para ver llegar al primero de sus amigos, precisamente tenia que ser Daniel.

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